El presidente de Nigeria, Muhammadu Buhari, despidió a toda la cúpula militar del país mientras un ejército multinacional prepara una nueva ofensiva contra los extremistas islámicos que operan en este país del África occidental. La decisión se esperaba ya que Buhari, un ex dictador militar que ganó las elecciones en marzo, ha criticado mucho la incapacidad del ejército nigeriano para derrotar a los extremistas islámicos, que actúan sobre todo en el nordeste de Nigeria.
Los oficiales destituidos habían asumido sus cargos en enero de 2014, cuando el ex presidente Goodluck Jonathan cambió la cúpula por sus fracasos en la lucha contra Boko Haram. A Jonathan se le ha acusado de ser partisano al nombrar a cristianos para todos salvo uno de los puestos, en unas fuerzas armadas dominadas de forma tradicional por musulmanes. Nigeria está dividida casi por igual entre musulmanes, que son mayoría en el norte y cristianos en el sur.
Los nombramientos de Buhari estaban más igualados.
Tanto el nuevo jefe del Estado Mayor, el mayor general Tukur Yusuf Buratai, como el asesor de seguridad nacional, el mayor general Babagana Monguno, proceden del estado nordeste de Borno, donde nació Boko Haram. El jefe de Defensa, el mayor general Abayomi Gabriel Olonisakin y el jefe de la marina, el contraalmirante Ibok-Ete Ekwe Ibas, son del sur.
El jefe de Inteligencia de Defensa, el vicemariscal Morgan Monday Riku, procede de la zona central, y el jefe de la Fuerza Aérea, Sadique Abubakar, son del estado nordeste de Bauchi. Boko Haram ha tomado amplias extensiones en el nordeste de Nigeria y declaró un califato islámico. Un ejército multinacional expulsó este año a los insurgentes de varias ciudades y pueblos, pero han aumentado las incursiones a aldeas y los atentados suicidas, con 250 muertos en las últimas dos semanas. Los despidos se producen dos semanas antes de que Buhari se reúna en la Casa Blanca con el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, para abordar la ayuda estadounidense en la lucha contra una insurgencia islámica que ha expulsado a 1,5 millones de personas de sus hogares y asesinado a más de 13.000 personas en seis años. Amnistía Internacional eleva la cifra de muertos a más de 20.000 personas para incluir la muerte de unos 8.000 detenidos que supuestamente murieron detenidos por el ejército.