No recortar libertades por miedo al Islam

SALVADOR-BERNALLa condena a muerte de centenares de Hermanos Musulmanes en Egipto es criticada en Occidente, aunque no supera la reacción –justificada‑ contra la aplicación de la pena capital en Oklahoma, seriamente denunciada también por la opinión pública de EEUU. Aparte del terrible fondo del asunto, no está de más recordar la conocida frase atribuida a Eugenio D’Ors: “los experimentos, con gaseosa”.

Al menos desde el 11-S de Nueva York y los posteriores atentados de Madrid (2004) y Londres (2005), en Occidente se han acentuado las cautelas ante el riesgo de la violencia islamista. Todo aumento de seguridad lleva consigo incomodidades materiales, pero no tiene por qué ir en detrimento de las libertades ciudadanas.

La preocupación es comprensible, ante noticias que se difunden también estos días, como las procedentes de Brunei, un país inmensamente rico gracias a los hidrocarburos, donde entra en vigor la sharía: un código penal que condena desproporcionadamente –con lapidación‑ acciones admitidas en tantos países, como el adulterio, la difamación de Mahoma o la blasfemia: terrible ley de la blasfemia que sufren especialmente los cristianos en Pakistán. Algo mucho más grave que la existencia de facto de tribunales islámicos en países occidentales, limitados a asuntos de derecho de familia, como matrimonio sucesiones.

En esa línea, a finales de abril, la inspección educativa de Gran Bretaña descubría en Birmingham seis escuelas públicas islamizadas de hecho. Se habían convertido prácticamente en escuelas coránicas, aun con mayoría de alumnos cristianos. Las maestras se veían obligadas a cubrirse con velo, los estudiantes debían aprender árabe, y las clases comenzaban y terminaban con una oración musulmana. Resulta difícil explicar cómo ha podido producirse ese fenómeno, si no es por audacia de líderes del Consejo Musulmán.

Todo esto sucede a pesar de la cerrada lucha del gobierno británico contra el Islam radical. Después de los atentados de 2005, se puso en marcha el plan “Prevent”, dirigido a descubrir y desmantelar redes yihadistas. Hace poco, ministros franceses, belgas y alemanes acudían a Londres para intercambiar experiencias en ese campo. El combate no es fácil, porque se va descubriendo que la radicalización de ciudadanos europeos creyentes musulmanes no se produce en las mezquitas, sino a través de Internet, donde la violencia no tiene límites y es campo fértil de toda propaganda. Por eso, no es suficiente vigilar los sermones de los imanes. La acción policial alcanza al control de correos electrónicos y llamadas telefónicas.

El programa “Prevent” distingue teóricamente a los musulmanes respetuosos de las leyes civiles y a las posibles terroristas. Pero, en la práctica, la vigilancia alcanza a todos, pues las autoridades saben que no existe un único cauce de radicalización y conversión al terrorismo. Y así, la seguridad pública prevalece sobre la libertad religiosa. Más aún tras el asesinato de un soldado en Londres y el aumento de yihadistas que se incorporan a la guerra de Siria, como en Francia.

Lo tremendo es que mientras sufren y mueren cristianos inocentes en medio mundo –basta pensar en los últimos atentados y en el rapto de alumnas de una escuela en Nigeria‑, se difunde dentro de criterios “políticamente impuestos” la idea de que existe islamofobia en Europa. Hay que aprovechar la coyuntura, antes de que se tipifiquen en los códigos penales nuevos delitos de opinión, que impidan criticar la barbarie del islamismo radical.

Según informaba EFE, un candidato conservador británico –a las municipales del 22 de mayo‑ ha tenido que dimitir tras hacer comentarios contra el Islam. Bien es verdad que también divulgó en Twitter críticas a los gay. En esto coincidía con otro candidato del euroescéptico y antiinmigración UKIP, que es el primer partido en los sondeos para las europeas…

El afán de seguridad borra las distinciones entre moderados y radicales, también a sensu contrario. Se hace difícil criticar o condenar ideas y conductas inciviles, como si se atacase a convicciones legítimas (siempre discutibles en cuanto no separan lo religioso de lo político). De este moco, se camina hacia recortes a las libertades por miedo al Islam. No me parece justo.

Fuente : ECD