La actualidad en los últimos días es algo plana. Pocos asuntos parecen atraer la atención en demasía. Si exceptuamos, naturalmente, la inacabable campaña electoral de este año, que hoy está focalizada en su segundo acto: las autonómicas y municipales del día 24 de este mes. En este post se desarrollan para debate dos o tres elementos de esa actualidad.
A cinco días del comienzo de la campaña oficial, el escenario se desarrolla en la dirección que vengo pronosticando desde hace tiempo. Anteriormente me detuve en la evolución a la baja de las perspectivas electorales del Partido Popular (PP). Todas las encuestas lo dan por hecho. Tanto que don “Maguianó” se ha visto obligado a modificar su natural actitud tancredista, y a arremangarse para entrar decididamente en campaña. A la búsqueda del voto perdido. Parece incluso parece haberse militarizado, enviando a la Unidad Militar de Emergencias (UME) al Nepal, y visitando, en avión militar cargado de periodistas, algunas operaciones de las FAS en el exterior. En concreto, ahora mismo, en Malí y Senegal. En unas fechas bastante inusuales, por cierto. Yo lo atribuía a un despertar del presidente del gobierno, pero una reputada y fiable periodista de El Mundo, Marisa Cruz, me corregía hace unas horas en Twitter: “No, Pedro, es campaña electoral”. Cosas del señor Rajoy. Cualquier recurso se hace bueno ahora para intentar promocionar su imagen. El plasma por sí solo no es suficiente. Estaba cantado.
En el escenario político, el principal foco de atención se ha desplazado a Podemos. En el post “FRAGIL MURO GENOVÉS”, del pasado 19 de abril, hablando del que parecía a muchos un boyante grupo político, yo afirmaba que Podemos “es un partido nuevo que parece haberse avejentado de súbito”. Y, oigan, dicho y hecho. Don Juan Carlos Monedero, quizás la mayor referencia ideológica del partido y el tercero del escalafón (tras Pablo Iglesias y el “niño” Errejón), acaba de dar un paso atrás, dimitiendo de todos sus cargos en la dirección del partido. Echando los piés por alto, Monedero se ha fajado con esa dirección acusándola de corrupción ideológica. Nada menos. Es una bien inoportuna muestra del creciente distanciamiento entre la cúpula y las bases de Podemos. Su afirmación de que “a veces Podemos se parece a lo que queremos sustituir (la casta)”, viniendo de quien viene, es seguramente el mayor reproche que pudiera hacerse a un grupo político, para el que representar el estallido de la ira ciudadana frente a la “casta” es su referente político esencial.
Y otro apunte de la actualidad viene de la mano del terrible terremoto de Nepal del pasado 25 de abril. Transcurridos ya ocho días desde el cataclismo, los muertos se cuentan en alrededor de 7.000 (cifra a la que habrá que añadir al menos otros tantos desaparecidos), y cerca de 15.000 los heridos. Más los que se han producido por el mismo seísmo en Tíbet, la India y Bangladesh. Una catástrofe integral. Es difícil pensar que todavía puedan encontrarse más supervivientes bajo los escombros. En un país tan poco desarrollado, tan pobre y con una orografía tan movida, hay que prever que los trabajos de desescombro y recuperación de cadáveres durarán muchos meses. Quizás años. Ahora lo que se plantea es una tremenda crisis humanitaria. En todo el mundo se ha reaccionado para atenderla. El gobierno español, aprovechando que el ministro de asuntos exteriores, señor García-Margallo, se encontraba de visita oficial a la India, ha reaccionado pronto, al menos mediáticamente. Esta vez no le ha pillado el toro.
Aparte de facilitar la repatriación de españoles que se encontraban en la zona, en el avión de estado que traía de regreso a Madrid al señor García-Margallo, se han realizado envíos de ayuda de emergencia. Lo último ha sido un núcleo de 46 miembros de la Unidad Militar de Emergencias (UME), y otro (en dos escalones) de 12 efectivos del Grupo de Montaña de la Guardia Civil, además de apoyo cinológico y equipo de rescate. El grueso llega a zona mañana. Con el apoyo de helitransporte indio, parece ser que el objetivo principal de esa sesentena de expertos españoles es la búsqueda y eventual rescate de los 21 compatriotas, que todavía no han sido localizados. Aunque la esperanza de encontrarles con vida sea ya francamente mínima, especialmente en el valle de Langtan, muy afectado por el seísmo, merece la pena intentarlo. Aunque la reacción en este caso se valore como algo tardía. Se han elevado voces acusando la decisión de electoralista. Incluso, familiares de montañeros españoles han publicitado su “indignación” por lo que denominan “inacción” del Gobierno para hallar a los desaparecidos.
Aunque sean casos distintos, lo anterior me trae a la memoria lo sucedido hace casi un mes, en la operación de rescate de tres deportistas españoles accidentados en el cañón de Wandrass, en el Atlas marroquí (discutido en el post “CRISIS EN LA OLLA”, del pasado 12 de abril). Después de manifestar entonces, y ahora, mi máximo respeto por los fallecidos (q.e.p.d:) y sus familiares ―a los que desde aquí transmito mis condolencias―, constataba el derecho de nuestros compatriotas “a practicar la actividad deportiva que más les agrade, una actividad sin duda de riesgo extremo. Tanto por la actividad en sí, como por el lugar”. Y es que el deporte del montañismo es muy respetable. Todo va muy bien mientras no haya problemas. Pero cuando hay un supuesto fallo humano, como sucedió en Marruecos, o una catástrofe natural, como ahora en Nepal, entonces el riesgo de muerte se multiplica exponencialmente, en función, entre otros, de la orografía, el grado de desarrollo del país en el que se produce el problema y de la distancia al territorio nacional propio. Lo que está claro en todo caso es que no se puede disponer una unidad de la guardia civil especialista en montaña, al pié de cada pico o cada sima en los que los españoles quieran ejercitar su deporte favorito.
Fuente : Pitarch