El día más largo de las tropas españolas en Irak, ataque a la base española “Al Andalus”

DOMINGO 4 DE ABRIL DE 2004. BATALLA DE NAYAF, Iraq

Hablaban español, vestían uniformes españoles, incluso –dicen- lucían banderas españolas… pero no eran españoles.

Los hombres del equipo SEAL de la US Navy irrumpieron en la casa del clérigo Mustafá Yaffá Al-Yacubi, lugarteniente de Muqtada Al-Sadr en la ciudad de Najaf e interlocutor de éste con las tropas españolas. Era la madrugada del 2 de abril. Acusado de colaborar en la muerte del Ayatolá Sayyed Abdul Majeed Al-Khoei, defensor de los derechos humanos en Irak desde el exilio cuando el dictador Saddam Hussein regía el destino del país, tenía una orden de arresto firmada por un juez iraquí.

Cuando lo metían en el coche para llevarlo directamente a Bagdad, hicieron entender que lo trasladaban a la cercana base “Al-Andalus” de responsabilidad española. Sin embargo, la primera noticia que tuvo el Coronel Alberto Asarta de su detención fue cuando por la mañana se presentó la esposa del clérigo para llevarle ropas y comida y exigir su liberación. Nadie entendía nada, pero todos eran conscientes que algo malo estaba por venir.

La batalla de Najaf es la guinda del pastel, la excusa definitiva, para tumbar por tierra el argumento de que España “fue a la guerra de Irak”. Y sin embargo se encontró con ella.
En cualquier misión militar se establecen unas normas de conducta o actuación que pueden ser más o menos estrictas según el tipo de misión. Esas normas son las que permiten hacer fuego o no, y según en qué circunstancia. Estamos hablando de las consabidas Reglas de Enfrentamiento o ROE por sus siglas en inglés (Rules Of Engagement).

Cuando el primer contingente español formado principalmente por un elemento de Infantería de Marina desembarcaba del buque L-51 Galicia el 9 de abril de 2003 en el puerto de Umm Qasr, mientras contemplábamos las imágenes de TV en que un carro de recuperación M88 tiraba al suelo una estatua de un Saddam Hussein cubierto con la bandera de las barras y estrellas primero y con la iraquí después, en la céntrica plaza de Al-Ferdaous de Bagdad con el clamor de la multitud, desembarcaba al mismo tiempo un ejército con un fin distinto al que había habido hasta ese momento en el país.

Mientras que las fuerzas norteamericanas y británicas principalmente llevaban tres semanas como ejército beligerante primero, y como ejército de ocupación después, las fuerzas españolas llegaban como contingente de ayuda humanitaria y a la reconstrucción. O lo que es lo mismo: mientras que los ejércitos en la zona funcionaban al amparo de unas ROE’s de escenario bélico y estabilización que permitían el uso de la fuerza así como acciones ofensivas, el ejército español se traía unas ROE’s propias de una misión de paz como habían sido las de Bosnia, por ejemplo, donde el uso de la fuerza estaba restringido al de la legítima defensa. Esta diferencia de ROE’s entre unos y otros marcaría una serie de desencuentros entre el Mando de la Coalición representado en el general norteamericano de origen hispano Ricardo Sánchez y el Mando español representado primero por el General de Brigada Alfredo Cardona y en el momento de los hechos aquí narrados, por el General de División Fulgencio Coll, que poco a poco irían enturbiando la relación hasta el punto de que los norteamericanos llegaron a realizar esa acción de los SEAL sin poner siquiera en conocimiento de los españoles tal actuación, o como la describió literalmente el General al mando de la BMNPU II, Fulgencio Coll, “fue lo más parecido a una patada en los huevos”. La excusa norteamericana fue que se informó al Mando polaco que en aquel momento era el responsable de la División Multinacional Centro-Sur de la que dependían las unidades españolas.

Aunque el ambiente de colaboración entre militares era excelente, y en no pocas ocasiones los norteamericanos elogiaron la labor de los españoles en la zona (hasta el punto que se envió un escrito al Cuartel General de la División Multinacional Centro-Sur instando a las otras dos brigadas -polaca y ucraniana- a adoptar el modelo español para relacionarse con la población, dado que era el único que estaba mostrando resultados positivos palpables), las cosas no pintaban bien para los norteamericanos, que veían aumentar día a día el número de muertos entre sus filas por la acción de la denominada “insurgencia” iraquí, y se veían constantemente abocados a realizar operaciones ofensivas en el contexto de lo que tendría que ser una pacífica reconstrucción. Pese a que éramos aliados, a nivel político parecía que no queríamos implicarnos más con ellos en imponer la paz por la fuerza amparándonos en nuestras ROE’s, y tanto el General Ricardo Sánchez como el responsable de la Autoridad Provisional de la Coalición o CPA en inglés (Coalition Provisional Authority) Paul Brenner parecían entenderlo como algo personal, sin querer ver que nuestros militares estaban atados de pies y manos por Madrid. La tirantez entre el Mando norteamericano y el español iba en aumento, pero aparentemente no querían entender que España “no había ido a la guerra”.

Y hasta qué punto se demuestra esta disparidad en entender la misión española está el hecho de que en ciertos ámbitos se insinuaba cobardía por parte de nuestras tropas, y la BMNPU II (Brigada Multi-Nacional Plus Ultra II) era llamada jocosamente “Winnie The Pooh II” porque pese a conocer perfectamente a su enemigo y tenerlo localizado, no hacían nada para destruirlo. Se quedaban quietos como ositos de peluche.

El 21 de febrero de 2004 se quiso llevar a cabo en Najaf entre norteamericanos, españoles y la ineficacísima policía iraquí una operación conjunta para poner fin a los tribunales de la Sharía (la Ley Islámica) por considerarlos ilegales y al margen de todo orden y humanidad. La operación estaba auspiciada directamente por el General Ricardo Sánchez, y pese a que la iniciativa era norteamericana, la ejecución última debía correr a cargo de la policía iraquí, ya que había que entrar en lugares santos para los musulmanes y no se quería soliviantarlos con las huellas de los “infieles”. Sin embargo, la policía iraquí de Najaf era mayormente de origen chií, el mismo que Al-Sadr, y el mismo que mantenía esos tribunales de la Sharía, por lo que sus mandos se negaron en redondo a realizar la operación. Los norteamericanos pusieron entonces las miradas en los españoles, quienes tras consultarlo con Madrid también se negaron. Las elecciones generales estaban a la vuelta de la esquina y a los políticos les horrorizaba la idea de que pudiera haber una sola baja española. Finalmente, el General Sánchez tuvo que desistir de la operación y ésta nunca se realizó. Esto provocó un rotundo enfado en los mandos estadounidenses y como se dice coloquialmente, de aquellos polvos vienen estos lodos.

A raíz de aquello empezaron a haber actuaciones norteamericanas en la zona que parecían orientadas a que participásemos sí o sí con ellos en la imposición de la paz, y que a la larga terminarían rompiendo el equilibrio conseguido en esa “apacible región hortofrutícola” como dijo el ministro Trillo, que tanto había costado conseguir a los españoles.

-NAYAF

El 31 de marzo fueron asesinados cuatro contratistas civiles norteamericanos en la cercana Faluya, cuyos cuerpos fueron golpeados, quemados y colgados de un puente. Esto llevó a una serie de acciones norteamericanas que terminaron con el cierre del periódico Al-Hawza afín a Al-Sadr, así como a la ya mencionada detención de su lugar teniente en Najaf, Al-Yaqubi. Y por si fuera poco, en esa época los chiíes conmemoraban la Arbaynía, una de las peregrinaciones religiosas más importantes para estos musulmanes cuyo centro de peregrinaje era precisamente la mezquita de Kerbala, en plena Najaf. No sólo estaba el ambiente caldeado, sino que además la ciudad estaba literalmente llena de seguidores de Al-Sadr, muchos de ellos pertenecientes al denominado “Ejército del Mahdi”.

La misma tarde del 2 de abril, horas antes de la detención de Al-Yaqubi por parte de los SEAL, hubo un incidente con una partida de unos 50 milicianos armados y tropas salvadoreñas. Al ir a desarmarlos, los milicianos respondieron al fuego y se refugiaron en una serie de casas muy cerca de Base El Salvador (la antigua Camp Baker, que enlazaba directamente a Base Al Andalus). Rodeados por los salvadoreños se decide asaltar el caserío por la mañana apoyados por la sección de BMR (Blindado Medio sobre Ruedas) del Alférez Jacinto Guisado pertenecientes al RIMZ Saboya 6, apoyados por dos VEC (Vehículo de Exploración de Caballería –Se trata de una versión del BMR armada con un cañón de 25 mm en torre giratoria-). Sin embargo, cuando se inicia el asalto a primeras horas del día 3, nadie responde al fuego. El enemigo se ha esfumado por una serie de túneles y galerías subterráneas, demostrando una mayor organización de la esperada.

La base española Al-Andalus, anteriormente llamada Camp Golf y de responsabilidad española, estaba unida fisicamente a la Base El Salvador por una carretera interna de apenas unos cientos de metros llamada “Sniper Alley”. En el sector salvadoreño y colindante a la carretera se encontraba el edificio de un pequeño contingente norteamericano pertenecientes a la Policía Militar de la 503rd Military Police Brigade, así como los servicios médicos de la base.

Por su parte, el sector español daba directamente a la avenida principal llamada LULÚ, y estaba separado del muro del vecino Hospital Universitario de Najaf, un imponente edificio de 7 plantas desde el que se dominaban todas las instalaciones de la Coalición, por el edificio sede de la CPA, donde estaba a su vez una sección de la B Company del 711st Signal Battalion, y sumados a ellos, 8 empleados de la empresa Blackwater que daban directamente seguridad a los miembros de la CPA.

A las 7:00 de la mañana del día 3 de abril se tienen las primeras noticias de una posible acción norteamericana en la zona cuando se presenta en la base la esposa de Al-Yaqubi para preguntar por su marido. No es hasta tres horas más tarde cuando el Cuartel General de Bagdad (CJTF-7) emite un comunicado donde confirma que se ha realizado una operación durante la noche, pero no aporta nada nuevo al respecto ni desmiente si los españoles han participado o no. No hace falta, puesto que la CNN y otros medios ya hablan de una acción española culminada con la exitosa detención de Al Yaqubi. La suerte está echada.

El propio Muqtada Al-Sadr insta a sus seguidores a no responder con manifestaciones, pues éstas son inútiles, y les anima a utilizar “otras vías” para “aterrorizar a sus enemigos”. A lo largo del día empieza a concentrarse gente en la puerta principal de Base Al-Andalus que da a la mencionada Ruta LULÚ. Pese a la cincuentena de efectivos antidisturbios enviados por la policía iraquí, éstos no son suficientes para amedrentar al más de millar de seguidores de Al-Sadr que se han concentrado frente a las instalaciones, y la tensión casi se puede cortar con un cuchillo. De forma completamente incomprensible, el Jefe de la policía iraquí junto con su segundo acuden a la base a despedirse, ya que “entienden que deben ir a Bagdad a explicar la situación”. La policía iraquí se queda así sin mando ni coordinación de golpe, dejando la ciudad a merced del Ejército del Mahdi. Por la noche los ataques con morteros y las ráfagas se recrudecen, teniendo a todo el personal en máxima alerta. En la cercana Base Tegucigalpa donde hay acantonadas principalmente tropas hondureñas, también comienzan a sufrir el acoso de las milicias chiíes

-PRIMERA SANGRE

A primeras horas de la mañana del día 4 llega a través de la puerta principal de la Ruta LULÚ y procedente de Base España en la cercana población de Diwaniya, el relevo de la sección de VEC’s del RCLAC Farnesio al mando del Capitán Placer. Cruzan a través de los efectivos de la policía iraquí que parecen más una banda que otra cosa, dada la precariedad de su uniformidad y su actitud pasota.

Una vez dentro y mientras preparan el relevo, se empiezan a oír los primeros disparos. Nada inusual esos días. Lo inusual llega sobre las 11:40 cuando uno de los recién llegados, el Sargento Vergara, es informado por un soldado de que “hay gente corriendo por ahí”. Al asomarse contempla atónito a un grupo de personas armadas, algunas uniformadas, que vienen corriendo por una zona prohibida. Sin dudarlo se dirige hacia ellos encañonándolos con su G36-E, seguido por el Cabo Primero Molero y los soldados San José e Isidro, e instándolos a tirarse al suelo. Uno de ellos a duras penas le informa que es un intérprete que trabaja para los españoles, y cuando se da cuenta, reconoce a los policías que había en la puerta para disuadir a los manifestantes. Esto pinta mal.

Los disparos ya no son esporádicos, sino algo más serio, y desde las azoteas de la zona salvadoreña los “guacamayos”, que era como apodaban los españoles a los soldados centroamericanos, comienzan a disparar ráfagas de M60. Cuando un Capitán norteamericano cae muerto en una de las azoteas se tiene constancia que el hospital contiguo ha sido tomado por francotiradores enemigos.

“¡A los vehículos!” grita el Capitán Placer, y nadie pierde un segundo. El Ejército del Mahdi intenta asaltar la base. Todo el personal de la base acude a sus puestos para participar en la defensa y tanto los VEC de Placer como los BMR de Guisado toman posiciones cubriendo todos los flancos. Se da la situación de que de los cuatro BMR de la sección de Guisado, sólo a uno le funciona la pequeña torre con la ametralladora de 12,70 mm, por lo que sus tripulantes emplazan ametralladoras ligeras en el techo y contribuyen así a la defensa.

Las noticias van llegando con cuenta gotas. El Ejército del Mahdi se ha hecho con la ciudad. El edificio de la Gobernación ha sido tomado, así como el Cuartel General del ICDC (Iraqui Civil Defense Corps) donde han desertado más de 200 personas dejando tirados a sus instructores salvadoreños. Las comisarías de policía de la ciudad han sido abandonadas, dejando su armamento y vehículos disponibles para los milicianos de Al-Sadr. La ciudad se convierte en un caos y es entonces cuando se tiene conocimiento que los instructores salvadoreños han sido aislados y se han hecho fuertes en el edificio del ICDC y en la cárcel de la ciudad que está adosada al primero, donde a duras penas contienen a los asaltantes que les acosan. Una cuarentena de iraquíes permanecen con ellos, pero temiendo su deserción y “pase” al enemigo, los salvadoreños deciden desarmarlos, por lo que en esta lucha están solos.

Poco a poco llega lo inevitable y finalmente se da la orden: “Fuego a toda persona armada”, y hasta el Coronel Asarta acude a un parapeto con su G36-E. Por encima del ruido de las ametralladoras y fusiles suenan imponentes las descargas de los 25 mm de los VEC en peines de a tres. Los asaltantes empiezan a caer por doquier, aunque siguen disparando sus AK’s y alguna granada RPG hacia la base sin dejar de intentar el asalto. En ese momento aparece una furgoneta blanca a toda velocidad que se para delante de la puerta principal para descargar gente armada con el atuendo típico de los del Ejército del Mahdi. No lo logra. Desde el VEC del Sargento Vergara sale una ráfaga corta y precisa que hace estallar la furgoneta convirtiendo sus restos en una tea. Por un momento toda la atención se ha centrado en ese incidente, y como activados por un botón, todo el mundo pide asignar blancos a los VEC convirtiendo el tráfico radio en un ruido continuo. A la furgoneta le sigue la cabina de un camión desde el que se hace fuego y que es literalmente volatilizada; tras el camión diversos parapetos desde el que se han localizado lanzamientos de RPG. Un solo impacto de un de estos cohetes puede destruir uno de los blindados, por lo que no es algo como para tomárselo a risa. Tras ello caen ventanas de edificios, más posiciones y enemigos localizados, y por último aparece un grupo de diez milicianos armados que intentan protegerse detrás de la destrozada furgoneta blanca. La imagen se repite y el grupo es literalmente desintegrado por una ráfaga de 25 mm del VEC de Vergara. Tras esto parece que la milicia decide pensárselo mejor, y sin dejar de hostigar a las posiciones de la Coalición, parecen menguar el ataque. El tiroteo continúa, pero parece que su intensidad ha disminuido.

-REFUERZOS

Desde Base España, en Diwaniya, el General Fulgencio Coll indica al Coronel Asarta que deben dosificar el gasto de munición, ante una posible situación de sitio, e igualmente se empieza a solicitar el envío de refuerzos propios y de otros miembros de la Coalición.

Así, tras dos horas de combate aparecen en el cielo dos helicópteros Apache norteamericanos que empiezan a limpiar las azoteas y alrededores de los edificios colindantes. De pronto se centran en una casa y comienzan a disparar hasta reducirla literalmente a escombros. Los soldados de la base se quedan atónitos ante tanto espectáculo pirotécnico.

También están disponibles dos F-16 de la USAF. Desde Bagdad se indica que su objetivo es bombardear el cercano hospital donde los francotiradores del Ejército del Mahdi hostigan a la base de la Coalición, pero el Mando español se niega de forma rotunda. Destruyendo esa infraestructura privaría a la ciudad de su mejor hospital, y su misión es precisamente reconstruir y no destruir aunque las circunstancias del momento parezcan decir lo contrario. Este hecho trajo más tarde consecuencias, ya que el propio General norteamericano Ricardo Sánchez pidió explicaciones personalmente al General español Coll sobre por qué no se había permitido el bombardeo, señalando que esa decisión había puesto en serio peligro la defensa de la base, dado que el hospital era un puesto perfecto de tiradores que ponía en peligro a todos los efectivos de la base española.

Y mientras esto sucede, tres helicópteros Blackhawk aterrizan en la base desembarcando a unos treinta Rangers y algunos Green Berets para reforzar el perímetro. Al poco tiempo llegará otra treintena más a bordo de más Blackhawk’s. A su vez, tres pequeños helicópteros de Blackwater acuden a apoyar a sus compañeros que se defienden en la azotea del edificio de la CPA. También, a lo largo de la noche llegará a la cercana base hondureña Tegucigalpa un subgrupo ligero del US Army integrado por una compañía de blindados Bradley, un escuadrón de Caballería, una compañía de Transmisiones, cuatro helicópteros Apache, dos Blackhawk y una sección de Policía Militar que se pondrán a las órdenes del general español Coll. La situación dentro de Al-Andalus parece más tranquilizadora a medida que van llegando unidades.

Con la aparente falta de empuje de los asaltantes, desde la zona salvadoreña se decide enviar refuerzos a su sección sitiada en la ciudad. Así, los españoles contemplan atónitos cómo los soldados hispanoamericanos marchan en perfecto orden hacia donde están sus compañeros, derrochando un valor difícilmente superable. A la falta de medios le suplen con unos excelentes movimientos tácticos propios de unas tropas ya fogueadas en combate en las selvas centroamericanas. Desde ese momento nadie les volvió a llamar “Guacamayos”. “Son una roca” se refirió posteriormente un soldado español definiéndolos.

– Sección BMRs de GUISADO, donde los españoles tuvieron su particular escena de “Black Hawk derribado” avanzando con sus BMR por las calles de Nayaf repletas de milicianos.

Sin embargo, la realidad se hace evidente y estos rescatadores quedan a su vez aislados al poco de salir, aunque consiguen hacerse fuertes en una intersección. Ante estos hechos, el Mando español decide enviar a la sección de BMR de Guisado para rescatar a unos y otros. Así, sin pensárselo dos veces, la sección de cuatro BMR rompe el cerco exterior para adentrarse en las calles de Najaf. Tras contactar con la sección de salvadoreños que habían salido a por sus compañeros, se aseguran que están bien fortificados y se decide ir a por los que llevan más tiempo en la cárcel de la ciudad. El avance de los vehículos es muy escrupuloso, parando en cada esquina, cubriendo los flancos en cada cruce mientras avanza el resto. El tiroteo es continuo, sobre todo reciben fuego desde los tejados, y va haciendo cada vez más difícil el avance de los blindados. Los soldados que viajan dentro de los blindados van pasando sus cargadores a sus compañeros asomados por las escotillas, a medida que estos van terminando su propia munición. Pero no tienen tiempo que perder. Se sabe que entre los salvadoreños hay heridos y tal vez muertos, y que el grupo está dividido entre el edificio de la cárcel y la sede del ICDC, que apenas están separados por unos metros. Aparte, algunos soldados salvadoreños han tomado posiciones exteriores a los edificios, y han ido quedando poco a poco aislados entre ellos y su propia unidad.

Guisado ve clara la situación. No puede recoger uno a uno a los soldados dispersos que se defienden como pueden. Así, decide tomar posiciones con los BMR en el primer cruce cubriendo calles y tejados mientras los cansados soldados salvadoreños van saliendo de sus precarios parapetos. En el siguiente cruce repite la maniobra, y de esta manera los salvadoreños pueden ir poco a poco acercándose al núcleo de defensa en la cárcel.

Finalmente consiguen llegar a donde está el grueso de soldados centroamericanos, y comprueban que la mayor concentración de fuego enemigo proviene de tres edificios enfrente de la cárcel. Tras batirlos con sus armas pesadas y cubrir a los salvadoreños que van llegando, entran con sus vehículos en el patio de la cárcel donde les llega la mala noticia. Los salvadoreños han sufrido un muerto en un combate cuerpo a cuerpo. Al parecer, al joven soldado Natividad Méndez Ramos de 19 años, le falló su M16 en el momento más crítico. Carecía de balloneta, pues no se habían repartido, y esto resultó fatal. Aparte también tienen al menos cinco heridos, con al menos uno de ellos grave al explotarle cerca un RPG. Deciden embarcar primero a los heridos, y puesto que no pueden llevar a todos en el mismo viaje, Guisado da su promesa de que volverá a por el resto y a llevarse el cadáver de Natividad en el siguiente viaje.

En ese momento aparece otro contingente hondureño que intentaba llegar a Base El Salvador a bordo de tres Humvees y ante el acoso continuo decidieron unirse a sus compañeros del ICDC. Lo que para los hondureños es la salvación, para los españoles es un nuevo problema, ya que los Humvees en los que han llegado carecen de blindaje. Aún así, Guisado organiza una columna con los todoterreno intercalados entre sus blindados y reemprenden la marcha, rompen el cerco exterior de sitiadores y vuelven a adentrarse en las estrechas calles donde reciben fuego de todas partes. Se centran principalmente en la azoteas y van cubriendo con su blindados en los cruces a los más vulnerables Humvees. Cuando llegan a donde el primer grupo de salvadoreños comprueban que éstos están a punto de ser desbordados, por lo que se paran a apoyarles con sus fuegos el tiempo necesario para descargarles algo la presión y restablecer sus posiciones originales. Finalmente, y tras romper nuevamente el cerco que rodeaba a la base española, consiguen entrar por la puerta Baker sin lamentar más bajas, descargando a los heridos en el centro médico salvadoreño.

Sin embargo, Guisado es consciente que aún queda gente para recoger, y pese a que desde el Mando le piden que delegue la misión en otro, éste les responde con un lacónico “he dado mi promesa de que volvería”, con lo que tras remunicionar y repostar a su personal y vehículos, vuelve a repetir el itinerario anterior.

Al llegar al primer cruce donde se apostaron los salvadoreños que habían salido a pie, comprueba que están en situación muy delicada y con un herido grave, por lo que decide parar los vehículos y darles nuevamente apoyo de fuegos. Una vez reconstituida la posición de los centroamericanos, Guisado reemprende la marcha con la promesa de recogerlos a la vuelta.

De camino a la cárcel se encuentran con dos vehículos ocupados por iraquíes que comienzan a dispararles. Las tripulaciones españolas les devuelven el fuego ahuyentando a los atacantes que se retiran con sus coches convertidos en coladores. Llegado al último cruce se encuentran nuevamente rompiendo el cerco que rodea a los salvadoreños. Entran a toda prisa en el recinto ya que no hay tiempo que perder. Guisado se dirige al Capitán salvadoreño: “Vengo a sacarles de aquí. Tenemos que montar el convoy para salir cuanto antes”. Los salvadoreños y unos treinta y ocho iraquíes del ICDC que permanecieron con ellos montan en varios todoterreno y dos camiones, que son intercalados entre los BMR de Guisado. Llegan los dos Apache que sobrevuelan la zona para darles apoyo, y con su llegada se percibe el alivio en todos. Nada más salir del recinto el convoy para, y mientras los BMR baten los tejados, uno de los Apache destroza un edificio con su potente cañón de 25mm. Los salvadoreños desplegados defendiendo el perímetro aprovechan entonces para subirse a los vehículos del convoy y nuevamente se pone la columna en marcha.

Al llegar a la intersección con la Ruta LULÚ paran para recoger a los otros soldados salvadoreños como prometió. El fuego es muy intenso y uno de los Humvees salvadoreños sale huyendo seguido de un camión en dirección a Base Al-Ándalus (“la tensión les pudo”, le dijo el Subteniente salvadoreño al Alférez Guisado cuando posteriormente fue a disculparse avergonzado por este acto). Finalmente el convoy consigue llegar hasta la base española, donde rompe otra vez el cerco y entra felizmente al recinto nuevamente por la puerta Baker. Cuando detienen los vehículos son varios los salvadoreños que se echan encima de Guisado llorando y dándoles las gracias por lo que ha hecho por ellos. El gesto se repite con todos los españoles que habían participado en la aventura, y es que ambas tropas se habían convertido en “hermanos de sangre”.

En cuanto se les dio permiso para luchar, los soldados españoles demostraron que sabían hacerlo como el que más, y así, esta “generación del Yogur” acalló los rumores de cobardía que circulaban entre los demás ejércitos de la Coalición. La BMNPU II dejó de ser llamada “Winnie The Pooh II”.

Poco después llega el jefe de Guisado, Capitán Vílchez, desde Base España con una columna de refuerzo con municiones y pertrechos. El orgullo que siente por su subordinado es evidente y delante de todo el mundo lo abraza y felicita por su gesta que encima no ha costado ninguna vida de los suyos. No sería la última recompensa, la posterior felicitación del Coronel Asarta y del General Coll se vio finalmente materializada en una de las seis Cruces al Mérito Militar con Distintivo Rojo (de guerra) que se otorgaron en Irak, “por su acción de mando, serenidad o iniciativa frente a las fuerzas hostiles, la acertada dirección o empleo de las fuerzas a su mando, así como el inteligente y eficaz cumplimiento de la misión encomendada”. Otras dos más se concedieron por los hechos de ese día. Una al propio Coronel Asarta por organizar la defensa de la base, y otra al Sargento Vergara por su brillante actuación a bordo de su VEC.

Hacia las 19:00 hrs se reanudan los disparos desde el Hospital de Najaf. Otra vez son los francotiradores del Mahdi y hay que desalojarlos. De esta misión se encarga una sección salvadoreña que ocupa el hospital planta por planta en un CQB que dura hasta las 22:30 hrs. Los salvadoreños detuvieron a seis “civiles” y se quedaron apostados en el hospital reforzados más tarde por españoles, probablemente algunos de los miembros del MOE llegados desde Base España a lo largo de la tarde.

Entrada la tarde van acallando las armas y las ambulancias de la Media Luna Roja se emplean a fondo en la explanada frente a la base. Como si no hubiera ocurrido nada, el tráfico se restablece y apenas se detienen a curiosear los restos de la furgoneta quemada cuyo carbonizado conductor es visible dentro.
Pero aún no habían terminado los sustos. El pelotón de Caballería del Sargento Velicia con dos VEC y un BMR realiza un par de escoltas entre la Base Al-Andalus y Base Tegucigalpa, llevando heridos y personal médico de ida y suministros y munición de vuelta. Los soldados sienten un cúmulo de sensaciones. Mientras que en el ambiente aún se huele la cordita de la pólvora, los niños juegan en los descampados y el tráfico parece el de todos los días. Parece algo irreal.

Cuando están a la vuelta del segundo viaje que ya realizan en la oscuridad de la noche, en un sitio con dos curvas cerradas perfectas Velicia decide que la columna las atraviese recta sin tomarlas, ya que piensa que es el sitio ideal para una emboscada y no desea reducir la velocidad del convoy. No se equivoca: dos granadas de RPG vuelan por donde tendrían que haber pasado los vehículos, una a tan sólo dos metros del blindado de cabeza, y la otra entre éste y el BMR que le seguía. Aún con el susto en el cuerpo y tras el habitual tiroteo, regresan a toda velocidad y sin más novedad a Base Al-Andalus. Dos días más tarde cuatro soldados norteamericanos murieron tras ser atacado el Humvee en el que viajaban en ese mismo punto.

CONCLUSIONES

Por parte de la Coalición, fueron evacuados por medio de helicópteros un total de diez salvadoreños y un norteamericano herido en la misma azotea que murió su capitán. Milagrosamente no ha habido ninguna baja española.

Por parte de los iraquíes los datos son muy confusos, hablándose de entre veinte a setenta muertos, y más de doscientos heridos, aunque las cifras pueden ser mucho mayores dada la intensidad de los tiroteos dentro de la ciudad. Por poner un ejemplo, uno de los tiradores selectos españoles del MOE apostados en las azoteas aseguró haber realizado doce disparos con un total de… doce aciertos. También se emplearon a fondo las otras fuerzas en el recinto de la base. Algunos miembros de Blackwater contribuyeron decisivamente a la defensa, aunque parece ser que también protagonizaron –sólo alguno– algún episodio luctuoso disparando a civiles e incluso a una ambulancia. Añadir que la situación era caótica donde toda la ciudad apoyaba a la insurgencia y donde incluso niños transportaban la munición de los insurgentes y donde vehículos civiles los transportaban en sus cambios de posición. Inestimable fue la ayuda del equipo ANGLICO norteamericano (Versión de los Marines y la Navy de los FAC o Controladores Aéreos Avanzados del Ejército y la Fuerza Aérea. Su misión es coordinar los ataques aéreos) que llegó entre los primeros refuerzos, que se pasó posteriormente diez días sin abandonar la azotea desde la que cumplían su misión.

Durante la madrugada del día 5 siguieron los ataques esporádicos de mortero, y tiroteos dentro de la ciudad, pero la guarnición española ya había superado la prueba. Sin embargo, la batalla del día 4 marcó un antes y un después de la intervención española en Irak. En los quince días que siguieron, la guarnición española de Najaf tuvo que soportar veintiún ataques más siendo rechazados todos con numerosas bajas entre los atacantes, pero eso ya son otras historias, pero no menos meritorias como por ejemplo la del soldado Trejo (Cruz al Mérito Militar con distintivo Rojo):

“El día 7 de abril, Base España está siendo atacada con fuego de mortero y ametralladora.
En la “garita de los palmerales”, cerca del helipuerto, se encuentra de guardia el soldado Trejo.
Desde allí avisa al teniente Merino y le comenta que a unos 50 metros de la valla están disparando contra él. Los impactos de mortero y RPG están incidiendo a su alrededor, la metralla se incrusta en su puesto. Tres furgonetas pick-up están intentando neutralizar su torre para destruir los helicópteros que están en la pista.
Trejo no lo duda, debe repeler ese ataque con lo que tiene, su fusil.
Ha localizado perfectamente desde dónde le están haciendo fuego y vacía un cargador disparando tiro a tiro, con sangre fría, contra los agresores.
El soldado español se oculta en la garita utilizando ésta de parapeto. Alterna ocultarse, disparar e informar a sus superiores al tiempo que aprovecha también para municionar su fusil.
Al observar los atacantes la reacción del soldado, y que con ella no pueden alcanzar a los helicópteros, abren fuego con el propósito de eliminarlo…
…Para reforzarlo se movilizan dos VEC que están haciendo una patrulla exterior. Tardan 15 minutos en empezar a batir con sus cañones los orígenes de la agresión.
Durante esos 15 minutos, el soldado Trejo, ha estado solo, en mitad de la noche, haciendo frente a un número indeterminado de enemigos pertrechados con todo tipo de armas.”.