Pedro Pitarch «ACCIÓN MISERABLE»

El pasado día 24, un misil turco abatía a un cazabombardero SU-24 ruso, mientras éste operaba contra objetivos en Siria próximos a la frontera turca. Según dicen, el misil turco fue disparado por un F-16. Pero no descartaría que hubiera sido un misil tierra-aire de la defensa antiaérea turca. Es sabido que en los conflictos armados hay muchas cosas que sufren. La primera es la verdad. No obstante, más allá de cuál fuera el vector de lanzamiento, parece obvia la extrema gravedad del asunto.

Incluso aceptando que el SU-24 hubiera entrado en el espacio aéreo turco, derribarlo sin más, cuando en ningún caso suponía una amenaza para Turquía, fue una respuesta desproporcionada. Asimismo, aunque Turquía y Rusia tengan objetivos distintos en el conflicto de Siria, se trata de dos países que no están en guerra. En consecuencia es difícilmente explicable el abatimiento por uno de un avión del otro. Fue una actuación muy incoherente. Por otra parte, según fuentes oficiales de la propia Turquía, el SU-24 ruso permaneció en el cielo turco durante 17 segundos, así como que fue advertido hasta 10 veces para que abandonara su espacio de soberanía. Resulta difícil de creer que, en tan poco tiempo, se pudieran dar tantos avisos. Tengo que concluir que la reacción turca fue precipitada. Asimismo, un país miembro de la OTAN no puede olvidar esa condición cuando le venga en gana, porque al realizar su acción de ataque a un avión de otro país, especialmente si es Rusia, crea un grave problema en el que embarca a toda la Alianza. Hay que concluir pues que Turquía, en este caso, fue desleal con sus aliados (y, por tanto, también con España). Es obvio también que, en momentos de tensión internacional y en un teatro de operaciones tan activo y complejo como el sirio, provocar un imprudente chispazo incontrolado entre la OTAN y Rusia podría degenerar en una situación muy peligrosa para todos. En definitiva, el derribo del SU-24 fue, por encima de todo, una acción miserable.

El comportamiento del gobierno islamista del señor Erdogan en este gravísimo incidente es incomprensible. Si se hubiera tratado de un error humano, que desencadenase accidentalmente el disparo del misil, lo suyo es que inmediatamente en Ankara hubiesen descolgado el “teléfono rojo” para dar explicaciones a Moscú. Sin embargo, la actitud no fue esa. Lo que hicieron las autoridades turcas fue buscar amparo en la OTAN, solicitando inmediatamente una reunión urgente y monográfica del Consejo Atlántico. Vaya, lo que el castizo llamaría la “estrategia del primo de zumosol”. Tremendo. ¿Pero qué clase de aliado tenemos en Turquía? La OTAN se vio forzada a sacar a la palestra a su máximo portavoz, el Secretario General, quien, seguramente taponándose las fosas nasales con los dedos, tuvo que dar un mensaje de unidad así como de solidaridad aliada sobre el derecho de Turquía a la defensa de su espacio aéreo. De libro, para evitar una peligrosísima quiebra interna en la Alianza Atlántica. Me viene a la mente la siguiente reflexión: si España hubiera derribado los aviones británicos que, durante los últimos veinte años por ejemplo, han violado el espacio aéreo español en la zona de Gibraltar-Algeciras, el Reino Unido tendría que haber repuesto un par de veces el inventario aéreo de la RAF. Qué cosas…

El gobierno ruso, por su parte, ha optado, de momento, por una actitud fría y responsable. Ha dirigido duras palabras y decretado algunas medidas económicas de retorsión contra Turquía. Y además ha aprovechado para hacer un sagaz movimiento operativo: tres días después del incidente, la aviación de transporte estratégico de Rusia había descargado en la Base Aérea de Hmeymim (Siria), a 40 kilómetros de la frontera con Turquía, unidades de misiles antiaéreos S-400 Triumf. Eso significa una extraordinaria potenciación de la capacidad antiaérea táctica rusa, en un teatro donde solamente operan o sus propias aeronaves o las de países de la OTAN y sus aliados en la operación “Inherent Resolve”. Interesante. Supongo que Rusia, con el refrendo de Damasco, que es legalmente el único dueño del espacio aéreo sirio, establecerá zonas de exclusión de vuelo, que las aeronaves turcas deberían guardarse bien de no violar.

Si el derribo del SU-24 no fue un inevitable error humano, entonces ¿por qué se produjo. Ahí aparece todo un campo para la especulación. Abro el debate con dos posibles versiones (esperando que los comentarios aporten algunas más). Una sería el pase a la acción “a piñón fijo” de Turquía, contra un avión ruso que estaba bombardeando zonas de etnia turcomana, cuando la semana anterior el ministro turco de asuntos exteriores había avisado al embajador ruso en Ankara que habría “serias consecuencias”, si continuaban esos bombardeos en la zona de Bayir Bukak. La otra explicaría el incidente como un intento de frenar el creciente entendimiento de cooperación contra DAESH, entre el presidente ruso, Putin, y el presidente francés, Hollande. Con el derribo del SU-24 se trataría, desde esta perspectiva, de abortar el triunfo del zar ruso si mutara su estatus de apestado de la comunidad internacional (después de la reintegración de Crimea a la soberanía rusa), por el de compañero imprescindible en la lucha global contra el terrorismo yihadista. Porque esa estrecha cooperación en el esfuerzo aéreo de combate significa, salvo que me falle la memoria, la primera vez que fuerzas aéreas rusas y de países OTAN operan codo con codo contra objetivos comunes. Un punto que, me temo, no debe caer muy bien en la capital turca. Claro que la fiabilidad de la Ankara del señor Erdogan está ahora en cuarentena. Veremos si mañana, con ocasión de la cumbre del clima de París, el presidente turco es capaz de rebajar tensión ante el zar Putin.

Mirando el marco de seguridad europeo de nuestros días, viene a cuento recordar que en entrevista publicada en el diario El País, el 20 de septiembre de 2007, yo afirmaba que “una concepción moderna de la seguridad europea debe contemplar tanto a EE UU como los legítimos intereses de seguridad de Rusia”. A la vista de cómo está el panorama europeo de seguridad, después de la guerra que nos ha declarado DAESH, hoy tengo que ratificarme letra por letra en eso que decía hace ya ocho años.

Fuente: Blog