La hipótesis de los expertos de la Guardia Civil es que los artefactos eran demasiado antiguos. El juez militar descartó su hipótesis y atribuyó la explosión a fallos en el ejercicio
Uno de los informes.
Uno de los informes.
Los especialistas en desactivación de explosivos que murieron en el terrible accidente de Hoyo de Manzanares (Madrid) el 24 de febrero de 2011 estaban trabajando con minas fabricadas en 1974. Según ha podido saber Estrelladigital.es, estas habían caducado su vida útil en septiembre de 2010, cinco meses antes del accidente. Sin embargo, Defensa había prorrogado su vida útil seis meses más. Los especialistas de la Guardia Civil valoraron en su informe al juzgado militar como primera causa del accidente la antigüedad de las minas, pero debido a su gran estabilidad descartan una explosión fortuita y apuntan a un fallo de las espoletas. Sin embargo, el juez militar decidió declinar esta hipótesis y decretar la ausencia de cualquier tipo de responsabilidad penal en los hechos.
Los TEDAX del Ejército de Tierra y la Infantería de Marina tenían que trabajar aquella mañana en el entrenamiento en la desactivación de minas contracarro, que eran las que iban a encontrar sobre el terreno en la misión de la ONU en Líbano, donde iban a desplegar en unas semanas. Sin embargo, aquella mañana no había minas de fabricación rusa, sino otras de la marca Expal.
Los especialistas en explosivos decidieron hacer prácticas de destrucción con ellas. Para eso las colocaron, apiladas en el hornillo de destrucción del campo de maniobras de la Academia de Ingenieros de Hoyo de Manzanares y sobre ellas colocaron un trípode con una carga explosiva para destruirlas. Cuando estaban colocándolas, las minas detonaron y murieron cinco militares y quedaron heridos de extrema gravedad dos infantes de marina y otro menos grave. Hace unos meses el Ministerio de Defensa, basándose en una resolución de Consejo de Estado, denegó indemnizar a las viudas y huérfanos de los que fallecieron aquel 24 de febrero.
informeUn equipo especialista en desactivación de explosivos hizo un informe pericial a petición del Juzgado Militar Territorial sobre aquel accidente. Los expertos de la Guardia Civil expusieron como primera hipótesis la antigüedad y caducidad de las minas, un lote fabricado en 1974. Los guardias civiles creían que las espoletas de este material tan antiguo había fallado. Como segunda hipótesis, “que calificaban como improbable”, aventuraban que en el hornillo hubiera quedado munición activada de otro ejercicio anterior.
Sin embargo, la jueza militar prefirió creer la hipótesis de la Comisión de Investigación nombrada por el Ministerio de Defensa. En su informe la Comisión apuntaba a un accidente fortuito. Decía que lo que podía haber sucedido es que los militares habían colocado mal el trípode, inestable, y que intentando estabilizarlo, había caído desde una altura de 70 centímetros la carga hueca con que iban a destruir las minas, que pesaba 18,5 kilogramos. Esta carga justo había caído sobre una espoleta de la primera mina que aún disponía del plato de seguridad.
El juez militar atribuyó el accidente a esta hipótesis, a pesar del testimonio contrario de los supervivientes de la horrible deflagración y del informe de la Guardia Civil. Basándose en ello se eximió de responsabilidades penales el accidente con cinco muertos ni, por supuesto, se consideró el fallo de materiales.
Posteriormente, el general jurídico militar de Defensa se basó en este auto judicial para negar en un informe cualquier indemnización por responsabilidad patrimonial de la Administración de Estado. En base a este informe se han quedado sin indemnización viudas y huérfanos.
Minas «espoletadas»
Lo cierto es que el manual técnico oficial de catálogo de minas MT7-003 explica que este tipo de minas C-3B están destinadas a detonar al paso de vehículos blindados. Es decir, se activan bajo el peso de 145 kilos. Si llevan las tapas de seguridad –como era el caso–, más de 300. Además, el mismo manual explica que estas minas se transportan y operan en el campo de batalla “espoletadas”. Se activan cuando se retira el plato de seguridad, algo que no se había hecho la mañana del 24 de febrero.
El lote que se entregó ese día a los TEDAX del Ejército y la Infantería de Marina era el 1-4/74. Es decir, fabricado en 1974. Un informe oficial del jefe de Batería de Municionamiento explica el camino de ese lote hasta el campo de maniobras donde detonó. En septiembre de 2010 este lote estaba caducado. Sin embargo, Defensa decidió calificarlo como “Útil-1” tras hacer unas pruebas en el Centro de La Marañosa, por un plazo de seis meses más, hasta marzo de 2011. Sin embargo, en esas pruebas no se comprobó la estabilidad química de las minas, que en un 70% son material químico.
Los peritos de la investigación sí que comprobaron y experimentaron con estas minas. La pruebas de los peritos fueron demoledoras. Explotaban con la caída de 20 y 40 centímetros de apenas dos kilos de peso. Las minas se fabricaron para detonar al paso de moles blindadas, y no se deberían activar según su manual sino bajo 145 kilogramos de peso.
A pesar de desestimar responsabilidad penal en el accidente, el auto judicial señala graves defectos en el Campo de Maniobras donde los TEDAX militares trabajan aquella mañana. Desniveles, terreno húmedo e irregular, que según el segundo informe pericial –encargado por el Ministerio de Defensa– contribuyeron al accidente. En los últimos cinco años han fallecido 11 militares expertos en desactivación de explosivos por defectos del material que manipulaban.