Hace unos días cayó en mis manos un artículo publicado el 10 de junio en ATENEA DIGITAL y firmado por el almirante Tafalla con el título «La niebla de la Seguridad Nacional». Siempre leo con interés al almirante y también en esta ocasión, pero a medida que avancé en la lectura y entré en la parte en que aludía a la Guardia Civil, el interés se trocó en franca preocupación ante las serias inexactitudes que contiene y que, con todo respeto a su autor, trataré de precisar.
Es cierto que la Guardia Civil tiene presencia en el exterior, pero eso no es extraño ni nuevo. Ya en el año 1847, tres después de la fundación, fue reclamada por Portugal, entonces en guerra civil, para pacificar el norte del país y una unidad de caballería del Cuerpo se encargó de garantizar la seguridad ciudadana en Oporto. A finales del siglo XIX, estuvo presente, entre otros muchos países, entonces colonias, en Filipinas, Puerto Rico y Cuba, donde llegó a acumular más de 5.000 efectivos, cumpliendo su misión tradicional de mantener el orden público.
En El Salvador, en 1912, formando un Cuerpo policial a imagen suya. Lo mismo ocurrió en Perú en 1921, en Guatemala en 1912, en Colombia en 1916, en Costa Rica en 1920, y Venezuela en 1940, en todos los casos con la misma finalidad. En 1934, incluso, fue solicitado su concurso por Francia y Alemania para garantizar la libertad de voto en el plebiscito organizado por la Sociedad de Naciones para resolver la cuestión del Sarre. La revolución de Asturias lo impidió. En la actualidad, está presente en más de 40 países de los cinco continentes, formando parte de fuerzas multinacionales, en organizaciones del mismo tipo y en legaciones diplomáticas. Pero, contra lo que el artículo asegura, ni ha aumentado su presencia exterior desde que ETA suspendió los atentados, afirmación que pudiera sugerir relajación en este campo, ni supera sus misiones de carácter policial, bien de policía civil o militar, que no sé en base a qué criterio han de estar limitadas exclusivamente al ámbito «interno español».
A este respecto, la Ley Orgánica 5/2005, de 17 de noviembre, de Defensa Nacional, en su artículo 23 dispone que la Guardia Civil es un Instituto armado de naturaleza militar, dependiente del Ministro de Defensa en el cumplimiento de las misiones de carácter militar que se le encomienden. Y el RD 1438/2010, de 5 de noviembre, en su artículo 2 dice que son misiones de carácter militar que pueden encomendarse a la Guardia Civil las que dicho Cuerpo, por su naturaleza militar y preparación policial, es capaz de desempeñar mediante la integración de miembros o unidades en estructuras militares de las Fuerzas Armadas españolas y, excepcionalmente, en una organización internacional.
En el aspecto puramente policial, la Ley 2/1986,de 13 de marzo, (LOFCS) encomienda a la Guardia Civil las funciones enumeradas en el artículo 11.1 y que, además, esas funciones han de ser practicadas también en el mar territorial. Para el ejercicio de esta competencia se crea el Servicio Marítimo por Real Decreto 246/1991, de 22 de febrero, que, en su artículo 1, establece que las funciones atribuidas al Servicio Marítimo de la Guardia Civil podrán desarrollarse excepcionalmente, fuera del mar territorial, de acuerdo con lo que se establece en los tratados internacionales vigentes.
Por tanto, la afirmación de que «militares y diplomáticos son los verdaderos protagonistas de la acción exterior, mientras que guardias y cooperantes son agentes secundarios» resulta inexacta y gratuitamente desdeñosa. De entrada, los guardias son militares que actúan con otros militares. Además, en la acción exterior del Estado cada actor juega su papel. El asesoramiento a las autoridades de un país en conflicto o saliente de él, la formación integral de su policía e, incluso, la colaboración al mantenimiento del orden son acciones tan importantes para la seguridad general y la propia que no pueden verse como secundarias. No hablemos ya de si estas misiones se llevan la vida de alguno de estos llamados «agentes secundarios».
Me sentí reconfortado al leer que el Cuerpo está pletórico de medios humanos y materiales y para recrearme en tan grata sensación me fui a los presupuestos. Craso error. Las cifras no avalan la afirmación. Sin entrar en comparaciones, a la plantilla de 73.000 miembros (incluidos cuadros de mando) se le ha abierto un buen agujero con las restricciones de los últimos años. La dotación en el capítulo 2 (funcionamiento) es de 313 millones de euros. Piénsese en el mantenimiento de 2.500 cuarteles, de 17.000 vehículos y de esos aviones, helicópteros, centros de fusión de datos, embarcaciones, etc., que menciona el artículo. Hay que hacer virguerías. Pero es que el capítulo 6, el de inversiones, tiene 27 millones de euros. ¡Caray con la plétora!
Hay otros detalles en el artículo que merecen comentario. «Este benemérito cuerpo policial de estructura militar, originariamente dedicado al ámbito rural.». La Guardia Civil no tiene solo, ni principalmente, estructura militar. Lo que tiene es naturaleza militar. La condición militar es su esencia y la estructura una simple consecuencia. Cuesta ver inocencia en tal afirmación, dado su origen. Y respecto a lo rural, ya se sabe. En el principio era el campo. Solo el campo. Y el mar. Pero de eso hace ya mucho, ha habido que adaptarse a los tiempos y ni los rurales ni los marengos somos lo que empezamos siendo.
Y finalmente la frase que explica el artículo: «vamos que solo les quedaría hacerse cargo de la defensa aérea del territorio para cerrar el círculo». Se le entiende todo.
A mí, en cambio, me parece que todo es cuestión de competencias y de su ejercicio racional. Las Instituciones no poseen nada en propiedad. Son herramientas al servicio del Estado para cumplir una función y es esta función la que atribuye las competencias y determina los medios necesarios para llenarlas adecuadamente.
Se verá más niebla en la Seguridad Nacional si se analiza con ojos ya nublados.
Fuente : ateneadigital