Pedro Pitarch:»No, I don´t»

PitarchCambiemos un poco el tercio. Bajemos de las alturas y pongamos los pies  más en el suelo durante un rato. Por eso, “No, I don’t” es la respuesta al post “Do you…?” del 13 de abril de 2012 (http://elblogdepitarch.blogspot.com.es/2012/04/do-you.html). En este último se señalaba la levedad con la que el tema de los idiomas se trataba en Defensa. Cuando lo colgué no esperaba que, diez meses después, estuviera la cuestión peor que entonces en el Ejército. La luz roja se ha encendido hace pocos días porque la exigencia anterior de un nivel de inglés 2.2.2.2 (nivel funcional) para acceder al curso de capacitación para el ascenso a comandante del ET (CAPACET), se ha visto rebajada al 1.1.1.1 (nivel de supervivencia). Esto significa que no solo no se ha progresado, o tan siquiera mantenido lo alcanzado, sino que se retrocede. En vez de avanzar hacia el “posee” se recula hacia el “ignora”. Porque no tener acreditado perfil/nivel alguno suscita la duda de si se habla o no inglés. Pero la acreditación del 1.1.1.1 certifica la pobreza de su conocimiento idiomático. Ahora solo faltaría oír que se recorta la presencia española en organizaciones de defensa o unidades multinacionales.
En el plan general de enseñanza de julio 2010, de la División de Operaciones del Estado Mayor del Ejército (http://www.pedea.org/Documentos/plan%20general%20ensenanza%202010.pdf), se decía, en el apartado 4.4.2.a, que “La necesidad de que cada vez mayor número de personal, de todos los empleos, tenga un buen conocimiento del idioma inglés, hace que deba reconsiderarse la enseñanza de idiomas, de modo que se estructure a lo largo de la carrera profesional de todos los componentes del ET (Oficiales, Suboficiales y Tropa) y se pueda exigir su conocimiento a lo largo de la misma. No debe desestimarse el uso, desde la formación inicial, de documentación profesional en inglés, adaptada a las capacidades y objetivos educativos de cada escala, que vaya familiarizando al militar con la que será, en muchas ocasiones, su lengua vehicular de trabajo en ambiente multinacional”. Por lo que se ve, eso ha quedado en agua de borrajas. Tiene relación —mira por donde— con la ley de la carrera militar. Esa ley que, por unas razones o por otras e, incluso, por las contrarias, tanto clamor negativo suscita a lo largo de toda la cadena militar (especialmente en la escala de suboficiales o, al menos, en sus asociaciones profesionales). En Defensa, como si oyeran llover. Lo del personal va de ala caída desde hace bastante tiempo. Ahora parece que en la comisión de defensa del congreso de los diputados están dispuestos a desperezarse, y empezar a meterle el diente a los trabajos para la reforma de esa ley.
Lo que no se acaba de entender es por qué parece un arco de iglesia modificar la normativa vigente, sobre porcentajes de asistencia de capitanes (con un 2.2.2.2 de inglés acreditado) al curso de actualización para el ascenso a comandante del ET (CAPACET). Sí parece más lógico e inevitable que esa reducción en la exigencia del idioma en los oficiales, deba lógicamente tener su repercusión en el correspondiente curso de actualización para el ascenso a Brigada del ET (CAPABET). No sería lógico que a los suboficiales se les exigiera más nivel de idioma que a los oficiales. Por ello, a pesar de que estaba previsto lo contrario, es de suponer que no se pida para el próximo CAPABET perfil alguno de inglés y, consecuentemente, ni tan siquiera figure ese idioma como asignatura del curso. Éste, por cierto, y como consecuencia de los recortes, tendrá previsiblemente una fase de presente de solamente una semana. Vaya, una presencia testimonial. Otros retrocesos.
En el camino anteriormente recorrido, cuando se marchaba hacia delante, han quedado muchos “cadáveres”. Aunque la mayor trascendencia de lo dicho sobre los idiomas, no está solo en el retraso y cambio del planeamiento. No, lo importante es su significado: supone una certificación más de que las cosas empeoran. Van siendo ya muchos los síntomas. Eso de marchar como los cangrejos es una enfermedad. Son bien difíciles de tragar, y causan cierto sonrojo, las ruedas de molino que tratan de paliar las cosas negando lo evidente, con barreras fumígenas tales como que por la calidad del personal tenemos el mejor Ejército que probablemente haya tenido España. Sin ánimo de ofender a nadie, me temo que el personal es más o menos el mismo que, por ejemplo, hace diez años. ¿O es que las restricciones presupuestarias mejoran la especie? O aquella otra rueda de que “con el presupuesto actual no se mantiene la defensa eternamente”. Qué adverbio de tiempo tan sarcástico (el adverbio, no quien lo haya pronunciado). Porque la situación límite ya se alcanzó hace tiempo, como se reconoce en ese reciente “las unidades han disminuido su nivel de adiestramiento” del propio JEME. Dicho con todo respeto; de verdad, sin ánimo de molestar: esta empanada ¿cómo se come?
Estando en juego de forma incuestionable la defensa nacional, y aún comprendiendo las legítimas expectativas y complicaciones personales y posicionales de cada uno, no se deberían dar coartadas a unos trasquilones presupuestarios de la envergadura como los que se están produciendo. Porque nunca las FAS deberían haber llegado al nivel de postración operativa en que ahora se encuentran. Si se cree realmente que la defensa es una función esencial del estado —idea que algunos responsables políticos pronuncian engoladamente—, entonces hay que obrar en consecuencia, dando los medios para que las unidades alcancen la preparación necesaria para el cumplimiento de sus cometidos. Otra cosa se llama tomadura de pelo al respetable. Al de dentro y al de fuera. Porque, en definitiva, abandonar la defensa nacional a la suerte, o la expectativa de que no pase nada, no es una actitud ni responsable ni de recibo.