A Andrés Merino se le empezaron a torcer las cosas cuando apenas le quedaban dos días de misión en Afganistán. Corría el año 2004 y la III Bandera Paracaidista Ortiz de Zárate preparaba el relevo de su primer despliegue en el país centroasiático. El Caballero Legionario Paracaidista (CLP) Merino, junto a un compañero y un cabo primero, cargaba las tiendas de campaña del despliegue en Mazar-I-Sharif en un camión que, por una desgracida confusión, se puso en marcha. «Caímos al suelo, de espaldas. Noté un ‘cloc’ y mucho dolor», relata nueve años más tarde en su vivienda de Las Torres de Cotillas.
Junto a él, las muletas con las que debe desplazarse y las radiografías que muestran el «encofrado» -seis tornillos y dos placas de titanio- realizado por los médicos en la parte baja de su columna vertebral. Pese a todo, Merino está dispuesto a plantarse andando -y en silla de ruedas- en Madrid para reclamar al ministro de Defensa, Pedro Morenés, lo que él considera justo: una pensión que reconozca su invalidez -de grado 4 según los tribunales médicos militares- y que el accidente fue en acto de servicio.
Merino, que cumplió el miércoles 37 años, saldrá el próximo sábado 14 de diciembre hacia Madrid, siguiendo el trazado de la antigua carretera nacional, desde su domicilio en Las Torres de Cotillas, donde reside con su mujer, Lara, y sus seis hijos, incluyendo dos gemelas de apenas un año de edad que no paran de enredar con las radiografías e informes médicos que despliega ante el redactor. «Hay un informe de noviembre de 2004 en el que se me rebaja de marchas, saltos, conducción… Sin embargo, solo en 2007 participé en 14 ejercicios Alfa, es decir, en maniobras», relata. Un tribunal médico le dio a los seis meses de volver de Afganistán una clasificación de apto con limitaciones, lo que le hizo ser baja en la III Bandera Paracaidista, una de las unidades de élite de nuestras Fuerzas Armadas, y pasar destinado a la Unidad de Formación Paracaidista, ambas acuarteladas en Javalí Nuevo.
«Me tomaba los miolastanes a pares, como el ibuprofeno», explica recordando aquéllos años de peregrinación por distintos servicios médicos. Cuando cierra la Unidad de Formación Paracaidista, Merino es destinado a Viator, Almería, a la Bandera del Cuartel General de la Legión. Es agosto de 2011 y apenas tres meses después, el infortunio vuelve a cebarse con el CLP.
Otra caída -esta vez por las escaleras del acuartelamiento- y otro golpe en la misma zona lo obligan finalmente a pasar por el quirófano. Dos veces, la primera en la clínica Rúber y la segunda, en enero de este mismo año, en La Vega de Murcia. Merino causa baja total en el Ejército en octubre de 2012, después de que un tribunal médico le reconociera un 16% de grado de minusvalía, derivado de sus lesiones en acto de servicio, tanto la de Afganistán como la de Almería.
Cambio de opinión
El problema es que seis meses después de dicho informe, el mismo tribunal -con los mismos componentes, según explica la abogada de Merino, Laura Pérez- emite un segundo dictamen, en el que han desaparecido las referencias a los accidentes de Mazar-I-Sharif y Viator «y se apunta a lesiones de origen desconocido».
Así que Merino se queda fuera del Ejército y sin derecho a pensión alguna. Ha optado por reclamar por la vía judicial, pero su letrada reconoce que «mientras que se resuelve el contencioso, que pueden ser unos tres o cuatro años, tendrá que vivir del aire». Pérez ha presentado -sin demasiada esperanza de éxito, dada la jurisprudencia existente- una petición de medida cautelar para que se suspenda la expulsión de Merino del Ejército. El recurso del exsoldado se centra en reconocer que las lesiones fueron en acto de servicio y no por origen desconocido, así como exigir una revisión para determinar su grado final de minusvalía, «ya que solo el IMAS está capacitado para ello, no las Fuerzas Armadas», explica su abogada.
Merino no se ha querido quedar de brazos cruzados y además de mandar una dura carta al ministro de Defensa en la que le pide una audiencia para exponerle su caso -«nos consta que el documento está circulando por Madrid», apunta- y va a echarse la mochila a su maltrecha espalda para cubrir los más de 400 kilómetros que separan la sede de Defensa de su vivienda.
«Ahora ando como mucho un kilómetro y medio y ayudándome de las muletas, así que la mayor parte del trayecto lo haré en silla de ruedas, ayudado por un amigo. Solo pido lo que creo que me merezco», señala. Merino no llega a sentirse traicionado, pero sí dolido con cómo se le está tratando. Eso sí, reconoce -con lágrimas en los ojos- que «si mañana me pidieran que me reincorporara, allí estaría». Por siempre CLP, por siempre soldado.
Fuente: La Verdad