La «cuestión ucraniana» está acompañando al equilibrio geopolítico euroasiático desde la caída de la Unión Soviética, en los inicios de los años 90 del siglo pasado. Al ser Ucrania un pivote geopolítico frente a dos jugadores geoestratégicos fronterizos, la UE y Rusia, su alianza o posición favorable con uno de ellos corre el peligro de proporcionarle tal nivel de poder respecto al otro que rompe el equilibrio estratégico de seguridad.
Las revueltas en Ucrania comenzaron el pasado 21 de noviembre, como consecuencia de la decisión de su Gobierno de suspender la firma del Acuerdo de Asociación con la Unión Europea (UE) que ya llevaba varios meses de preparación. Este giro, considerado como un acercamiento a Rusia, desató manifestaciones multitudinarias de la oposición, particularmente en Kiev, sin precedentes desde la revolución pro occidental del año 2004. Ayer domingo, la oposición pedía al presidente, Víctor Yanukóvich, que dimita y convoque nuevas elecciones.
Según el presidente ucraniano, el acuerdo con la UE no se firmó como consecuencia de la actual situación económica de Ucrania, de las presiones del presidente ruso, Vladimir Putiny de las condiciones que le ponía la Unión Europea que no eran viables. Entre dichas condiciones se halla la liberación de la opositora y ex primera ministra, Yulia Timoshenko,encarcelada por «abuso de poder».
Ucrania es un importante espacio del tablero euroasiático. En realidad, es un pivote geopolítico porque su propia existencia como país independiente está ayudando a transformar a Rusia. Sin Ucrania, Rusia deja de ser una gran potencia euroasiática. Una Rusia sin Ucrania podría volver a ser gran potencia pero se convertiría en una gran potencia predominantemente asiática sujeta a posibles conflictos con los países de Asia Central.
Sin embargo, si Moscú vuelve a hacerse con el control de Ucrania, con sus 45 millones de habitantes y con sus importantes recursos, además del acceso al mar Negro, Rusia volverá a contar automáticamente con las suficientes capacidades como para convertirse en una gran potencia, por encima de Europa y de Asia.
Por otro lado, la pérdida de la independencia de Ucrania tendría consecuencias inmediatas para Europa Central, al transformar a Polonia en el pivote geopolítico de la frontera oriental de una Unión Europea. En este sentido, la UE está buscando, dentro de su programa de Asociación Oriental, un aumento de relaciones comerciales y un acercamiento entre el bloque comunitario y sus vecinos del este, entre los que se encuentra Ucrania como país más importante y emblemático. Los otros países son Bielorrusia, Moldavia, Azerbaiyán, Armenia y Georgia.
En esta crisis ucraniana es preciso distinguir dos escenarios. El primero, es el propio problema interno de profunda división de la sociedad ucraniana. El alma ucraniana está dividida entre el oeste particularmente agrícola y pro europeo; y el este, industrializado, de lengua rusa y favorable a Moscú. La solución en este escenario pertenece y se encuentra en el propio pueblo ucraniano al que tanto Rusia como la Unión Europea debieran facilitar puntos de convergencia.
El segundo, es el escenario exterior, donde la pugna entre la Unión Europea y Rusia acerca de Ucrania, los rusos buscando su integración en la unión aduanera euroasiática en la que ya participan otros países de la antigua Unión Soviética como Bielorrusia y Kazajstán, y los europeos pretendiendo que ingrese en la Asociación Oriental citada constituye, en realidad, una dura lucha geopolítica respecto a la esfera de influencia sobre Ucrania.
Las Autoridades ucranianas están jugando a tres bandas. Por un lado, anuncian que envían una delegación a Bruselas para seguir negociando algunos aspectos del acuerdo. Por otro, han iniciado conversaciones con Moscú para lograr una reducción de la tarifa del gas y préstamos favorables. Por último, el presidente se ha desplazado a Pekín, al objeto de conseguir ayuda económica.
El viaje del presidente a Pekín está relacionado con la crisis económica que padece Ucrania. Según la agencia Reuters, el Estado ucraniano necesita 12.500 millones de euros para hacer frente a sus vencimientos de deuda para 2014. A China le interesa Ucrania por dos importantes razones. La primera, por su gran potencial agrario, en el que ha firmado un acuerdo recientemente. La segunda, desde el punto de vista geopolítico. Mientras Rusia está ocupada en su occidente, prestará menos atención al lejano oriente ruso, fronterizo con China y el Pacífico.
Sin embargo, China no tiene con Ucrania el mismo tipo de relación que tienen la Unión Europea o Rusia. Es verdad que, en los últimos 20 años, Rusia ha visto como la UE está ampliando su frontera hacia el este pero también es cierto que la UE sigue siendo una importante opción para Ucrania. La prevista visita a Kiev de Catherine Ashton, la jefa de la diplomacia europea, esta semana, para apoyar una salida a la crisis política, así lo demuestra.
La cuestión ucraniana añade un punto de fricción más a las ya difíciles relaciones entre Bruselas y Moscú existentes en las últimas dos décadas materializadas, principalmente, en el rechazo europeo a la violencia rusa en el conflicto de Chechenia, en el año 1994; en las diferencias respecto al enclave de Kaliningrado, en el año 2002; en la suspensión temporal del flujo de gas a algunos países comunitarios, en el año 2009; o en la actual guerra de Siria con el apoyo ruso al régimen de Bachar al Asad, en tanto que la UE se postula por su dimisión.
La alternativa más adecuada debiera ser que la Unión Europea siguiera las negociaciones con Ucrania siendo más activa y eficaz en aras de firmar el Acuerdo de Asociación ofreciendo unas condiciones más favorables sin dejar de ser aceptables en el entorno democrático europeo, al mismo tiempo que Rusia continuara con las relaciones comerciales con Ucrania, en estrechos lazos con su unión aduanera. Ucrania permanecerá siendo el pivote geopolítico euroasiático, a modo de estado tapón, actuando como zona amortiguadora entre la UE y Rusia. De este modo, se mantendrá el equilibrio estratégico de seguridad en el continente euroasiático.
Fuente : AteneaDigital