El próximo mes de septiembre cumplirá 95 años, de los que más de la mitad los ha dedicado a la milicia. Ahora afirma que «volvería a ser militar, pese a que me ‘echaron’ antes de tiempo, porque me hubiera gustado seguir hasta cumplir los 65». Se trata del teniente coronel de Infantería José Manuel Sánchez Gey (Villamartín, 1.919), que el 5 de noviembre de 1935 ingresó como soldado en el Regimiento de Infantería Cádiz nº 27.
-¿Cuándo tomó la decisión de entrar en el Ejército?
-En el año 1934, al siguiente de la muerte de mi madre, Lola Gey Mena, una gaditana que era maestra, mi padre, Ramón Sánchez Herrada, almeriense de Níjar y entonces sargento de la Guardia Civil, fue destinado a Cádiz, concretamente a un puesto que había en la calle Conde O’ Reilly, y con él nos vinimos mis hermanos Ernesto y Ramón y yo, que era el mayor. Entré a trabajar por las noches en la imprenta Cerón, que estaba en la calle Rosario Cepeda, en la que mi jefe era el señor Barrera, y por las mañanas mi padre me preparaba para el ingreso en el Ejército, en su propio despacho, cuya mesa conserva mi hijo Ernesto, y donde aprendí a escribir a máquina. Al año siguiente, con 16 años, el 5 de noviembre, ingresé en el Regimiento de Infantería Cádiz nº 27, que mandaba el coronel don Juan Herrera Malaguilla.
-¿Cómo es que no optó por entrar en la Guardia Civil, como su padre?
-Me gustaba la vida militar y para entrar en la Guardia Civil habría tenido que esperar a cumplir los 18 años.
-Al año siguiente le cogió de lleno la Guerra Civil.
-Me había apuntado para cabo, y el 18 de julio de 1936 estaba destinado en el castillo de Santa Catalina, donde estaba preso el capitán Manuel Rojas, por los sucesos de Casas Viejas del año 1933, y también otros jefes y oficiales del Regimiento de Caballería de Alcalá de Henares por negarse al traslado de dicha unidad. Recuerdo que el general isleño José Enrique Varela Iglesias, que igualmente cumplía arresto militar, fue liberado el 18 de julio de su reclusión por el gobernador militar, general López-Pinto Berrizo, y acto seguido se puso al mando de las tropas alzadas y se hizo con el control de la ciudad, tras asediar y rendir el Gobierno Civil, entonces en el actual edificio de la Diputación,
– A finales de agosto su hermano Ramón muere en un bombardeo del Frente Popular sobre Cádiz y eso le eximía de ir al frente de batalla, pero sin embargo usted fue.
– El día 25 de agosto de 1936 Cádiz sufrió un ataque aéreo del Frente Popular con el resultado más sangriento de todos los que tuvo que soportar durante la guerra civil. Lo llevaron a cabo dos aviones ‘Breguet XIX’ pertenecientes a la 10ª Escuadrilla del Grupo 21 de la 1ª Escuadra de Aviación, que procedían del Aeródromo de Andújar (Jaén). Entre las víctimas estaba mi hermano Ramón, que tenía 12 años y que estaba en la balaustrada de la Alameda viendo los aviones, al que velamos en nuestra casa de la calle Fermín Salvochea. Es cierto que por ese motivo yo ya no tenía que ir al frente, aunque lo conseguí en marzo de 1937 y cuando se lo dije a mi padre me contestó que lo estaba esperando. Formé parte de un batallón, con el comandante Rafael Olivera Manzorro al frente, que fue destinado al frente de Córdoba. Entre los soldados estaba Manuel Benito Rabanillo, nacido en Puerto Real, que luego fue un reconocido pediatra en Cádiz.
-¿Qué recuerda de aquellos años de la Guerra Civil?
– En abril de 1937 ascendí a sargento habilitado y en noviembre de ese mismo año me propusieron para participar en el curso de alférez provisional en la Academia Militar de Dar-Riffien, cerca de Ceuta. El ascenso llegó a finales de enero de 1939 y como tal alférez me incorporé a un grupo de regulares en el término de Cabeza de Buey (Badajoz), regresando a Melilla el 1 de julio de 1939. No conseguí ir a La Legión, pero sí al 5º Tabor de Regulares. Creo que al volver de la Guerra Civil lo que sobraron sobre todo fueron batallitas particulares que se iban contando unos a otros, sin tener en cuenta incluso a los que las escuchaban y que en muchos casos habían vivido directamente los episodios que algunos narraban a su manera.
– El golpe pudo haberle cogido en la zona republicana. ¿Qué hubiera hecho en ese caso?
– Hubiera hecho lo mismo, si me hubiera tocado estar en la otra zona me habría mantenido fiel a mis superiores. Mi madre fue maestra durante la República.
-Luego pasaron algunos años y le llegó el momento de casarse.
– Fue en diciembre de 1944, siendo ya teniente de complemento de Infantería, cuando me casé en la parroquia de San Antonio con Juanita Venegas Espada, que después del viaje de novios a Córdoba se vino conmigo a Nador, donde estaba destinado en el Grupo de Fuerzas Regulares de Melilla, y donde nació mi hija María Dolores, también maestra como su abuela y como su madre.
-Después regresaron a Cádiz y nacieron más hijos.
-En julio de 1946 regresamos a Cádiz, concretamente a la calle Cervantes, y aquí nació el segundo, Salvador, al que siguieron José Manuel y Ramón, también gaditanos, mientras que José María nació en la isla de las Palomas (Tarifa), Juanita en el campamento de Facinas y Ernesto en Tarifa.
-Mientras, también continuaba su carrera militar.
– Tras pasar por la Academia de Transformación de Oficiales de Villaverde (Madrid) ascendí a alférez de Infantería de la Escala Activa, siendo destinado al Regimiento de Infantería Álava nº 22 en Tarifa, donde también llegué al empleo de teniente efectivo de Infantería en julio de 1950 y a capitán en octubre de 1957, para en junio de 1961 pasar a la 2ª Zona de la Instrucción Premilitar Superior (IPS) en Cádiz, donde permanecí hasta finales de 1966, y después al Centro de Instrucción de Reclutas nº 16 en Camposoto. Ya de comandante, desde noviembre de 1968 a febrero de 1969 estuve en el Regimiento de Infantería nº 47 en Palma de Mallorca , del que volví al Álava nº 22 de Tarifa hasta finales de febrero de 1970. Luego, hasta octubre de 1.971, fui destinado como ayudante de campo del gobernador militar de Cádiz.
– Pocos años después, en 1975, se produjo el secuestro por el Frente Polisario de su hijo José Manuel, entonces teniente de Infantería. Tuvo que ser una dura experiencia, ¿no?
– Ocurrió en los primeros días de mayo de 1975, yo era entonces el jefe del Distrito de la Instrucción Militar de Escala de Complemento (IMEC) en Cádiz. Dos patrullas de tropas nómadas, de una de las cuales mi hijo José Manuel era teniente de Infantería, fueron atacadas y capturadas por el Frente Polisario gracias a la traición de la tropa indígena que formaba parte de las mismas. Una de las patrullas sufrió el asesinato de uno de los soldados y otros dos resultaron heridos por disparos contra ellos. Los prisioneros permanecieron cautivos en diversos campamentos y bases de Argelia entre mayo y septiembre, padecieron malos tratos y torturas durante los interrogatorios y vivieron en condiciones inhumanas durante esos meses. Nosotros tuvimos conocimiento de lo ocurrido mediante un comunicado que nos enviaron a través de la Comandancia de la Guardia Civil. En 2005, cuando se cumplieron los 30 años del secuestro, publicamos el libro ‘Cautiverio en el Sahara’, que incluye las grabaciones de su declaración tras ser liberado, editado en Ingrasa Artes Gráficas. Es un impresionante e inédito testimonio, que se dio a conocer por vez primera, ya que no se había relatado hasta entonces.
-Pero aún le quedaba mucha vida militar por cumplir.
– Estuve agregado al Gobierno Militar hasta ascender a teniente coronel en febrero de 1976, siendo destinado al Centro de Instrucción de Reclutas nº 16 en Camposoto, después al Gobierno Militar de Zamora, a la Residencia Militar La Cortadura, de la que fui el primer director, y luego fui ayudante de campo del general de brigada Luis Cuervo Pita, que era el gobernador militar de Cádiz el 23- F de 1981. El 17 de septiembre de 1986 pasé a la situación de retirado.
-¿Confiesa que volvería a ser militar?
– Creo que la milicia imprime carácter, además ser hijo de guardia civil supone convivir en una casa cuartel. De todas formas también soy consciente de que actualmente para muchas personas entrar en el Ejército, en la Guardia Civil y en la Policía responde más a encontrar una salida al paro que a una vocación, si bien esta última sigue existiendo para mucha gente.
-Tener hijos militares será para usted un orgullo, ¿no?
– Tengo dos, Ramón y José Manuel, y estoy muy orgullosos de ambos, igual que de los otros cinco, la profesora, la filósofa, el médico, el funcionario y el maestros, además de mis doce nietos y mis cinco bisnietos. También fue para mí un orgullo ser teniente junto con mi padre.
¿Reconoce que la situación actual por la crisis económica y el paro provoca que mucha gente lo esté pasando mal?
– Me preocupa mucho la situación de España y también que tengamos que sonreír cuando se le ocurre a una señora alemana, la canciller Angela Melker. Creo que habría que recuperar muchos valores y que sobra gente que ha vivido siempre del cuento y que lo sigue haciendo ahora.
-Pese a todo, ¿usted sigue mirando al futuro con esperanza?
– Ahora vivo mi senectud con mis bisnietos, mirando al futuro y evitando lo que me desagrada, me dedico a lo positivo.
-¿Salvador Pedro Buendía, que estuvo a sus ordenes en sus años de la Milicia Universitaria, afirma en su blog que usted ha sabido conjugar en su vida la pluma y la espada?
– Ese halago procede de la mutua amistad. Además de ‘Cautiverio en el Sahara’ he publicado ‘Máximas militares’, que creo que aún las utilizan en las enseñanzas castrenses; ‘Jugos’, que son pensamientos que voy apuntando en una libreta sobre la vida, la familia y situaciones cotidianas; ‘Padres, hijos, educadores y educandos’, sobre educación, y ‘Senectud’, una recopilación de experiencias personales. También he sido profesor en el colegio de los Salesianos, de los que fui alumno en Arcos, en el Instituto y en la Escuela de Enfermería Salus Informorum. Soy miembro del Ateneo y también pertenezco a la Adoración Nocturna, porque siempre he sido muy beato.
Fuente: Diario de cadiz