Treinta y cinco bautizos, primeras comuniones y confirmaciones. Eso es lo que el páter de la Brigada Paracaidista Francisco Muñoz oficiará en los próximos meses en la provincia afgana de Badghis. Los militares españoles en Afganistán se rinden a Dios en tierras donde a los cristianos se les considera «infieles» y a pesar de la crisis generalizada de fe que existe en nuestra sociedad.
El padre Francisco rebate esto último. «No hay una crisis de fe, sino de forma de fe. Fallan las formas de la Iglesia y el clero para acercarse a la gente de a pie», declara. Por esta regla de tres, entonces es mérito suyo, y de nadie más, que tantos militares se acerquen a Dios cuando están en una misión internacional. De hecho, el cura Francisco arrasa allá donde va. Hace cuatro años consiguió que 37 soldados se bautizaran o hicieran la primera comunión en Afganistán. Y hace dos en el Líbano, fueron cincuenta y cinco los que mostraron su fe.
«Yo soy un sacerdote muy normal. Esto también lo hace cualquier cura de pueblo«, afirma el capellán, restando importancia a sus dotes movilizadoras, aunque también admite que no conoce otro cura militar que haya batido sus mismos récords. «Dios me ha dado el don de caer bien», argumenta con humildad.
La mayoría de militares destinados en Qala-e-now, la capital de Badghis, afirman que «el páter es un cachondo mental«. Eso, sin duda, gusta y, por lo que explica el sacerdote, algo de razón tienen. El padre Francisco cuenta que el año pasado, a sus 54 años, hizo el curso de paracaidista porque un militar le prometió que se bautizaría si él asistía al curso. «Fue una experiencia religiosa porque se reza mucho», recuerda el capellán de las clases de salto en las que incluso resultó lesionado. «Hay que ser un descerebrado para hacer el curso con esa edad», admite ahora el religioso, que relata que, cuando acabó las clases, le dijo al militar que le había metido en aquel embolado: «Si tienes fe o no tienes fe, me da igual, ¡pero ahora tú te bautizas!».
Oriundo del pueblo extremeño de Ribera del Fresno y capellán desde 1983, el padre Francisco se hizo cura militar hace doce años. «Yo siempre quise ser misionero, monje o mártir, y me quedé en militar, que también empieza por ‘m’ y tengo algo de los tres», opina. El sacerdote no cree que la razón que lleva a los militares españoles a rendirse a Dios cuando están en una misión internacional sea que ven la muerte cerca. «Si fuera así, eso no sería de ser un tío con pelo en el pecho», justifica. «El español normal es discretamente religioso», expone el cura, «y aquí, en Afganistán, hay más tiempo para reflexionar«. Según él, eso contribuye a la fe.
El páter considera que no es una contradicción que un creyente mate a otra persona. «Santo Tomás de Aquino decía que el hecho de defender tu vida puede causar la muerte de un agresor que no deseas», relata. «Y un militar no es militar para matar a nadie, sino para defender la vida, el derecho y la libertad».
El padre Francisco se mueve por la base de Qala-e-now con uniforme militar, pero no lleva arma aunque, según las Convenciones de Ginebra, la podría llevar. «He disparado alguna vez, pero no tiene sentido ir armado», manifiesta. «Si la situación está tan mal que el cura se tiene que poner a pegar tiros, te vas al carajo. ¡Significa que de ahí no te salva nadie!», comenta.
El cura asegura que su misión en Afganistán es «hermosa» porque es «el psicólogo del corazón». Y porque se supone que la fe mueve montañas.
Fuente: El Mundo