Juan Chicharro:»Españoles en Centroamérica «

Apuntaba recientemente en algún artículo anterior el creciente interés de los españoles sobre nuestra historia. La prueba más evidente es el éxito de las exposiciones que se vienen celebrando en estos últimos días organizados por diferentes instituciones como, por ejemplo, el Museo Naval.

Lo que no imaginaba es que desde el punto de vista personal también iba a contribuir a ese interés. Suelo escribir en general sobre temas relacionados con nuestra Defensa y en no pocas ocasiones analizo la situación internacional en Oriente Medio. Lo hago en base a datos reales, informaciones recibidas y a la percepción personal de la situación. Sin embargo alguna vez me he desviado a asuntos relacionados con nuestra Historia y hete aquí que constato un interés que yo no esperaba suscitar. Prueba de ello son algunas cartas que he recibido a propósito del relato que hice hace unas de semanas sobre algunos hechos del fin de la presencia española en el Sáhara. Algunos me proponen ahondar y extenderme en el tema. Sucede que si bien asiduo lector de la historia en general no soy ni me considero para nada historiador y lo que yo pueda contar no tiene más valor que la experiencia real vivida y punto. Y en este mismo sentido me propongo hoy y en próximos artículos divulgar las experiencias de algunos españoles en acciones allende nuestras fronteras en los últimos 30 años. Si lo que se relata sirve para la Historia, estupendo, y si no al menos amenizará la lectura. Comienzo en 1989 y seguirá en la década de los 90.

En efecto, en esos años un elevado número de oficiales de las Fuerzas Armadas Españolas fueron protagonistas importantes en la implantación de las medidas de pacificación que trajeron la paz a Centroamérica, una región sumida en la guerra y la tragedia desde hacía muchos años. Así es, la Resolución 644 de 7 de noviembre de 1989 creó el Grupo de Observadores de las Naciones Unidas en Centroamérica (ONUCA) con la finalidad de verificar el cese de la ayuda a las fuerzas irregulares y movimientos insurreccionales en la región así como la no utilización del territorio de un Estado para agredir a otros.

Fue designado Jefe de la Misión el General del Ejército español Agustín Quesada Gómez. De entonces para acá son muchas las operaciones en las que ha participado a España; ésta fue de las primeras y sin duda una de las más exitosas si bien no muy conocida.

La Paz llegó a Nicaragua y ello fue debido a muchas razones pero la decidida actuación del General español así como la permanente presencia de los oficiales españoles tuvo mucho que ver en ello. Ya dije antes que no soy historiador sino que me limito a contar lo vivido y siquiera brevemente es lo que voy a hacer, pero desde la perspectiva individual que no general.

En esta operación destacó con fuerza la iniciativa y personalidad de cada uno de los componentes del Grupo, toda vez que desde el primer momento de la llegada a la zona los españoles fueron dispersados y ubicados en lugares dispersos de la geografía centroamericana. Allí, partiendo de la nada, crearon Centros de Verificación desde los que actuar conforme a las Directivas del General, si bien a base de iniciativas propias; la tecnología digital aún estaba muy lejos y las comunicaciones eran incipientes.

Debo decir que no sólo éramos españoles los allí presentes. Recuerdo alemanes, canadienses, irlandeses, indios, suecos, belgas… etc. Sucede que las características de los países en los que nos hallábamos, unido a nuestra propia idiosincrasia, ocasionó que en no mucho tiempo aquellos no fueran más que comparsas nuestros. Pronto los españoles fuimos dueños de la situación, con gran enfado muchas veces de los de procedencia anglosajona, celosos de la preeminencia que los interlocutores nicaragüenses u hondureños otorgaban a los españoles.

Ya dije que la mayoría de las actuaciones eran casi siempre de carácter individual y las patrullas que realizabamos bien en helicópteros, vehículos o embarcaciones por selvas, pantanos, montañas, y mares las veo hoy desde la perspectiva de los años y la lejanía del peligro inherente a las mismas como algo irreal y pérdidas en la nebulosa.

Leo en alguna referencia de la operación Home Run – definitiva para la desmovilización y desarme de la resistencia nicaragüense – que el General Quesada decía no ver las cosas nada claras cuando veía a sus oficiales campar a sus anchas en “zonas de seguridad”, rodeados por miles de guerrilleros armados. Pero es que así era.

Cuando es una Unidad la que actúa en una acción u operación los hechos acaecidos son reflejados en documentos; no sucede lo mismo cuando las acciones son individuales salvo en contadas ocasiones. Este fue el caso de la mayoría de las intervenciones de los oficiales españoles en Centroamérica.

El comienzo de la misión se caracterizó por los esfuerzos en contactar con los dirigentes de la “Contra nicaragüense” para que se avinieran a la materialización de lo acordado en el Tratado de Esquipulas. Hubo que localizarles en la selva y en las montañas, acompañarles hasta los “centros de desmovilización”, desarmar sus unidades, aportarles una cantidad de dinero y luego acompañarles con protección hasta sus lugares de origen. Si acompañamos con la imaginación lo que todo esto supuso en un territorio sin casi infraestructuras, y allí donde la vida no tiene el mismo valor que aquí, tal vez entendamos la dificultad de la tarea de estos oficiales españoles.

Viví de cerca los encuentros con el Frente Norte que lideraba el denominado Comandante Franklin, así como con el establecido en La Mosquitia llamado Frente Yamales. Recuerdo bien como ante nuestra aparición desaparecían por arte de magia los “instructores gringos” y sobre todo la alegría de muchos de los guerrilleros al saber que éramos españoles con quienes tenían que negociar. Sin duda y a pesar de muchas diferencias el hecho de ser reconocidos como tales aportaba un plus de cercanía y confianza que los otros observadores no españoles no eran capaces de propiciar.

La labor de nuestros oficiales en esta primera fase de la operación fue inmensa. Vivían sobre el terreno con apenas lo puesto y abasteciéndose de lo que obtenían “in situ”, al igual que los propios del lugar. Las anécdotas fluyen a millares y mucho me temo que la mayoría quedarán en el olvido a la par que no es fácil el traspasarlas a un medio escrito, entre otras razones por lo increíble de muchas de ellas.

Un ejemplo:

Una vez entregadas las armas por parte de los guerrilleros éstas eran destruidas. A veces con explosivos. Lo que no sabían ni los propios utilizadores de este explosivo es que el usado inicialmente había sido adquirido días antes cuasi a título individual por un Comandante español en una cantera situada a más de 150 km de Tegucigalpa, y que éste en un turismo Toyota lo había ido a recoger. El Comandante trasladó en el maletero de su coche más de 200 kg de explosivos, llevando los iniciadores y cebos en su bolsillo todo el viaje ,y como no quería ir sólo recogió en auto-stop a varios lugareños que se dirigían a Tegucigalpa. Sin duda alucinante la anécdota sobre todo si se tiene en cuenta que allí las carreteras no son las de aquí ni las circunstancias parecidas; pero es que había que obtener explosivo como fuese pues las demoliciones empezaban ya y aún no había explosivo.

Lo relatado no es más que un hecho entre mil, pero es que esa operación requería de la imaginación e iniciativa que sólo pueden dar soldados como los españoles o los italianos. Los anglosajones no salían de su asombro.

Y llegó “La Paz” a Nicaragua y Honduras fruto del trabajo de muchos, entre otros el de los militares españoles.

Muchos de ellos que en aquellos tiempos eran Comandantes o Capitanes llegarían después a ocupar puestos de importancia en las FAS pero antes asumirían responsabilidades en Bosnia Herzegovina. Hablaremos de esto en su momento.

Aquí de momento en el caso que nos ocupa la misión siguió…

Fuente: http://www.republica.com/2013/11/18/espanoles-en-centroamerica-i_726925/