“Ich bin der Geist, der stets verneint” (Yo soy el espíritu que siempre niega). En la prosa del Fausto de Goethe, esa es la definición que Mefistófeles da de sí mismo. Caramba —dirá alguno—, cómo viene hoy el bloguero…
Pues sí. Pienso que la cosa está que arde. Lo que está en juego es ni más ni menos que la propia supervivencia del estado. Al menos del estado tal y como está ahora mismo organizado o constituido. No estamos ante juegos florales y, sin embargo, son ya demasiadas las preguntas sin respuesta positiva. O con respuestas “florianas”, que ya no sabe uno qué es peor. Y así ¿cómo puede marchar un país cuando los titulares de sus más altas instituciones están bajo sospecha, y son insultados y reprobados masiva e impunemente en actos abiertos al público a los que asisten? ¿Hasta cuándo y cuanto va a aguantar la gente tal situación, pasando de los dichos a los hechos? El tema parece que pudiera aburrir a alguno. Pero aconsejo combatir la tendencia al tedio porque, como se ha dicho, es mucho lo que está en juego.
Hay demasiados Mefistófeles. Aunque no todos lo sean. Pero lo cierto es que aquí, frente a escándalos que afloran por doquier, no se oyen más respuestas que la negación de las cosas. La negación que ya desborda la capacidad de acumular frustración en el ciudadano. La que trata de distraer la atención de los problemas reales. La negación que busca confundir lo legal con lo lícito. Lo jurídico con lo político. La que trata de dilatar los procesos judiciales en base a una administración de justicia lenta, farragosa y, a veces, excesivamente “garanticista”. La que pone en cuestión hasta las pruebas documentales. En definitiva, esa negación inútil que se burla del pensamiento orteguiano: “la negación solo es útil, noble y piadosa cuando sirve de tránsito a una nueva afirmación.”
Pero ese no es el caso. Desafortunadamente, el estado de emergencia nacional, del que hablaba en el post del pasado día 3 de febrero (http://elblogdepitarch.blogspot.com.es/2013/02/estado-de-emergencia.html), se consolida. Anuncié allí que me temía que lo peor estaba aún por llegar. Refiriéndome, por ejemplo, al asqueroso caso Urdangarín decía que “en lenguaje ajedrecista, estamos a solo una jugada del “jaque al rey”. El siguiente salto, como se sabe, sería el “jaque mate”. Y de ahí a poner en cuestión la forma política del Estado, no hay más que un paso”. Y antes incluso de lo que había imaginado, solo trece días después, en el juzgado de Palma que instruye el caso, el señor Torres, “compañero de fatigas” del señor Urdangarín, dio “jaque al rey”. El próximo sábado veremos cómo responden a la jugada tanto el auto-confeso “empalmado”, como el representante de la secretaría de La Reina (pieza, por cierto, también fundamental en el ajedrez). Después, previsiblemente, habrá que volver en profundidad sobre todo ello.
Para rebajar tremendismo y tono —que no gravedad— de lo narrado, me animo a exponer la síntesis que del actual escenario español hace mi amigo Julio, invariable compañero de paseos matinales, y cachazudo “jubilata” de Telégrafos. La hace con uno de sus más expresivos chascarrillos. Se refiere a alguien que contaba a un amigo, cómo el día anterior había “ligado” en un bar cerca de su casa. El “Casanova” andaba flojo de fondos y, aprovechando que su esposa trabajaba hasta el anochecer, invitó a su nueva “amistad” a subir a su piso. Y así, cuando la parejita se encontraba en pleno fregado, en la cama conyugal, y con el mismo vestido que llevaban al nacer, inesperadamente se abrió la puerta de la habitación. Y apareció la esposa: ese día había acabado su trabajo mucho antes de lo normal. ¡Vaya corte! —exclamó el oyente. Añadiendo—: y ¿tú qué hiciste? Qué iba a hacer, —contestó el adúltero con aplomo—: ¡Pues negarlo!
Fuente: Blog Pedro Pitarch