Estar en condiciones de opinar de forma ecuánime y equilibrada sobre los acontecimientos cotidianos hace necesario no ceñirse exclusivamente a la lectura en las mismas fuentes de forma permanente; mucho me temo, sin embargo que este es un vicio nacional. Hay quien nace informándose mediante la lectura de un diario y muere no habiendo leído otra cosa distinta. Difícil es así encontrar puntos de encuentro cuando la discusión se plantea. Y si esto sucede, incluso, entre gente formada y con aparente rigor intelectual, que decir cuando se trata de personas que no tienen la misma formación.
Viene esta reflexión a propósito de lo que me sucedió hace unos días cuando se me ocurrió comprar en un kiosco un diario catalán de larga tirada. Era el último que quedaba. Lo hice con la intención de pulsar la opinión del lector catalán sobre recientes acontecimientos a propósito de las intenciones centrípetas de su gobierno autónomo.
Quedé sorprendido, irritado y preocupado por la reacción del kiosquero: “Lléveselo, ya estoy harto de verlo ahí. A ver si de una vez tienen la independencia que quieren y nos dejan en paz”.
Digo que me quedé sorprendido por la reacción visceral de un hombre habitualmente tranquilo, evidentemente alterado por la influencia de lo que una y otra vez leemos y oímos en los medios.
Digo que me quedé irritado porque este hombre apuntaba a soluciones para nuestra nación bien lejanas a la unión nacional, que tantos siglos nos costó conseguir en siglos pasados, en función tan sólo del influjo del pensamiento de una parte de algunos dirigentes catalanes.
Y digo que me quedé preocupado al pensar que si esto era lo que pensaba un hombre de la calle de Madrid hasta dónde llegarían los sentimientos del hombre medio en Cataluña sometido al continuo y permanente acoso de la propaganda nacionalista. Más preocupante aún cuando de los jóvenes se trata.
Y es pensando en los jóvenes cuando di media vuelta y entablé conversación con este hombre rayando ya en la cincuentena. Le pregunté si había hecho el servicio militar y, ¡oh sorpresa!, no sólo lo había hecho sino que había servido – esta fue su expresión – en el acuartelamiento de San Clemente San Sebas en Gerona. Lejos ya de su reacción visceral anterior me recordó con gracia sus andanzas por la Cataluña profunda del Ampurdán y sus recuerdos de las buenas gentes de la zona.
Uno que peina ya canas comenzó a recordar asimismo a los jóvenes catalanes y vascos que, merced al reclutamiento obligatorio de la época, convivían con otros jóvenes del resto de España en lo que suponía una vertebración de una nación diversa como la nuestra.
No se engañe el lector. No voy a defender la conscripción obligatoria; absolutamente impensable en los tiempos que corren, amén de ser consciente que había muchos aspectos negativos de la misma desde otras perspectivas; pero nadie puede negar que aquella situación propiciaba a los jóvenes de entonces una perspectiva de nuestra nación que hoy no tienen la posibilidad de adquirir. Ni siquiera en las escuelas o colegios que serían la alternativa natural.
La verdad es la verdad y por mor de un largo periodo de mi vida en unidades de buceadores de combate en Cartagena recuerdo a tantos catalanes que en ella se encuadraban – Cataluña era entonces, y hoy lo es también, cantera de amantes del buceo – con los que recorríamos España y sus islas. Y como no olvidarme de aquellos canarios o mallorquines para los que el servicio militar suponía el conocer la península algo que hoy no sucede.
Y es así que en ese intercambio de ideas con el – ya mi amigo – kiosquero cuando convenimos en que es bueno oír a todos no perdiendo de vista la historia de los pueblos de España, que es mucho más lo que nos une que lo que nos separa y que no hay que dejarse llevar por lo que algunas personas que atienden exclusivamente a intereses personales nos están diciendo.
El servicio militar propiciaba el encuentro de jóvenes de todas las partes de España, de jóvenes de distintas clases sociales y de distintas procedencias ideológicas.
Hoy ni es así ni lo puede ser pero sin duda algo bueno tuvo el servicio militar. Y se lo dice quien hablaba todos los días con soldados catalanes y por cierto muy buenos.
Fuente : republica