Las semanas pasadas han venido cargadas de noticias que han navegado entre el mar y la Historia. Ahí hemos tenido a la Ragazzona de la Armada “Invencible” o a la supuesta piedra solar vikinga hallada dentro de una caja de instrumental náutico, entre los restos del pecio de un navío inglés; pero no todas han sido tan positivas, no. El pasado día 28 de Febrero, mi amigo Marcelino, torpedista de la Armada española para más señas, me enviaba un mensaje privado a mi cuenta de Facebook en el que, tras la expresión de un irritado sentimiento, unía un enlace a una información publicada en la página web del periódico “La Voz de Ferrol” que rezaba así: “El Concello descarta asumir la fragata Asturias como museo”.
Nuevamente nos topamos de frente con la falta de ánimo o con el “mirar hacia otro lado” del sector político. ¡Nuevamente! Y todo en un país en el que se nos va la fuerza por la boca, aunque en realidad por otros orificios, con el tema de la educación cuando nunca ha habido CULTURA. Que dos y dos son cuatro con pizarra de madera que en un Ipad, y lo digo yo, que aprendí los colores con huesos de melocotón pintados.
Me crucé con Marcelino por primera vez gracias a mi blog, El Navegante del Mar de Papel. Por aquel entonces me hizo saber de su humilde idea con el fin de tratar de salvar del desguace a su querida fragata F-74 Asturias, creándose con ella un museo flotante, algo de lo que hay a patadas en otros países en los que otrora mostraron sus poderosos colores por los anchos mares. Aquí, por el contrario, no hay nada.
Es decir, Marcelino quería preservar su fragata porque era parte de su vida, era Historia, es Cultura. Hacía falta la voluntad inicial y desinteresada de una sola persona y él estaba allí, buscando apoyo.
Sin dudarlo siquiera un solo instante, me uní a él. Poco a poco surgió algo que se lo podría llamar proyecto, un grupo de Internet y acabó hasta cambiando de manos cuando se creó una asociación. Desde veteranos a militares en activo, pasando por civiles y aficionados a la Armada y a la Historia, fueron engrosando sus filas.
Distintos medios de comunicación se fueron haciendo eco del sentimiento y hasta el Ayuntamiento de Ferrol tomó parte, apoyando sin ambages al parecer, tan loable iniciativa; pero llegaron los acuciantes tiempos que nos están tocando vivir y nuestra fragata (sí, nuestra) sufre un ataque inesperado por el través de estribor y comienza a escorarse peligrosamente, sospechándose que pronto oiremos la orden de abandonar la nave. El artefacto explosivo no era más que la apolillada frase “no hay dinero.” Sí, esa que nunca se escucha en un pleno o junta cuanto hay que mantener los sueldos de algunos o fomentar lo que otros entienden por cultura patrocinando la Fiesta de la Patata cocida en parajes desconocidos, no vaya a ser que se le olvide al paisanaje a quién tienen que votar en las próximas elecciones.
Es frustrante, sí.
Me envenena la sangre. Estoy hasta las narices, por no hacer mención a otra parte anatómica del ser humano más propia del género masculino, de vivir en un país que se obstina en darle la espalda a mar (¿un triunfo del Inglés del Pasado sobre nuestro ánimo nacional?). Resulta inquietante leer a Mateo Mille escribiendo algo parecido ya en 1936.
Desconozco si el lector podrá llegar a hacerse a la idea de la tristeza que puede embargarle a uno cuando tuvo la oportunidad de llevar sobre sus hombros la imagen de la Virgen del Carmen en procesión y comprobar que, al colocarla bajo la fachada principal de la Basílica de Santa María la Mayor de Pontevedra para que “viera” el mar mientras se cantaba la “Salve Marinera”, todo el paisaje lo ocupaba el horroroso gris administrativo del edificio de la TGSS.
Éste no es más que un simple ejemplo al que podríamos sumar muchísimos más que se traduce en la inexistencia de Cultura que empaña el proyecto de la Asturias, sin duda.
A veces me pregunto cuándo cerraremos los museos (porque cuestan dinero) y venderemos las obras al mejor postor. Así podríamos contemplar “La rendición de Breda” en el salón del acaudalado de fortuna discutible y con pasaporte del Este de Europa (¿acaso no son los ricos por los que nos matamos ahora en España?).
Cuesta dinero, damas y caballeros. Además, ¿un buque de guerra? ¡Buf! Eso no es Historia, seguro que es de fachas. ¡Por Dios!
Vender la Historia, todo, ¿por qué no? Desnudémonos culturalmente de todo, incluso de la reciente. Seamos nuevos talibanes al grito de “¡Ay, pobre de mí con esta crisis!” y echemos abajo monumentos a golpe de mortero. ¿Para qué conservar una fragata como museo? ¿Para qué preservar nada si solo somos unos idiotas y nuestras nuevas generaciones están aún más atontadas? Baste como botón de muestra recordar al “luces” que dijo en televisión, en un aniversario del golpe de estado de 23-F, que por qué los diputados no se comunicaban con el exterior por Twitter…
Ya nos hemos desecho de tantas cosas que a nadie le interesará (¿cuántas veces habrá ocurrido?).
Es patético.
Al menos, gracias a la desidia política, u otro término aceptado por la RAE más apropiado pero acompañado de “política” (por supuesto), que controla la preservación de nuestro Pasado (y nuestra vida), y cuando esta crisis económica se nos baje de la chepa y ya pueda volver a afeitarme a diario, y no una vez al mes con un corta barbas, tendré al menos el “honor” de afirmar que mis cuchillas una vez formaron parte de un buque que sirvió con un orgullo no correspondido, como otros muchos silentes que hacen cola ante el “matadero” (y en esto creo que ya me estoy repitiendo con lo que expresé en el artículo dedicado al R-11 PdA).
Ahora solo nos queda sumar firmas para hacerlas llegar al Gobierno a través de la siguiente página web . Un simple gesto que agradeceremos los que durante años hemos estado soñando con que del lema “Fragata Asturias. Quiero ser una fragata museo de la Armada” pasara al de “Ya soy una fragata museo de la Armada.”
Javier Yuste