TO SHOW THE FLAG

Pedro_pitarchEn los buenos españoles el tema de Gibraltar está a flor de piel. Sigue complicándose la actual crisis hispano-británica, desencadenada por el fondeo de los gibraltareños de bloques de hormigón “con pinchos” en la bahía de Algeciras. Incluso en este humilde blog personal, que ha tratado el asunto en los dos post inmediatamente anteriores, se ha producido, en el buen tono habitual, un gran debate tanto en calidad como en cantidad de comentarios. También se ha disparado exponencialmente el número de visitas. Hasta desde las antípodas. Igual ha sucedido con el artículo “Chinita gibraltareña”, publicado en el diario El Mundo el sábado 10 de agosto

Es una pena, sin embargo, la pila de incultos y faltones comentarios en algunos digitales juzgando y pontificando sobre lo que en sus autores se percibe que desconocen. A falta de argumentos o del nivel cultural suficiente para debatir, algunos se dedican desde el anonimato a insultar y descalificar a quienes fundamentamos nuestros textos. No importa. En este blog seguiremos discutiendo las cosas en base al conocimiento, el razonamiento y al respeto a las personas. A ver si algunos aprenden algo. Incluido un director de periódico que aún recibiendo trato privilegiado del ministerio de defensa, y actuando como su portavoz oficioso, parece no enterarse de cómo “funcionan” los asuntos político-militares.
Que nadie se engañe ni trate de engañarnos: nada de lo que hubiera podido desactivar la crisis a tiempo ha sucedido. A día de hoy, hay dos hechos incontrovertibles: los famosos bloques de hormigón permanecen donde fueron sembrados, y un grupo aeronaval británico navega sobre y bajo nuestras aguas entre Cádiz y Gibraltar. Ambos hechos, en mi opinión, están relacionados. La felonía se ha consumado. A pesar de que fueron las autoridades gibraltareñas las que rompieron el “statu quo”, Londres no ha hecho gesto alguno de comprensión hacia Madrid, a quien se supone socio y aliado. El gobierno británico, al no desautorizar a su satélite gibraltareño por el “vertido”, se ha convertido en cómplice del atropello. Si es que no fue co-autor. Además, Londres podría también haber evitado que sus buques de guerra se pasearan por la bahía de Algeciras en plena tensión bilateral, para abrigarse en, y abrigar a, la colonia. Hay que reconocer asimismo que el gobierno español no ha tenido arrestos suficientes no ya para imponer, sino ni siquiera para demandar al británico alguna de esas dos acciones. Las acostumbradas y rimbombantes palabras de “firmeza” y “severidad” ya no tienen credibilidad.
Desde un punto de vista político-militar, lo que ha pasado —lo que está pasando— es tremendo: el Reino Unido ha logrado gratuitamente lo que la doctrina OTAN denomina “to show the flag” (enseñar la bandera). Es la versión moderna de la decimonónica “gunboat diplomacy”, la diplomacia de la cañonera. Consiste en desplegar rápidamente una fuerza militar allí donde pudieran verse comprometidos los intereses de quien envía la fuerza. El ministro de defensa, Sr. Morenés —que cuenta personalmente con todo mi respeto— dio la cara en un asunto que, en principio, era de índole esencialmente político-diplomática. Posiblemente trató de echar una mano a su colega de exteriores, Sr. García-Margallo, y al propio presidente Rajoy, cuyo “encuentro telefónico” con su homólogo británico había resultado en un fallido “cero pelotero”. Pero considerar obsoletas, a renglón seguido, las potencialidades del amago de usar la fuerza en la consecución o preservación de los legítimos objetivos nacionales —y más después de intentarlo durante 300 años por activa, pasiva y perifrástica— pues, la verdad, tiene su análisis. Recordé en el post anterior cómo el propio Reino Unido usó la fuerza en 1982 en la guerra de las Malvinas. Si no hubiera actuado así las islas Malvinas serían hoy argentinas que es, por otra parte lo justo, lo suyo. No insistiré más en esto para no mezclar.
Hay más argumentos de peso para que al lector no avisado le queden las cosas claras. “To show the flag” es precisamente una de las capacidades esenciales de la NRF, la Fuerza de Respuesta de la OTAN. A la que España contribuye. O de los “battle groups” de la Unión Europea (UE), sistema en el que también España participa. ¿Será entonces que ambas organizaciones están también anticuadas? Nada de eso. La capacidad de “enseñar la bandera” rápidamente es también un objetivo que nuestras FAS persiguen con esa Fuerza Conjunta de Reacción Rápida, que no logramos constituir seriamente. Para los no técnicos, añadiré que desplegar una fuerza para enseñar la bandera tiene, entre otras, dos finalidades esenciales. Una es disuadir. La otra mostrar voluntad de defensa y músculo para hacerlo. Y mira por donde, esas dos funciones están siendo desarrolladas, o van a serlo de manera inmediata, por los buques del Reino Unido en los espacios españoles del golfo de Cádiz y Gibraltar. Ese y no otro es el gran significado de que, en plena crisis gibraltareña, las unidades navales británicas se paseen por la bahía de Algeciras, aunque se esgrima —incluso por parte española— la coartada de una previa programación.
Efectivamente, cualquier planeamiento, especialmente el operativo, puede ser rápidamente modificado. Incluso, por ejemplo, en su día estuvo programada la asistencia de los Reyes a la boda del Príncipe de Gales con Lady Di, y poco antes del evento el gobierno español canceló tal asistencia, al anunciarse que el viaje de novios comenzaría en Gibraltar. Igual sucedió con la presencia de nuestra Reina en el jubileo de Isabel II, cuando se conoció que después el hijo menor de la soberana británica, el príncipe Eduardo, iba a visitar Gibraltar para celebrar ese mismo jubileo. Al gobierno parecen haberle fallado ahora los reflejos, cuando 24 horas después de la improductiva conversación telefónica al máximo nivel (Rajoy-Cameron), Londres pilló a contrapié a todo el mundo dando publicidad a la inmediata “visita” de un grupo aeronaval a Gibraltar. Para “hacer maniobras” de paso hacia otro destino. ¡Qué casualidad! En terminología militar, esa exhibición de iniciativa se llama “to show the flag”; en román paladino: “enseñar la bandera”. Por eso se ha echado en falta una respuesta, aunque hubiera sido mínima, para enseñar también la bandera española ¡además en nuestros propios espacios! Un elemental despliegue en Morón de un escuadrón de F-18, para desarrollar un ejercicio conjunto de apoyo a tierra a un batallón de Infantería de Marina en el campo de maniobras del Retín, hubiera sido suficiente. O un rutinario ejercicio de interdicción aérea en la zona del Estrecho. En definitiva, ha faltado cualquier mínimo gesto para mostrar la voluntad —al menos un querer y un saber— de ejercer nuestros legítimos derechos, así como el expreso rechazo español a esa marrullera política de hechos consumados tan habitual en los británico-gibraltareños. Hubiera servido también para poner crudamente sobre la mesa de nuestros socios en la UE, y los aliados en la OTAN, la desvergonzada pertinacia de Londres en no resolver, de acuerdo con las resoluciones de las Naciones Unidas, un problema que complica la relación entre dos miembros de ambas organizaciones.
Es cierto que, en general, “enseñar la bandera” entraña coste y riesgo políticos, además del correspondiente coste económico. Pero, curiosamente, este no es el caso para los británicos a quienes la operación les está saliendo “free” (por la cara, en castizo). Porque tristemente el propio gobierno español ha colaborado a ello con su voceada visión de “normalidad” del despliegue aeronaval británico en el Estrecho en ambiente tan crítico. Eso es lo que cuenta en la percepción de los ciudadanos. Eso es lo que yo presagiaba con ese artificio retórico de “aflojarse el cinturón para bajarse los pantalones una vez más” del post anterior. Se ha preferido adoptar la actitud de desmentir la existencia de un problema evidente, para negar la necesidad de abordarlo seriamente. Para más “inri”, tal despliegue —siempre susceptible de ser valorado como intimidatorio; y eso lo sabe hasta el Nuncio— se ha realizado sin coste económico adicional alguno. Ya estaba incluido en el presupuesto de defensa británico como gastos de instrucción y adiestramiento. Qué listos los británicos, matando dos pájaros de un tiro, así como los gibraltareños eligiendo las fechas para organizar el tumulto. Qué tontos los españoles que no se enteraron de por dónde y cuándo iban a venir los tiros. Es, como mínimo, un fallo de inteligencia colosal. A no ser que la intención de fondear los bloques hubiera sido detectada y comunicada a tiempo por los correspondientes servicios, y las autoridades españolas se hubieran dormido en los laureles. Éste es un punto que convendría aclarar.
Así las cosas, esta crisis no desembocará en una confrontación militar. Ésta ni es deseable ni posible. Pero habiéndose ya exhibido la “Union Flag” en el Estrecho, va a ser difícil salir airosamente de aquélla. Por un tiempo, por parte española se seguirá —o no— con el rigor de los controles para el cruce de la Verja. Se apretarán— o no— las clavijas en lo del transvase de combustible con barcos-gasolineras. Se impondrá —o no— una tasa para cruzar la Verja. Las FCSE, Guardia Civil y Policía Nacional, continuarán —o sí— con su esforzado y tantas veces ingrato servicio, por lo que desde aquí les felicito. Lo que ustedes quieran. Por parte británica, se producirán medidas de retorsión, notas de protesta por los canales diplomáticos y cínicas apelaciones a la Comisión Europea para que actúe en su favor. Es parte de lo que en Táctica se denomina “plan de decepción”. Por ambos lados se acudirá —o no— a tribunales internacionales. Mucha retórica, acciones periféricas y farfolla. Porque mientras los bloques de hormigón permanezcan donde han sido fondeados, serán nuevos y humillantes testigos de la “filibustera” política de hechos consumados del Reino Unido, así como de otra humillación de los intereses nacionales españoles, en orden a retrotraer a nuestra soberanía esa parte irrenunciable del territorio nacional que es Gibraltar. En definitiva, el problema de la soberanía siempre subyace en el fondo de las relaciones bilaterales entre España y el Reino Unido. Diga lo contrario quien lo diga.
Fuente : Pitarch