En pocos días se consagrará el abandono del blog del ex-Coronel Amadeo Martinez-Inglés, escritor e historiador, que fue expulsado de las Fuerzas Armadas en el año 1989 al abrirsele un expediente gubernativo que acabó con su carrera militar. Republicano convencido y antimonarquico nos dejó uno se sus artículos más controvertidos en el año 2013 titulado » La Justicia, el cachondeo…y la guerra de Irak», que os reproducimos para conocimiento de una de las voces más críticas con la Transición española y los actuales poderes del Estado.
» Yo, amigos, no sé con absoluta certeza si la Justicia española, como dijo ya hace años el PP (no el Partido Popular del siniestro Rajoy sino el simpático Político Pacheco del Partido Andalucista), es en verdad un cachondeo (aunque me temo que sí) pero lo que sí sé con total seguridad, y acabo de comprobar una vez más en carne propia (ahora les cuento), es que esa Justicia (lenta, pesada, atrasada, pobre, desmoralizada, deprimida, dividida en castas y clanes partidarios y colonizada por los poderes legislativo y ejecutivo) es en realidad una cachonda de armas tomar. Que no es lo mismo aunque lo parezca.
Algo que, en principio (no se asusten los togados) no tendría por qué ser una mala cosa, con la que está cayendo en este arruinado país ávido de juergas, fiestas, torturas de toros y botellones comunitarios, siempre, claro está, que esa cachondez (libertad, jolgorio, divertimento…), que no cachondeo (desastre, desorganización, incompetencia…) no se salga de madre, permanezca siempre bajo control y no moleste sobremanera al sufrido ciudadano de a pie y sujeto pasivo de sus justicieros actos, que es en “última instancia” el que, casi siempre en plan masoca, debe pagar con sus impuestos los sueldos de todos los adalides de la justicia humana y, en particular, los de los jueces y juezas especialmente cachondos; así como la pesada y atosigante estructura corporativa que los acoge a todos en su seno.
Y llegados a este punto estoy también seguro de que ustedes, amigos lectores y lectoras ávidos de mis “cachondos” escritos de antaño, que en los últimos meses he debido espaciar para poder dar a luz un nuevo libro que, si Dios no lo remedia (que no lo hará porque ahora está muy entretenido con el preso Bárcenas, el empalmao Urdangarín, el mentiroso Rajoy, el rebelde Mas y el regio “anciano enfermo que lucha por su salud”, según su entrañable Corinna, con la ayuda de su no tan entrañable santa griega que nos ha salido besucona) contará muy pronto los escandalosos secretos de la fratricida muerte de “El Senequita”, ya se habrán preguntado varias veces a qué viene tanto cachondeo con los supuestos jueces cachondos de este país. Que, evidentemente, no son todos los que están y cobran y gastan toga de diseño, ni mucho menos, pero que haberlos haylos, ya lo creo.
Pues a qué va a venir, hombres y mujeres de Dios, amigos, amigas y compañeros todos de fatigas patrióticas (bueno, pronto tendremos que hablar de dos, tres o más patrias hispánicas, lo que les va a complicar bastante a los militares el cumplir con el mandamiento profesional que, por lo menos hasta hace poco, exhibían grabado a fuego en el frontispicio de sus cuarteles)… a que ha tenido que ser a mi modesta persona, a un hombre (por lo menos yo así lo creo) honesto, honrado, serio, leal, patriota, amante de su familia y poco dado a la corrupción y al narcotráfico, con cuyas virtudes sociales a cuestas la Justicia, cachonda o no, no debería haberme elegido nunca como sujeto pasivo de sus tentáculos justicieros, al que le ha tocado lidiar, una vez más, con uno de esos jueces/juezas cachondos dados a la broma, la chanza, el jolgorio, la juerga epistolar y el pitorreo corporativo. Y encima, en este caso, hay que hablar en femenino pues la cachonda (divertida, alegre, bromista… según la Academia de la Lengua española) ha resultado ser, seguramente sin darse cuenta pues la mayoría de los jueces no se leen los escritos que envían sus Juzgados, toda una señora, la señora magistrado-juez del Juzgado de Instrucción nº 7 de la Plaza de Castilla de Madrid, a la que no tengo el gusto de conocer pero a la que deseo toda clase de éxitos en su carrera. Siempre, claro está, que se tome su profesión un poco más en serio de lo que, al parecer y dada la citación que me acaba de enviar, se la está tomando hasta el momento.
Pues verán, amigos, les cuento, que no quiero alargarme en demasía en el presente procedimiento. Resulta que hace unos días, aunque fechada el 23 de julio de este año 2013 (no cabe duda que un par de meses es una auténtica minucia temporal comparada con los plazos en los que se desenvuelven nuestros jueces), recibí en mi domicilio una citación de la mencionada titular del Juzgado nº 7 de los de Plaza de Castilla para que acuda el próximo 31 de octubre a un juicio de faltas a celebrar en su digno Juzgado, en virtud de una denuncia presentada ¡ojo al dato! por el Subsecretario del ministerio de Defensa del Gobierno del belicoso Aznar con fecha 21 de marzo de 2003, o sea hace ya más de diez años. Denuncia que en aquél entonces, repito hace ya más de diez años, se expresaba así:
“En una página de El País, que parece corresponder a la edición del día 18 de marzo actual, figura una fotografía de Don Amadeo Martínez Inglés, vistiendo uniforme militar, participando en la manifestación ciudadana por la paz celebrada en Madrid el día 15 del mismo mes de marzo, con motivo de la crisis de Irak”
¡Bonito, verdad, amigos! Pues no, porque semejante actuación personal del que esto escribe (manifestarse por la paz y contra la invasión de un país soberano, no en pelotas, sino vestido con uniforme militar) podía ser, para el descerebrado y derechón Subsecretario del ministerio de Defensa del entonces “tigre de Las Azores”, señor Aznar, que gozaba de una dulce época política de mayoría absoluta como la actual del mentiroso Rajoy que le hacía desbarrar exactamente igual que a éste, constitutiva de una infracción penal prevista en el artículo 637 del Código Penal, que castiga a título de falta “contra el orden público” ¡Toma ya!
Pero lo bueno, por decir algo, es que aunque con un año de retraso (normal), en abril de 2004, la citada y cavernícola denuncia de la derechona castrense de Aznar, fue vista en juicio de faltas en el Juzgado de Instrucción nº 32 de Plaza de Castilla, a cuyo magistrado-juez le faltó poco para invitarme solícito a café, copa y puro, emitiendo una resolución (cuya copia, por cierto, ya le he enviado a la bromista/cachonda juez del Juzgado nº 7 que ahora, diez años después, quiere resucitar el fantasma de Sadam Hussein), con todos los pronunciamientos favorables a mi castrense pero pacífica persona. Entre los que se cuentan: soy un coronel con todos mis derechos (fui separado del servicio activo por cuestión política al luchar contra la mili obligatoria y proponer un Ejército totalmente profesional, al que luego, curiosamente, se apuntaría el belicoso Aznar) entre los que se encuentra el poder vestir el uniforme militar (máxime si es en plan pacífico y no como el emperador Obama); dependo todavía del ministerio de Defensa al no haber sido retirado formalmente del Ejército; y, aunque el descerebrado Subsecretario de la Cosa (que diría Umbral) se abstendría de enviarlo ¡faltaria más pues se hubieran descubierto las falacias del amañado expediente por el que me separo del servicio la franquista cúpula militar del momento (1990)! pidió a Defensa le remitieran ese documento para examinarlo convenientemente.
Pues bueno, ya les he contado amigos mi última batallita con la Justicia española y no quiero cansarles más. Ahora bien, a ustedes debo decirles en el más absoluto de los secretos, que esta gente de la toga de diseño que en teoría, solo en teoría pues en realidad lo hacen al poder de turno, obedecen a la “ciega de la balanza de oro”, como me sigan cabreando se van a enterar pues estoy ya hasta la boina de sus bromitas ¡Coño!
Termino. Yo no sé si, con todos los respetos, la señora juez del número 7 de Plaza de Castilla no se entera de lo que lleva entre manos su Juzgado, o que no se entera de nada de nada, o no quiere enterarse de nada porque en este caso le hubiera bastado con preguntar a algún colega si la susodicha denuncia antipacifista del “descerebrado” de Defensa de marzo de 2003 estaba (como está) ya juzgada y sentenciada. Yo no sí si para espabilarla un poco y que se vaya enterando de lo que vale, no un peine sino una citación fallida, debo poner esta bromita propia de una juez de las llamadas cachondas en conocimiento de su gran jefe, el presidente del Consejo general del Poder Judicial. Quizá sea demasiado no sé pero es que estos jueces/juezas cachondos tienen la gracia como las avispas… en el c…
Fdo: Amadeo Martínez Inglés
Coronel. Escritor. Historiador.«