Inmersos en una gravísima e interminable crisis económica, que también lo es ya social e incluso moral, cunde en nuestro país un desánimo generalizado. Una situación que en muchos aspectos recuerda, según apunta más de uno, a la de finales del siglo XIX y que pone en entredicho nuestra valía como sociedad y como nación. Es en este punto cuando se hace necesario recurrir a la historia y recordar hechos protagonizados por nuestros padres con el ánimo de no caer en el abandono moral que empieza a respirarse por doquier.
Voy a recordar, hoy, a unos hombres que hace 70 años lucharon en Rusia contra la tiranía soviética a sabiendas que la sola mención de este hecho apartará a más de uno de su lectura. Una vez más, las prevenciones políticas -de ahora y de antes- no nos permiten rememorar y recordar como debiera ser una de los episodios bélicos más honrosos de nuestra historia reciente y lejana. Unas acciones que son muestra indubitada de lo que son capaces los españoles en las condiciones más adversas. Y que hasta los más opuestos ideológicamente al ideal por el que lucharon los divisionarios reconocerían si se desvistieran de prejuicios políticos.
Recientemente se han cumplido 70 años de la durísima batalla que tuvo lugar en una ciudad rusa llamada Krasny Bor, a escasos 100 km de la actual San Petersburgo, en la que fuerzas de la División Española de Voluntarios, más conocida como División Azul, contuvieron el ataque de fuerzas soviéticas muy superiores en número.
En efecto, la historia de España y de sus ejércitos es muy larga; sin embargo, no aventuro nada falso si les digo que no se encuentran en ella episodios, bien sean victorias o derrotas, en los que nuestras fuerzas armadas hayan tenido NUNCA que hacer frente a una ofensiva tan brutal y devastadora como la que sufrió la División Española el día 10 de febrero de 1943. Ese día, cuatro Divisiones del ejército soviético -33.000 hombres- apoyados por 800 piezas de artillería atacaron en tromba las posiciones defendidas por apenas 2.000 soldados españoles de la División Azul. Y fracasaron. La voluntad de vencer de los divisionarios se impuso y los mandos soviéticos detuvieron la ofensiva reconociendo la inutilidad de proseguir con el ataque.
Reitero que fue una gesta tan grandiosa y heroica, como obviada y olvidada en nuestro país. La adscripción política de sus componentes ha producido el rechazo a su recuerdo por casi todos; sin duda cuando pasen los años y esa perspectiva quede en la anécdota, el pueblo español conocerá y será capaz de reconocer lo que sucedió allí.
Hoy no es así. Casi nadie sabe lo que pasó en Krasny Bor.
Pero hoy escribo, en el mismo contexto, para relatar que en el durísimo frente oriental de la 2ª guerra mundial -donde se decidió realmente el devenir de la derrota de Alemania- también hubo participación de nuestros pilotos del ejército del aire.
Si, como decía antes, el desconocimiento de lo ocurrido en el frente terrestre es generalizado la historia de nuestros aviadores es, si cabe, aún más desconocida e ignorada. Llama la atención esta circunstancia toda vez que la bibliografía existente -española y extranjera- sobre la División Azul, es una de las más amplias que se pueda encontrar sobre una única unidad participante en la 2ª guerra mundial; pero referida casi exclusivamente al aspecto terrestre de la contienda. Poco es lo escrito sobre la participación aérea española.
En efecto, a partir del 27 de julio de 1941 y hasta el mes de marzo de 1944 un total de 89 pilotos de combate españoles formando lo que se conoce como “la Escuadrilla Azul” combatieron contra el enemigo soviético en unas condiciones harto difíciles y con una eficacia digna de recordarse. Basta recoger de los archivos el dato real de los 169 aviones soviéticos derribados, 4.944 servicios de guerra y 611 combates aéreos.
Sin duda desde el punto de vista numérico puede considerarse que la entidad de esta participación es desde luego ínfima si la comparamos con la terrestre; claro que al constatar que fueron 22 los pilotos desaparecidos en combate nos damos cuenta que los caídos fueron casi uno de cada tres lo que nos da un porcentaje ciertamente elevado. Añádase a esto el hecho de constatar que dieciséis de sus pilotos fueron condecorados con la medalla militar individual lo que da fe del heroísmo demostrado.
La Escuadrilla española no combatió en la misma zona que sus compañeros del ejército que luchaban en el norte, sino que lo hizo en la zona central y participó en la denominada Operación Tifón del asalto final a Moscú. El por qué de esta circunstancia tiene su explicación en la voluntad de nuestros pilotos de entonces de participar en los aspectos más arriesgados de la lucha en el aire: La aviación de caza; sin duda el carácter de aquéllos hombres les empujó a ello.
No quiero extenderme dando nombres de los componentes de aquellas acciones de guerra -sería extenso- pero sí dejar constancia que en los frentes más duros de combate de la segunda guerra mundial hubo pilotos españoles que dejaron el nombre de España muy alto y es de justicia el recordarlo.
Hoy leo el conflicto social en el que se encuentra nuestra compañía aérea de transporte Iberia, lo que me lleva a recordar a muchos de los pilotos que lucharon en Rusia, pues muchos de ellos fueron al acabar la contienda los principales pilotos pioneros de dicha compañía.
Y he dicho que no nombraría a ninguno de los participantes en las filas de la denominada “Escuadrilla Azul” pero me tomo la licencia de siquiera recordar a uno. Lo hago por razones obvias y cercanas. Hace ahora 70 años que en los cielos de Rusia un joven Alférez piloto de 22 años luchó por una España mejor y cayó en combate aéreo a los mandos de un Focke Wulf 190. Fue en las cercanías de un pueblo denominado Nikolskoje y su cuerpo nunca fue recuperado.
Se llamaba Luis Chicharro y Lamamié de Clairac.
Fuente: Republica