En cualquier país serio el día de la fiesta nacional es un día alegre, un motivo de celebración. Y así se hace notar. Sin embargo, hoy, día de la fiesta nacional en España, no ha sido así. Ha sido un día lastimoso y agridulce.
La impúdica ausencia masiva de los actos oficiales de Madrid de los presidentes autonómicos no es de recibo. Que la mitad de ellos haya “faltado a lista” indica la baja prioridad de lo nacional en sus agendas. Ausencias que, excepto por causa mayor, son intolerables. Algunos no es que no se ganen el sueldo, es que deberían devolverlo (“devolver los pluses” decíamos cuando yo era teniente). Lo peor es que tal actitud muestra hasta qué punto el llamado estado de las autonomías no solo es un desastre en términos político-económicos, sino también cómo está dañando a la cohesión nacional.
De sonrojo y vergüenza ajena ha sido la machacona insistencia con que desde Defensa —que algunos medios siempre aferrados a lo más trivial han amplificado— se ha propalado la “austeridad” y lo barato que ha supuesto el desfile militar. Pero no ha sido un desfile austero. Ha sido un desfile cutre. No era el día de las Fuerzas Armadas, era el de la Fiesta Nacional en la que las FAS, ante y en representación de la nación, se engalanan para señalar que ese es un día muy especial para todos. Y eso, se hace o no se hace. El ponerse la venda antes de que te hagan la herida ha sido una miserable tarjeta de presentación. Una actitud vergonzante, inmerecida por los que, engalanados, desfilaban orgullosos de exhibir su vocación de servicio al pueblo español. Ni las FAS ni los militares tienen por qué avergonzarse ni esconderse de nada. Me parece oportuno ahora recordar lo que escribía, el 22 de julio pasado, en el post “Militares no culpables”: “Ni las FAS ni los militares son responsables de la situación caótica de las finanzas españolas. Ni del fenomenal estropicio de Bankia y demás entidades financieras. Ni de que el Banco Central Europeo se llame a andanas ante las peticiones del gobierno español. Ni de los tremendos recortes en gasto social, sanidad o educación. Ni de los casi 6 millones de parados. Ni de que padezcamos una gigantesca y redundante organización político-territorial dilapidadora, con infinidad de organismos, consejos reguladores inoperantes, 18 gobiernos, 18 parlamentos, 18 tribunales superiores de justicia, etcétera”. (http://elblogdepitarch.blogspot.com.es/2012/07/militares-no-culpables.html)
Por otro lado, la humillación que hoy, por primera vez en público, se ha infringido a S.A.R. la Infanta Elena ha sido de órdago. Tener que llegar a los actos fuera de la caravana real, ser desmontada de su lugar en la tribuna principal y quedar apartada del besamanos (corto) en el Palacio Real es, “de facto”, darla de baja de su condición de miembro de la familia real. Qué pena para tantos españoles que vemos en Ella una referencia de «normalidad» y saber estar. Hacerla pagar por los presuntos desmanes de los señores de Urdangarín y arrancarla, también vergonzantemente, de la foto para que así se note menos la ausencia de aquella pareja, recuerda ese “pagar justos por pecadores”. A no ser que también hubiera razones ocultas para aplicar a la Infanta Elena la misma medicina. Si así fuera, entonces que se explique. Que si hubiera causa, me la envainaría sin dilación.
Lo dulce y más importante de la celebración no ha sucedido en Madrid. Ha sido en la ciudad condal. Muchos miles de ciudadanos —ojo, sin soporte oficial— han querido dar un esencial testimonio. El sucinto relato de un comentarista del blog (CGS) que allí estaba, es como sigue: “La Plaza de Cataluña de Barcelona estaba llena a rebosar, llena de gentes de toda edad y condición: jóvenes, familias con niños, adultos, mayorcitos (mi colectivo) y ancianos, portando banderas españolas y catalanas, muchas por un lado tenían la bandera española y por el otro la catalana. El «mensaje» era claro, unidad nacional, no al independentismo, Cataluña y España son inseparables, somos españoles y catalanes, y un aspecto no se entiende sin el otro… Ese era el mensaje”. Del discurso en la Plaza de Cataluña, con resaltar una sola frase sobra: «que no se crean los secesionistas que, porque habitualmente callamos, es que estamos de acuerdo con lo que dicen». Enhorabuena. No se aburran.
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