Cecilio Andrade «Arma larga vs Posiciones de tiro II.»

Cecilio_AndradeLa frase “el arma es la mente” o el «hombre, seguro» les resulta muy conocida. Unas veces usada de forma negativa por los políticamente correctos denigrando la aptitud innata, y sana, de supervivencia del ser humano. Y otras de forma positiva por los no tan políticamente correctos, al menos así considerados en los hipócritas tiempos actuales. No entraré en discusiones morales ni éticas sobre esta frase, eso queda dentro de la conciencia, principios y valores de cada cual. Tampoco en sus muchos orígenes. Muchos orígenes no por ser el resultado de una cadena de plagios, si no porque es una de esas verdades universales de todo tiempo y cultura. Somos el arma y de nosotros depende que tipo de arma ser, y no me refiero a la eufemística buena o mala, si no eficaz o inútil. Ser un arma de entrenamiento o juego, bonita, suave, sin filo ni punta, o ser un arma real de acero con filo y punta. Ahora bien, incluso en ese último caso, como profesionales armados, podemos tener el filo mellado, oxidado, con la punta roma… o bien ser de buen acero cuidado, pulido, afilado, aguzado y, no lo olviden nunca, conocedores de las propias capacidades.

La piedra de afilar de su filo es el entrenamiento así como el aceite que protege y lubrica su acero es el conocimiento.

¿Han entrenado y comprobado las posiciones del reportaje anterior? Lo hayan hecho o no recuerden que solo la repetición sistemática les dará la desenvoltura y suavidad suficiente para poder aplicar cualquier técnica con seguridad. Solo probando pueden detectar donde deben incidir y donde son fuertes y hábiles. Sin conocer ese simple dato jamás podrán avanzar y perfeccionar sus habilidades.

Recuerden una frase… “el pleno combate no es el mejor lugar para aplicar técnicas nuevas”, es otra de esas frases con múltiples orígenes más o menos dispersos. Implica que lo que no conozcamos y hayamos aprendido a plasmar en entrenamiento no se podrá utilizar en combate. Y esto es así por tres motivos muy fáciles de deducir.

1- El estrés en una acción armada inhabilita la capacidad consciente de pensar técnicas y procedimientos, actuamos por “instinto”. El hecho que este instinto sea el innato de supervivencia que todo animal posee, o sea un “instinto o reflejo adquirido” a base de muchas repeticiones y análisis serios, solo depende de una persona, de uno mismo. Si lo hemos entrenado y lo hemos hecho de forma correcta esa capacidad actuará y será usada. SI no lo hemos hecho o ha sido mal planteado solo saldrán a flote los instintos atávicos o los incorrectos que hayamos adquirido. Un procedimiento correcto o incorrecto es igual de fácil de aprender y entrenar, deshacer lo incorrecto ya es otro cantar.

2- Si por casualidad somos capaces de pensar en medio de una acción armada, decidiendo aplicar una técnica que hemos visto, oído, leído o ejecutado una o dos veces por curiosidad, el resultado, salvo que la Diosa Fortuna o el Ángel de Guardia estén haciendo horas extras, será el fracaso. Si aún con acciones musculares bien entrenadas e instintivas tenemos problemas de ejecución debido a la pérdida y degradación de la capacidad psicomotriz fina, del tacto para entendernos, ¿imaginan lo que ocurrirá con acciones que no estemos acostumbrados a ejecutar? Y aun más, el estrés entre otras cuestiones potencia la capacidad de los músculos mayores y principales, generando respuestas mucho más potentes de lo habitual, con este dato ¿Cómo creen que actuarían en posiciones de tiro nuevas que no acostumbran a utilizar ni entrenar?

3- Por último como apoyo a los puntos anteriores y recordatorio a todos los profesionales armados, usar un objeto que genera explosiones a apenas 10 cm de la cara y escupe fuego por su extremo no es algo natural. Usar una espada, un hacha, una lanza, o sencillamente una piedra si es instintivo e innato, pero el uso de un arma de fuego moderna no. El simple gesto de desenfundar una pistola atenta contra los más firmes y profundos reflejos de proteger el rostro. Adquirir posiciones de tiro con arma larga nos fuerza a adoptar enfoques conscientes de cómo y qué hacer, algo que en combate no es posible sin entrenamiento. Por todo ello necesitamos convertir el entrenamiento en parte de nuestra forma de vida, para de esta forma hacer que esa forma de vida pase a ser una forma de salvar la vida, propia o de terceros.

Tras esta nueva digresión continuamos donde lo dejamos en el trabajo precedente, en la posición de tiro sentado con las piernas estiradas.

Sentado con piernas estiradas.

Esta posición general es quizás la menos aplicable al combate dinámico y móvil en su forma normal, pero si es adaptable sí surgen adversarios de distintas direcciones y no tenemos tiempo de cambiar a otra posición más estable y cómoda. No suele ser una posición que se adopte de forma natural o consciente, sino más bien de una forma accidental y como paso intermedio antes de salir del lugar. Es difícil de adoptar para abdómenes abultados, ya sea por su propia naturaleza o por el equipo que porten.

Las piernas pueden estar juntas en paralelo, cruzadas o abiertas. En los dos primeros casos el tronco buscará inclinarse lo máximo posible sobre las piernas apoyando el codo de apoyo sobre las mismas. El tercer caso, piernas abiertas, el torso hará lo mismo sin disponer de apoyo alguno.

Debe considerarse una posición de emergencia o tránsito hacia posiciones más cómodas y seguras. También para el caso de enfrentar adversarios de dos direcciones opuestas sin apenas cobertura. No es cómoda, no es segura, no es precisa, y aun así debe entrenarse. Cuando menos conseguiremos mejorar el control de nuestra capacidad de tiro en toda circunstancia.

Una forma de ganar cierta altura en el ángulo de tiro, sobre todo en disparos en pendiente, es cuando cruzamos ambas piernas pero colocamos el talón del pie izquierdo sobre la puntera del derecho, formando una pequeña torre. Con la mano de apoyo agarramos la suela de esa bota dejando un espacio para colocar el guardamano del fusil en la pequeña “cuna” formada entre el dedo pulgar y el índice. Es una posición asequible en pendientes pero exigente para operadores voluminosos o muy equipados, amén de la necesidad de una elasticidad mínima para poder alcanzar el pie.

Una variación de la anterior surge cuando en lugar de apoyar el talón izquierdo en la puntera del otro pie, encogemos la pierna izquierda y flexionamos la rodilla, quedando el talón sobre el tobillo de la pierna derecha. De esta forma logramos alcanzar mayores ángulos de tiro en pendiente con una estabilidad relativamente eficaz.

Sentado con una rodilla alzada

Existen dos formas básicas de utilizar este procedimiento, abrazar la rodilla alzada o agarrarla con la mano. La utilización de una u otra versión depende, como siempre, de uno mismo y el entorno.

En la primera opción alzamos la rodilla izquierda mientras la derecha permanece de forma ligeramente estirada o con una leve flexión natural y cómoda, pero siempre sin tensión. Colocamos el cargador de nuestra arma en el lado interno de la rodilla alzada, mientras el brazo de apoyo coloca el hueco interno del codo sobre la rodilla misma, y abrazando rodilla y cargador, mantiene el arma firme contra la pierna alzada. El cargador queda en el hueco interno del brazo como en otras posiciones anteriores ya descritas, y la mano izquierda puede agarrar el antebrazo derecho o simplemente mantener la tensión. Esta posición requiere una gran elasticidad en la espalda y dorsal.

En el otro supuesto es la mano izquierda la que apoyando la muñeca contra la parte frontal de la rodilla agarra el fusil sobre el cargador, manteniendo el control con la presión de los dedos contra la pierna, y de la muñeca contra la rodilla. Aquí la tensión en la espalda y dorsales es bastante menor y facilita su adopción, a costa de perder cierta estabilidad.

En ambos casos la pierna derecha puede actuar de varias formas. De “contrapeso” para controlar el equilibrio y centro de gravedad si nos inclinamos o estamos en pendiente. De apoyo al pie izquierdo y que este no se deslice manteniendo la posición, para lo cual se colocará ligeramente flexionada por delante del tobillo izquierdo.

Si disponemos de un apoyo para la espalda, ya sea una pared o una pendiente esta posición es más asequible, fácil de adoptar y mantener.

Tendido.

Es la posición de máxima protección y estabilidad para el operador común, a falta de cobertura alguna es la que se adopta por defecto para minimizar la exposición. Es muy importante entrenar la salida desde esta posición dada su gran exposición si surge un riesgo por un lado donde no nos proteja la cobertura o la boca de fuego del arma.

Esta posición es de forma general es la más estable, relativamente rápida de adoptar pero muy lenta de deshacer, sobre todo sin entrenamiento correcto. La forma más rápida de adoptar esta posición, entre otras y dependiendo del suelo, es dejarse caer con ambas rodillas, y con la mano de apoyo controlar el bajada al suelo para adoptar la posición de tiro. Para levantarse se realizan básicamente los movimientos al revés.

La cuestión de usar el cargador a modo de monopode de apoyo debe ser analizado de forma específica para cada fusil en particular. Los fusiles de tipo militar y policial más usuales en la actualidad permiten en su mayoría hacer uso del mismo sin riesgos y mejorando la estabilidad en el tiro de forma muy sustancial. Pero no es una regla universal, hay muchos modelos en los que este apoyo puede generar problemas de interrupciones o ráfagas no buscadas.

Respecto al párrafo anterior debo añadir un comentario que surgió días antes de publicar este trabajo, un buen amigo me hizo una reflexión que me resisto a dejar pasar de largo: “no usar el cargador, si el arma lo permite, es desperdiciar un apoyo posible”, esta simple frase encierra no solo un gran aporte para el punto que nos ocupa, sino también para cualquier técnica y procedimiento. Saber, pensar, analizar, reconocer habilidades, conocimientos y herramientas, practicar todo ello, será siempre la mejor de nuestras filosofías de trabajo.

Volviendo al tema que nos ocupa, las potenciales variaciones posicionales en esta posición general pueden ser cientos, pero podríamos encuadrarlas todas dentro de cuatro grupos.

  • Tendido o tendido prono.
  • Tendido prono lateral o de costado.
  • Tendido supino.
  • Tendido oblicuo o lateral.

Tendido prono.

En esta posición arma y cuerpo pueden colocarse de varias formas correctas según anatomía y/o equipo del operador, así como del aprovechamiento máximo del parapeto.

Lo más usual es formar una línea de arma y cuerpo en forma de prolongación uno de la otra. O también puede colocarse el cuerpo en ángulo con esa línea. En ambos casos suele dar buen resultado mantener la pierna del lado del brazo que empuña en línea con el arma, o lo más cercano posible a la misma. Flexionar o estirar la otra pierna nos ayudará a respirar mejor, pero esto depende más del operador, su anatomía y equipo, que de una mejora en si misma de la plataforma de tiro.

La posición es aplicable con arma larga y con pistola o revólver, pero existen unas pequeñas variaciones con arma corta que deben tenerse en cuenta. Rodar ligeramente sobre el brazo que empuña para que este repose casi completamente sobre el suelo ayuda a mejorar la precisión y controlar el retroceso. Con un blanco totalmente frontal, si no es posible el punto anterior, podemos encararlo manteniendo el tórax totalmente pegado al suelo y los codos paralelos apoyados frente a la cara. Esto alza el arma, lo cual a su vez nos obliga a levantar la cabeza, lo que lo hace cansado y aplicable en situaciones muy puntuales.

Una variante para arma larga, derivada de la primera comentada con pistola pero para arma larga, es la extendida o prono extendida. En esta posición extendemos el cuerpo y los brazos, literalmente pegándonos al suelo, de esta forma el fusil esta empuñado de forma lateral y descansando sobre la mano de apoyo sin más contacto con el cuerpo. Obviamente es aplicable con fusiles de calibres controlables. La silueta expuesta es mínima aunque la precisión debe entrenarse de forma esmerada.

Tendido prono lateral o de costado.

Posición estándar para disparar bajo un obstáculo. Colocados en paralelo al objetivo metemos el codo de la mano derecha bajo el cuerpo y la mano de apoyo se coloca bajo el guardamano del fusil, extendiendo al máximo este brazo. El arma queda tumbada y en los diestros con la ventana de expulsión orientada al suelo, cuidado con el polvo y tierra que levanta cada disparo al expulsar la vaina vacía.

La pierna derecha permanece estirada y pegada al suelo. La pierna izquierda puede, en algunos casos debe más bien, flexionarse para acercarla al pecho por debajo y delante del cuerpo, lo cual facilita la respiración y permite controlar mejor la posición en su conjunto.

La forma de materializar el apoyo de la mano izquierda puede depender de varios factores a la hora de agarrar el guardamano en estas posiciones laterales tan forzadas. Colocar la mano de canto, como un puño, extendiendo y apoyando los dedos mientras el pulgar controla el arma, etc. son varias de las formas factibles. La comodidad, los accesorios del fusil y el entorno nos dirán cual es mejor.

Para combate urbano, específicamente para disparar tras una esquina se emplea la posición de “tendido modificado”. Esta posición coloca el cuerpo en la posición básica y de nuevo paralelo al objetivo. El brazo derecho se coloca delante de la cara y paralelo al suelo. La cantonera del fusil se coloca no en el hombro si no en el interior del codo, sobre la inserción del bíceps. El guardamano se coloca sobre el brazo de apoyo y el arma permanece vertical.

Una variación y combinación de las dos anteriores es colocar el cuerpo lo más pegado al suelo posible para levantar el torso con el codo derecho simplemente apoyado entre el pecho y el suelo en 90º. La culata del fusil se coloca en la cara interna del codo entre esta y el bíceps como en la posición modificada pero con el arma de costado. La mejilla simplemente se deja reposar sobre la culata, casi como en una siesta, y la mano de apoyo se coloca de alguna de las formas que ya comentamos. Aquí la ventana de expulsión queda dirigida hacia abajo pero casi a la altura de la nariz en algunos casos, como fusiles o subfusiles muy cortos, cuidado con este detalle.

Respecto a las posiciones de arma tumbada y muy pegada al suelo es también importante considerar los riesgos de auto-provocarnos una interrupción al impedir la expulsión de las vainas. El fusil necesita un mínimo de altura para minimizar ese riesgo. Por ello la colocación y forma de situar la mano de apoyo es tan importante y debe ser analizada en detalle.

Tendido oblicuo o lateral.

Partiendo de la posición de tendido lateral, apoyamos hombro y codo derecho en el suelo, recogiendo ambas piernas como si quisiéramos adoptar una posición fetal. Apoyamos el guardamano en el muslo de la pierna izquierda mientras la mano de apoyo agarra y sostiene la culata contra el hombro derecho. Las rodillas permiten una gran precisión y corrección.

Su aplicación puede ser con parapetos muy pequeños, la rueda de un vehículo, contra objetivos en distancias medias y largas, y en disparos en pendiente.

Tendido supino.

Tumbado de espaldas con el arma encima del torso. Aplicable en cambios de objetivos rápidos y sorpresivos en direcciones inesperadas. También utilizable cuando la única cubierta disponible es un simple bordillo o una viga caída.

Cuidado con el codo que empuña, no es común levantarlo desde esta posición, pero hacerlo implica ofrecer un blanco muy rentable y tentador, inutilizando una posición que en si misma ya es problemática y difícil de deshacer con prontitud, además de muy exigente psicológicamente hablando.

Comentarios finales.

A costa de parecer repetitivo insisto que todo lo anterior es aplicable tanto a arma larga y como a arma corta. Siguen sin ser ni mucho menos todas las posiciones posibles ni aplicables, no pasa de una mínima lista. Como ya dije muchas veces, la base de un uso eficaz de cualquier técnica es el entrenamiento, repetido, sistemático y realista, no hay otro secreto, entrenar, entrenar, entrenar. Recuerden que una buena manera de convertir el entrenamiento en una forma de análisis y retroalimentación positiva es trabajar con compañeros a los que poder visualizar y a su vez nos visualice a nosotros.

Mantener la mente abierta dejando de lado el dogmatismo y la “norma” de tal o cual manual oficial, la palabra sacrosanta de tal divina personalidad del tiro, analizando el ámbito de trabajo y desempeño de esos manuales oficiales y esas sacrosantas personalidades, podremos descubrir muchos factores utilizables en ellos. Esos manuales y esas personalidades sin duda tienen sus razones y sus motivos y zonas de aplicación, es importante conocerlas y reconocerlas, aunque solo sea para poder rebatirlas con coherencia.

No es bueno denostar esos manuales y personalidades por el simple “eso es lo de siempre”, utilizar esa frase ya sea para apoyar un punto de vista de aplicación a ultranza como para denostar y despreciarlo es igual de negativo. Cada manual y personalidad tienen mucho que aportar, ya sea para saber que hacer o como no actuar, pero ambos son aprendizajes.

Mente abierta implica pensar, analizar, evaluar, contrastar, ver que aporta cada punto y que nos quita. Las bases son las mismas, lo anterior y obsoleto tiene muchas lecciones que aportarnos. Creer que lo correcto es lo más moderno es tan negativo como pensar que lo antiguo u oficial es lo único válido.

Un programa o manual oficial debe tener unas pautas y premisas mínimas que cubrir y alcanzar, y por ello es obligado que sea considerado como una norma para evaluar y gestionar el adiestramiento. El error en este caso es creer que ese programa o manual será válido más allá de las circunstancias que lo crearon.

Un programa realista debe adaptarse a cada cambio de situación y circunstancias de aplicación. Los programas oficiales del siglo XVI apenas variaron hasta mediados del siglo XIX. Los creados a partir de mediados a mediados del siglo XIX llegaron con mayor o menor fortuna hasta mediados del siglo XX. Hoy en día la evolución de las armas, los enemigos (militares o sociales en forma de delincuencia y terrorismo), las municiones, y, muy importante, los avances en pedagogía, psicología, neurología y biología, permiten lograr una capacidad de análisis que no poseíamos en casi ninguna época de nuestra Historia. Si a ello le añadimos los avances culturales del individuo promedio nos hacen enfocar las cuestiones técnicas de otra forma.

Y ello genera otro error, con tanta tecnología, ciencias y conocimientos cuesta mucho mirar al pasado en busca de lecciones y pautas. El conocimiento científico siempre ha tenido una aparente pugna con el conocimiento empírico, aparente ya que el primero ha surgido paso a paso del segundo. Llegamos a creer que los guerreros y maestros del pasado, los manuales de hace décadas no pueden aportar mucho ya que no tenían los datos con los que hoy contamos. Lo cierto que ambos se apoyan, tan sencillo como eso.

Por último, y defendiendo parcialmente la lentitud de cambios de los programas oficiales, no podemos querer cambiar un manual cada vez que surja una moda o tendencia, por más científica y perfecta que parezca. Un estamento, militar, policial o gubernamental debe proporcionar seguridad y capacidad a sus integrantes y estos a su vez los ciudadanos. Esa responsabilidad no es compatible con cambiar cada pocos meses un procedimiento por la opinión de alguno o algunos. Cada cambio debe razonarse, desarrollarse, evaluarse, buscar que aporta, que mejora, debe contrastarse con otras organizaciones. En definitiva, hay que estudiarlo.

Mi pregunta para todos, yo el primero, es simple, además de criticar el mal programa, lo obsoleto, lo arcaico, lo irreal, lo defendido por personas obcecadas, de cortas miras y sin deseos de cambio, por los motivos personales o profesionales que sean, ¿hacemos algo positivo y activo para generar poco a poco esos cambios y evoluciones?

¿O tan solo nos quejamos y actuamos como esos que denostamos? ¿Defendiendo nuestra posición con cerrazón y cortedad de miras?

La verdad y la razón pueden generar los mismos daños que la mentira y el error si son defendidas con una mentalidad cerrada y excluyente, “yo tengo la razón y tú no”. Todo se defiende con razones, con una mentalidad abierta y flexible, repetir hasta la saciedad para acallar al contrario o gritar más no nos da la razón, suele suceder al contrario.

Analicemos si quizás no estemos actuando como los que tanto despreciamos. Analicemos que de positivo estamos aportando a la evolución y el cambio. A convencer y no a vencer.

Y para ello debemos saber, para saber debemos analizar, para analizar debemos ejecutar, para ejecutar hay que entrenar, y ¿para entrenar?…. hay que saber.

Cerramos el círculo.

Fuente: Blog