45 militares componían el primer Equipo de Asesoramiento y Enlace (OMLT) de Infantería de Marina y el último antes de la transferencia de seguridad al ejército de Afganistán. Al mando de esta unidad, que se desplegó entre abril y noviembre del pasado año, el comandante Miguel Gallardo Fernández – Díez con el que hablamos de la misión y del futuro de este país asiático.
En una larga conversación, nos comenta que se compró un libro de gramática afgana y que, aunque su “capacidad de expresión era del 30%”, en siete meses consiguió entender el 80% de lo que se decía en una reunión militar. “Hablar dari es una llave automática para que los afganos se abran”. Charlamos sobre las dificultades de moverse en Afganistán: “un trayecto de 80 kilómetros se tarda en hacer cuatro días”. Y nos comprometemos con él a expresar su agradecimiento “a todos los que estuvieron a mis órdenes, por el trabajo realizado, por el esfuerzo, porque no se puede ir con mejores soldados a la guerra. Y a los que estuve a sus órdenes, por la oportunidad”.
¿Cómo se forma un Equipo Operativo de Asesoramiento y Enlace (OMLT)? ¿Qué tipo de profesionales lo componen?
El OMLT lo compone personal de Infantería de Marina. Nuestro trabajo es mentorizar, una palabra que no existe en castellano y que viene a ser algo más que tutorizar. Es el concepto de asesor militar clásico de operaciones especiales pero con un matiz de profesor. En nuestro caso, yo mentorizaba al teniente coronel afgano jefe del batallón. Mi trabajo consistía en realizar con él todos los procesos de planeamiento, estar con él en todos los aspectos de la vida diaria, así como darle asesoramiento en todo momento.
No existe en la estructura orgánica de ningún ejército el OMLT o el MAT (Equipo de Asesoramiento Militar), por lo tanto hay que construirlo. Un OMLT es una plana mayor de batallón sobredimensionada con las planas mayores de compañías como subordinadas.
¿Cómo es la preparación y la formación del OMLT antes de partir hacia Afganistán?
El OMLT está formado por mandos, que están todo el día conviviendo con los afganos, y por el personal de tropa necesario para dar seguridad a esos mandos. Esta es una de las problemáticas fundamentales. Porque existe la amenaza de que un infiltrado talibán en el ejército afgano cometa un atentado contra las fuerzas de ISAF. O que sean las propias fuerzas afganas las que por cualquier rivalidad o malentendido cultural acaben atacando a miembros de ISAF. Por lo tanto, el trabajo principal de la gente de tropa es dar seguridad en la mentorización.
El OMLT también acompaña a las unidades afganas en las operaciones. Así pues, es necesario tener controlado al personal de seguridad para poder actuar como una pequeñísima unidad de maniobra que está realizando una labor de apoyo de seguridad y contribuyendo a la consecución del objetivo de la unidad afgana. Así que es una unidad muy sui generis dentro de la estructura orgánica de Infantería de Marina. Para construir el OMLT, se crea una plana mayor de batallón con su proceso de planeamiento. Y hay que tener en cuenta los procedimientos tan diferentes del ejército afgano en cuanto a la administración, la gestión logística y la doctrina.
Asimismo, respecto a las cuestiones culturales, tienes que desarrollar la sensibilización hacia todos los matices religiosos y aprender a trabajar con un intérprete. Un ejemplo: a los miembros del ejército afgano no les puedes dar las órdenes a través de una presentación de Power Point. Muchos de ellos no saben leer y, evidentemente, no lo entienden. Como en Afganistán es una gran falta de educación decir que no cuando les preguntas si lo han entendido, dicen que sí y la realidad es que no saben lo que les has contado. Tienes que bajar 50 escalones, examinar y reutilizar procedimientos. Por otro lado, debemos utilizar técnicas específicas (como pueden ser los contra IED), que solo van enfocadas a lo que vas a hacer ahí en esa amenaza específica. Todo eso se une en los seis meses de preparación, junto con la integración del personal y del material, más hacer todos los cursos de conducción de vehículos que sólo están en Afganistán, y además hay que pasar la certificación de la Armada, y la certificación de la Agrupación del Ejército de Tierra.
El pasado mes de noviembre, el OMLT del que usted es comandante volvió de Afganistán tras haber permanecido allí ocho meses formando parte de la ASPFOR XXXI. ¿Cuál era su misión?
El objetivo era conseguir que el batallón afgano al cual mentorizábamos adquiriera el nivel necesario para ejecutar operaciones de forma independiente. De tal manera que la transferencia de seguridad que se hizo en noviembre permitía que el batallón desarrollara su labor sin la presencia constante de los mentores, sólo con el asesoramiento genérico y a distancia del MAT. Y se consiguió.
Cuando llegamos, nos encontramos una unidad muy desestructurada ya que se mezclan los soldados, los oficiales y los suboficiales que vienen todos de la academia de formación, cada uno de la suya, se ponen juntos, se les da un baño de cuarenta días y se les manda a la guerra a ejecutar operaciones reales en las que muere la gente. Esas unidades, que están mínimamente cohesionadas, en cuanto tienen oportunidad de descomponerse, si el mando del jefe no es el adecuado, se desmoronan. Y eso es lo que sucedió en este caso. El coronel que mandaba el kandák había sido un jefe muyahidin durante la guerra contra los soviéticos y al reorganizarse el ejército afgano, le dieron el mando de un batallón. Al carecer de la formación militar adecuada su unidad resultaba inoperante.
A nosotros nos desplegaron en el puesto avanzado de combate de Ludina y allí trasladaron a todo el kandák. Por lo tanto, los siete meses de misión han sido siete meses de construir, muy poco a poco, luchando contra los elementos.
¿Cómo es instruir a un ejército como el afgano? ¿Es la diferencia cultural un inconveniente?
El trabajo con los afganos es un desafío. Son supervivientes. Lo que no les ayuda a llegar a mañana vivo y con comida no les interesa. ¿Cómo les haces comprender que el procedimiento óptimo de ejecución de algo es el que tú le dices y no el que siguen ellos? Ellos no ven la necesidad, por ejemplo, de controlar la cantidad de munición que tienen. Piensan, “disparo y cuando se me acabe, no lo uso más y no salgo a patrullar”.
Estos conceptos tan básicos son difíciles de transmitir, pero tienen una capacidad de sufrimiento extraordinaria, una dureza tremenda, tienen muy claro que cuando quieren algo lo consiguen. Los soldados afganos cuentan con recursos que nosotros no conocemos y que descubrimos cuando estamos con ellos. Sufres un proceso de afganización. Ves como funcionan, aprendes nuevas técnicas y si funcionan las aplicas.
Ustedes fueron el primer OMLT del Tercio de Armada en Afganistán ya que, hasta entonces, la totalidad de los Equipos de Asesoramiento y Enlace pertenecían exclusivamente al Ejército de Tierra. ¿Cómo fue esta transferencia de autoridad?
No hubo una transición brusca entre Ejército de Tierra e Infantería de Marina, ya que ambos aplicamos administración y procedimientos operativos y logísticos afganos. Nosotros desplegamos y nueve días después salimos de misión 23 días, así que nos tocó acostumbrarnos pronto.
En este caso, Ludina es la punta extrema de vanguardia y el día del relevo nos atacaron. Es asombroso como la más sencilla de las tareas se convierte en una misión de horas y días porque tienes que desplegar seguridad, gente. Al hacer el relevo, nosotros tuvimos la suerte de estar tres días con los salientes, sin embargo, con los del MAT que tomó nuestro testigo tuvimos que hacer cinco pequeños relevos e ir incrementando y disminuyendo personal y al final sólo coincidí un día con el comandante entrante. Son los problemas que conlleva estar desplegado en un sitio de tan difícil acceso y tan distante.
¿Cómo son los ataques a las tropas en la provincia Badghis en la que están las tropas españolas?
En esta zona la insurgencia está poco radicalizada religiosamente y muy vinculada al tráfico de drogas y armas, ya que el valle de Bagdhis es una carretera natural de entrada desde Turkmenistán. En las operaciones que hicimos nos desplazábamos hacia el norte y allí es dónde encontrábamos resistencia porque molestábamos en ese tráfico.
La comunidad internacional está haciendo un gran esfuerzo en instruir al ejército afgano para que, el año que viene, pueda combatir en solitario a la insurgencia. ¿Cree que este esfuerzo está dando sus frutos?
En Afganistán se viven varios conflictos. Los talibanes atacan a las fuerzas de ISAF pero también los diferentes grupos afganos luchan entre sí.
Los afganos creen en lo que tienen al lado, en el grupo en el que se apoyan, en su tribu, en su pueblo, en su familia. No hay una visión de nación o de Estado. No hay agua, no hay seguridad, no hay carreteras, no hay nada. Entonces ellos piensan “yo creo en mi familia y en mi tribu porque hacen acuerdos con la familia de la tribu de al lado y llegamos a un beneficio común, pero el Estado, ¿dónde está el estado? Si no tengo escuela, ni seguridad, ni sanidad, ni policía a la que recurrir”.
Badghis es la provincia más pobre de Afganistán y lo que pasa en Kabul no tiene nada que ver con lo que ocurre en allí. La percepción del afgano es “no me cuentes lo que está haciendo Karzai, porque se está quedando con el dinero de los extranjeros. Y no me digas que los extranjeros no son ricos porque los veo pasar en sus vehículos de combate por delante de mi pueblo y sé que en Kabul tiene que estar entrando dinero y yo no tengo para comer ni para dar medicinas a mi hijo que se está muriendo”.
Así que por un lado está el Estado, por otro los talibán y por otro el pueblo que sufre a los talibán y al Estado. Como ejemplo, en una de nuestras operaciones llegamos al final de la ruta Lithium, dónde hay una base de la Policía de Fronteras afgana y bajamos al pueblo, como habitualmente hacemos, a hablar con la gente y preguntarles cómo podemos ayudarles y qué necesidades tienen. Siempre instamos al ejército afgano a que sean ellos los que lo hagan voluntariamente, que no se esperen a que seamos nosotros los que les llevemos. Sino que nosotros seamos una herramienta y que, aparentemente, en la percepción del afgano medio, el poder de la seguridad recaiga en el ejército afgano. Estábamos en el pueblo y uno de los hombres que vivía allí nos dijo “es que cuando os vais vosotros vienen los talibán y nos muelen a palos porque hemos hablado con vosotros, pero es que cuando se van los talibán, los de la policía de fronteras bajan del observatorio y nos muelen a palos para que les demos comida. No me extraña que la gente se vaya a Bala Murghab, allí hay muchos talibán pero es que hay mucho dinero y comercio”.
¿La sensación es que en Afganistán la mayoría de la gente comulga con los talibanes o no?
El mayor problema en el país es el analfabetismo. Los que sabían leer eran los oficiales, los soldados prácticamente ninguno. Por lo tanto, en un ámbito en el que no hay periódicos, ni reuniones sociales, ni medios de comunicación, los únicos caminos para transmitir información son la mezquita y la casa con las visitas familiares. El que crea opinión es el imán, que es el único con educación en el pueblo, porque ha leído el Corán y, quizá, ha viajado a la Meca. Si el imán está a favor de ISAF el pueblo está a favor de ISAF y al contrario.
Además está la pertenencia a la tribu, los pastún por un lado, los tayikos al otro. Si el notable del pueblo crea estados de opinión en su pueblo, la población será favorable, si no, no habrá nada que hacer, porque allí nadie tiene opinión personal, es la opinión del clan, la opinión del grupo.
Respecto a los mensajes que nosotros mandamos, con una vez que lo hagamos mal, no han valido para nada todos los avances que hayamos hecho. Los afganos en ese sentido no perdonan, porque como no ven más allá de mañana, no entienden el beneficio a largo plazo. Democracia, libertad, igualdad, futuro, ellos no entienden de qué estás hablando. El proceso para conseguir que estos ideales calen puede durar generaciones.
Tras siete meses allí, ¿con qué enseñanzas aprendidas han regresado?
Hay una lección fundamental para todos los militares: hemos puesto a prueba lo que hemos ensayado tantas veces. Desarrollas y pones a prueba las capacidades del OMLT, con sus Técticas Tácticas y Procedimientos (TTP’s) específicas; las desarrollas, las pones prueba y funcionan. Pasas la prueba de fuego de forma sobresaliente y eso es una satisfacción tremenda.
Pero además tienes que aprender a hacer la guerra como la hacen los afganos y aplicar un concepto básico de la guerra contrainsurgencia: no hay que enseñarles a combatir la guerra para la que tú estás preparado, sino enseñarles a combatir la guerra en la que ellos están luchando. ¿Quién sabe mejor cómo combatir una guerra contra los talibán que ellos?, que la mitad han sido muyahidín y han luchado contra los rusos haciendo exactamente eso. Así que tú aprendes y llega un momento, cuando llevas unos meses allí, que te sorprendes a ti mismo pensando cosas que aquí no son adecuadas porque no son doctrinables.
¿Qué le han aportado personalmente este tiempo que ha pasado en Afganistán?
Es la misión más satisfactoria, en la me he llevado una recompensa mayor porque coges a una unidad con escasa capacidad operativa, les enseñas, les das orgullo de unidad y ellos ven que aprenden cosas, porque como son tan orgullosos, cuando les sale algo mal no lo hacen porque exponen sus debilidades. Formar una unidad y que sea capaz de moverse por sí sola y dirigir operaciones es espectacular. Además de la satisfacción que te causa ver la seguridad en sí mismos con que ellos afrontan el hecho de que tú te vayas y que venga otro relevo a enseñarles.
Y además todos los amigos que te llevas. Siete meses conviviendo todos los días bajo el fuego, en el desierto abrasador, pasando hambre, frío, sueño y sed, unen. Siempre que nos encontramos los compañeros de la OMLT nos preguntamos qué estarán haciendo ahora los afganos con los que estuvimos. Piensas en el desafío, en el camino tan largo que le queda a Afganistán y en los amigos que has dejado allí. De todo se aprende.
Fuente : Observatorio