Los ejércitos españoles, las Fuerzas Armadas, constituyen una de las instituciones que a lo largo de los últimos treinta años más han evolucionado. La transformación experimentada en su orgánica y despliegue no tiene parangón en ningún otro organismo nacional. Ha sido un proceso largo no exento de sacrificios ignorados por la mayoría de la sociedad y desgraciadamente no tenido en cuenta, muchas veces, a la hora de valorar la personalidad de sus componentes.
Las reformas llevadas a cabo han sido numerosas siendo determinantes, primero, la que tuvo como origen la conversión de un ejército de carácter territorial en otro funcional y con posterioridad la derivada de la desaparición del reclutamiento obligatorio y su conversión en un ejército profesional. Y, cómo no, siempre con el trasfondo de las minoraciones presupuestarias, especialmente la que tiene lugar en estos momentos que busca la eficiencia en el gasto y la aplicación de sinergias de esfuerzo para evitar duplicidades innecesarias a la par que intenta mantener capacidades para hacer frente a los riesgos y amenazas a la seguridad de nuestra nación.
Todo un encaje de bolillos en el que los primeros sufridores son sin duda sus componentes que las han aceptado con abnegada disciplina.
Y es que al hablar de reformas no me estoy refiriendo sólo a las de aspecto orgánico sino a las derivadas, también, de los efectos que hasta tres leyes relativas al personal han tenido sobre el mismo y esto reviste capital importancia pues al margen de estructuras orgánicas y medios las FAS están constituidas por personas y sabido es que no hay cambio orgánico que tenga éxito si no tiene en cuenta este factor.
Mi experiencia me dice que no siempre ha sido así. No son pocas las veces en las que se han ejecutado modificaciones orgánicas y se han establecido criterios que afectan a la vida profesional y familiar del militar sin valorar los efectos que estos iban a tener en la bondad de las reformas o cambios planeados. Situación agravada cuando, incluso, las reformas eran innecesarias o cuando menos discutibles.
Una de las características más claras que definen a las FAS desde siempre es el hecho de constituir una gran familia. Algo absolutamente necesario cuando sus componentes se ven obligados a largas ausencias por motivo del servicio. Son momentos en los que el apoyo de todos sus componentes se manifiesta. Es imprescindible que al salir a navegar, de ejercicios o en operaciones, el militar sienta que su familia queda acompañada y protegida. Los ejércitos siempre cultivaron desde tiempo inmemorial esta actitud entre todos sus componentes. Esta venía propiciada por la proximidad vecinal y por la concurrencia a un mismo centro escolar de todos los hijos que se desenvolvían en un ambiente similar, algo muy importante para la estabilidad emocional de niños sometidos más de lo habitual a la ausencia continuada del cabeza de familia. Son aspectos sociales como la proximidad vecinal, los centros escolares “ad hoc” y la atención hospitalaria cercana a las vicisitudes de la vida del militar los que propiciaban que sin demasiados problemas el soldado o marino pudiera sobrellevar una movilidad geográfica – la más grande entre todas las instituciones del Estado – necesaria para el buen funcionamiento de los ejércitos y para el perfeccionamiento profesional de sus componentes. Las sucesivas leyes de personal y asistencia a éste desarrolladas durante las últimas décadas han roto de forma traumática estos condicionantes que facilitaban el buen llevar de los asuntos familiares en una organización como las FAS. Esta situación está originando que hoy en día los mandos contemplen con grandísimo temor cualquier movimiento o cambio de destino puesto que afectan gravemente a la conciliación familiar. Hoy se dan casos en los que oficiales renuncian al mando de unidades con tal de no romper las familias. Algo nunca visto hasta ahora. Problemas que se agudizan cuando el traslado se produce a comunidades autónomas donde se exige la enseñanza en lenguas distintas del castellano.
Los componentes de las FAS son ciudadanos con los mismos derechos y deberes que el resto de la sociedad pero por las características de la vida a la que están sometidos, por servir precisamente a esa misma sociedad, deben tener unos condicionantes de vida que no son privilegios sino precisamente prestaciones necesarias para el servicio.
Sí, cuando se habla de reforma en las FAS hay que tener en cuenta todos los efectos que afectan a esta organización y los relativos al personal son fundamentales si es que se quiere tener unas FAS eficaces y eficientes.
La que tiene lugar en estos momentos, que no es sino continuación de otras recientes, es fruto, mucho más allá de los condicionantes estratégicos, de la fuerte minoración presupuestaria lo que está obligando a una reducción de unidades y a un nuevo – otra vez – redespliegue de las mismas. No lo digo yo sino que son palabras del propio JEMAD.
La sociedad evoluciona a velocidad de vértigo y aquellas organizaciones que no se adapten al cambio de ambiente están condenadas a fenecer. Pura teoría orgánica.
Las FAS son pioneras y maestras en el manejo de la “ingeniería orgánica” si bien a veces el impulso de éstas en su desarrollo ocasiona vaivenes que para el estudioso metódico de la historia o de la realidad son inexplicables ya que es curioso observar cómo se deshacen organizaciones para hacerlas reaparecer después.
Y es en estas circunstancias, por ejemplo, cuando surgen ideas “novedosas” – entrecomillado pues no lo son tales – como, por ejemplo, la transformación de las unidades tipo Brigada del Ejército de Tierra en otras polivalentes. Transformación que es acogida con prudencia cuando no con recelo por no pocos analistas y expertos.
Se trata de modificar las actuales Brigadas de infantería, mecanizadas o acorazadas en otras con capacidades polivalentes que hagan más fácil su organización acorde a la misión impuesta y a su proyección. Sin duda una medida impuesta por las circunstancias, que no por deseada; y no dudo que será exitosa salvo por la incertidumbre que se plantea a propósito de si esta transformación no afectará a algo tan importante como es el “esprit de corps”. Me explico.
¿La Legión seguirá siendo la Legión?
¿Los paracaidistas mantendrán su idiosincrasia?
¿La Caballería mantendrá el espíritu jinete?
Al margen de esta consideración, no desdeñable, no veo mayor problema en su constitución toda vez que esta medida será cualquier cosa menos novedosa. Se pretende configurar ocho Brigadas con carácter polivalente sin mencionar que ya existe una desde hace 40 años: la Brigada de Infantería de Marina, el Tercio de Armada. En efecto esta unidad agrupa unidades ligeras, mecanizadas, acorazadas, de apoyo de combate, de apoyo de fuego y de apoyo logístico que le proporcionan la capacidad de constituir organizaciones operativas con la flexibilidad y versatilidad que las misiones impuestas requieran.
Ya lo dice el refrán: “no hay nada nuevo en la viña del Señor”, aunque algunos se lo crean.
Por otro lado no quiero terminar sin añadir que bienvenidas las reformas que sean, siempre y cuando respondan a necesidades reales y que de ellas se obtenga una mayor eficacia operativa y una mayor eficiencia económica.
¿Ha sido siempre así?
Fuente : Republica