Hace 68 años se lanzaron dos bombas atómicas en las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, poniendo fin a los largos años de la II Guerra Mundial y perdurando como únicos ataques nucleares de la historia.
Esos ataques, en que murieron instantáneamente más de 200.000 personas y muchas otras más fallecieron de forma horrenda con el pasar del tiempo a causa de las radiaciones, sirvieron de cruel recordatorio de que la guerra provoca sufrimiento a todos y la paz que tanto ha costado conseguir es muy preciada.
Hiroshima celebró una ceremonia conmemorativa anual el martes con los sobrevivientes de la guerra y representantes de 70 países, llamando a mantener el orden mundial sobre la base de la confianza y el diálogo.
La declaración sobre «la confianza y el diálogo» en la ceremonia ha revivido la esperanza de que Japón, que alimentó la catástrofe entre sus vecinos asiáticos durante la II Guerra Mundial y además sufrió en carne propia tremendas pérdidas durante los ataques nucleares, pueda aprovechar la oportunidad histórica de aceptar la historia y conservar sus vínculos logrados con sus países vecinos a través de grandes esfuerzos.
Sin embargo, las acciones recientes de algunos políticos japoneses irresponsables han hecho saltar las alarmas en cuanto a la confianza y puesto a sus vecinos en máxima alerta ante el posible resurgir del militarismo en ese país.
Parece un truco acostumbrado de Tokio ofrecer verbalmente el ramo de olivo, mientras en la práctica no detiene sus acciones provocadoras.
Desde que asumió el cargo en diciembre pasado, el primer ministro japonés, Shinzo Abe, ha realizado repetidas declaraciones vistas como intentos de encubrir las atrocidades cometidas por Japón durante la guerra. Ha llegado, incluso, muy lejos al decir que no existe una clara definición para agresión y hasta cuestionar las disculpas de posguerra de Japón.
Solo el mes pasado, el viceministro nipón de Exteriores Akitaka Saiki señaló la voluntad de su país para reparar las relaciones con Beijing, durante una visita especial, mientras que un día después el primer ministro de línea dura prometió apoyo a la envalentonada Filipinas para confrontar a China en disputas territoriales por separado.
Al igual que Roma no se construyó en un día, lograr la confianza también toma una gran cantidad de esfuerzos concretos y negar el pasado resulta contraproducente.
Quizás la mejor manera para recordar a los seres queridos caídos en la guerra es prevenir que la tragedia se repita.
Solo aceptando la historia y reflexionando seriamente sobre sus crímenes de guerra Japón podrá recuperar la confianza de los pueblos de Asia y el mundo, de manera que puedan ser preservadas la paz y la estabilidad que tanto esfuerzo ha costado en la región.
Fuente : spanish