Una de mis primeras introducciones al mundo del motor se produjo cuando adquirí mi segunda moto. La Yamaha XS400 en el año 1989 era una máquina fenomenal, bicilíndrica y con una par en régimen de marcha, bastante decente.
Ni que decir tiene que siempre he apoyado en la escalabilidad del permiso para motocicletas porque no es lo mismo usar un ciclomotor o scooter, que una moto de marchas y con cada vez mayor potencia. Mucha gente ha perdido la vida por creer poder hacer las mismas cosas en una de esas motillos, a este tipo de motocicletas.
En los comienzos de los años 90, en España no existían muchas motos de este tipo, sin embargo en Japón las 250 cc a 400 cc, eran los modelos mas demandados por los clientes y las marcas niponas se esmeraban en dicho segmento. Sin desmerecer a las cilindradas más potentes de la época Suzuki, Honda, Yamaha y Kawasaki, pugnaban por ofrecer lo mejor de lo mejor a los jóvenes y no tan jóvenes nipones.
En España en ese segmento reinaba la omnipresente Yamaha RD350 que a causa de su liviano peso, era considerada una moto mortal porque se le unía una potencia bastante amplia como para desfogarse en circuitos, con un peso demasiado bajo que impedía frenarla en cortos espacios de carretera o ciudad. Ello provocó que esa moto adquiriera mala fama y por tanto en la 400 Yamaha, lo que hizo fue dotarla de mayor peso y estabilidad, pero gozando de una potencia similar, lo que la hacía muy divertida en carreteras de montaña, siempre y cuando conocieras tus límites como rider y los de la moto.
Para la gente seria y con dinero existían otro tipo de motos como las BMW K75 y K100 o la omnipresente Honda Goldwing. Motos que a los jóvenes no les atraían por su estética recargada y mayor par, pero muy bajo en marchas cortas.
Ya bien adentrados en la década de los 90, salió la Suzuki Bandit 400, moto que por su chasis tubular cautivó a muchos, aunque su elevado precio no le hizo ganar mucha cuota de mercado.
