
“Consummatum est”. Ayer, puntualmente como había avanzado, el ministro entregó en el congreso de los diputados el proyecto de ley. En lo que se refiere a Defensa son una gran patraña con varias trolas de bulto. Por mencionar, solo una: la asignación de 497 millones de euros al capítulo 6 (inversiones) con una reducción teórica del 8,4% con respecto al presupuesto del 2013. Poco indican estos números del capítulo 6. Porque tanto el año pasado como en este año, el gobierno burló primero al parlamento y después a la opinión pública sacándose de la manga, a mitad de ejercicio, sendos decretos-leyes para pagar programas de armamento; esto es, inversiones. En concreto, en 2012 fueron 1782 millones de euros, y 877 en 2013. Se convalidaron respectiva y “automáticamente” aprovechando la mayoría parlamentaria y a otra cosa. Uno se pregunta ¿por qué, aunque solo fuera por una vez, no se incluyen en el capítulo 6 todos los gastos previstos? ¿Por qué hay tanto miedo a la verdad?
No quiero perderme en las cifras, ni tampoco analizar todo el presupuesto de Defensa. Eso está, más o menos (más menos que más) en los medios. Sí me interesa entrar en el análisis del capítulo 2 en coherencia con lo que decía en el post mencionado al principio. El capítulo 2 es el que tiene una repercusión más directa sobre la preparación y la operatividad de las unidades militares. Pero en el proyecto de ley no solo no sube, sino que vuelve a bajar. Esta vez el recorte es de un 7,8%. Eso quiere decir que si ya la operatividad de las unidades estaba bajo mínimos, con el nuevo tijeretazo se hunde definitivamente. Y basta ya de trolas. Si repasamos los últimos años, primero se entonó la cantilena de “hacer más con menos”. Después vino el “hacer lo mismo con menos”. Ahora ya se empieza a oír un “hacer menos con menos”, seguramente para construir una nueva gatera de escape. Pero no. Con menos ya no se hace menos. De tanto apretar el grifo éste se acaba pasando de rosca. Ya no puede cumplir su función. Con menos, simplemente, no se hace nada serio. Y unas FAS mal preparadas no son fiables ni para ellas mismas ni para los demás. Llevarlas a tal estado es una irresponsabilidad que puede derivar por cualquier sitio. Hay responsables y “co-irresponsables”. Con nombres y apellidos.
Dentro de pocos días comparecerán ante la comisión de defensa del congreso de los diputados el secretario de estado de defensa (SEDEF), la subsecretaria (SUBDEF) y el jefe de estado mayor de la defensa (JEMAD). Irán a justificar los dineros asignados a las respectivas áreas de competencia en el anteproyecto de ley de presupuestos generales del estado para 2014. Casi me atrevería a hacer ya una crónica del “argumentario”-base de defensa del presupuesto en las intervenciones de las dos primeras autoridades: esfuerzo solidario, respeto de compromisos adquiridos, atención a las necesidades más prioritarias, garantía de seguridad de las tropas, mantenimiento de las capacidades mínimas y operativas, y otras cuentas de un dilatado rosario de “larguis huevis”. Y los diputados, a tragar. A hacer como que controlan algo. Vaya, lo normal. Casi podrían ahorrase la comparecencia aquéllos y éstos.
Cosa distinta ha de ser la comparecencia del JEMAD. Éste, al no acudir los otros tres jefes de estado mayor como se hacía antes, tiene una responsabilidad añadida. Hablará en nombre de las FAS, que este año le escucharán con particular atención. No creo que con los dineros asignados en el capítulo 2, el Almirante se atreva a decir que, a pesar de los nuevos recortes, la preparación de las unidades militares va a seguir siendo suficiente para el cumplimiento, bajo la dirección del gobierno de la nación, de los cometidos asignados a las FAS en el artículo 8 de la Constitución y en el 15 de la ley orgánica de la defensa nacional. Además, ya replegado en 2014 el núcleo del contingente militar de Afganistán, ni siquiera va a contarse con esa instrucción y adiestramiento previo a la misión —y el derivado de la propia misión—, que recibían las unidades participantes, y que se financiaba por un crédito ampliable (228) con cargo al fondo de contingencia. Dinero, por tanto, al margen del presupuesto ordinario, que ahora ya no va a estar disponible. Y si los Ejércitos y la Armada no están preparados ¿para qué nos sirven? Veremos si cunde algo la cordura y el sentido de la responsabilidad, y en el trámite parlamentario se modifican algunas partidas, para favorecer la preparación de las unidades. Sin unidades preparadas sobra todo lo demás.
Me temo que, con los nuevos recortes de los gastos de defensa, el presupuesto solo da para nóminas, alimentar a la industria de defensa (con su variopinta fauna de asesores, comisionistas y “expertos”) por la vía “supletoria” del decreto-ley, fingir que se hace algo y vegetar. Declarado tal estado de penuria no parece quedar más salida que una fuerte y rápida reducción del volumen de las FAS. Si finalmente se aprobara el presupuesto de Defensa en los términos en que ahora figuran en el proyecto de ley de presupuestos generales del estado, el gobierno habrá logrado el dudoso mérito de consolidar para España unas de las Fuerzas Armadas más inoperativas y caras de Europa. No otra cosa es gastar siete mil millones de euros (entre lo presupuestado, lo que luego se apruebe por vía perifrástica para armamentos, y lo del 228) para, simplemente, fingir poseer aquello de lo que se carece: la capacidad real de defensa de España. Ni España ni los españoles nos merecemos ni esa degradada defensa nacional y ni ese simultáneo desperdicio de recursos. Atentos, por tanto, a lo que diga el JEMAD en el congreso el día de su comparecencia. Si es que llega a ella. De él depende.
Fuente : Pitarch