Pedro Pitarch «GOBIERNO PICAPIEDRA»

El juego político debe seguir aunque la ronda de audiencias del Jefe del Estado a los representantes de los partidos políticos no haya acabado en conclusión, sino en confusión. Contra todo pronóstico, Mariano Rajoy, el candidato del PP —partido más votado el 20-D— ha declinado el encargo del Rey de presentarse para la investidura en el congreso de los diputados. Pero ha hecho algo de incluso más calado: no se ha retirado del juego. Un hábil regate, poniendo por sorpresa el balón a los pies del Secretario General del PSOE, Pedro Sánchez. Éste, cogido a traspiés por la finta de don Mariano, se ha quedado pasmado ante la portería, sin saber qué hacer con el esférico. Porque el bisoño don Pedro, olvidando que don Mariano es gallego ejerciente, daba ingenuamente por descontado que éste último aceptaría el encargo real, para achicharrarse mansamente en el Congreso. Hipótesis en la que él, con solo 90 diputados, saldría de las aguas entre nenúfares —como un Gandhi redivivo— para ofrecerse como exclusivo salvador de la situación. Calidad que “justificaría” cualquier posible alianza para ello.
No era mala la jugada, no. Pero no le salió. Porque don Mariano será lento, pero no tonto. Es de suponer que ahora el señor Sánchez ya se habrá enterado de qué y con quién está jugando. Aunque esto tampoco está claro porque, como si estuviera enrabietado, un comunicado de Ferraz, de ayer día 23, insistía en que Rajoy tiene “la obligación constitucional de aceptar el encargo real y presentar su candidatura a la presidencia o renunciar definitivamente a ella”. Vaya, que don Pedro no solo quiere hacer lo que a él más le convenga, a lo que está en su derecho, sino que asimismo pretende imponer a los demás lo que tienen que hacer. En resumen, juego parado y vuelta a empezar. Esta semana el Rey hará una nueva ronda de consultas para tratar de desbloquear la situación. Que nadie se ponga nervioso, que los hay y mucho, porque esto puede ir para largo.
Aquí casi nadie se moja. Los únicos que lo hacen son el líder de Podemos, Pablo Iglesias, y muchísimo más modestamente —dónde va a parar— el que suscribe, que lo hará a continuación. Efectivamente, el viernes pasado, después de la audiencia real, el señor Iglesias compareció ante los medios, acompañado por una corte de acólitos predilectos, para sorprender al respetable anunciando el futuro Gobierno Picapiedra: de Pedro y Pablo. En un discurso en el que lanzó humillantes invectivas al PSOE y Pedro Sánchez, el podemita se asignaba la vicepresidencia, y propalaba los ministerios que reservaba para su formación. Incluso anunció la creación de un nuevo ministerio de Plurinacionalidad bajo la batuta de un conocido independentista catalán. Fue una monumental exhibición de filibusterismo político. Como tampoco tengo a don Pablo por tonto —en este drama al único que desempeña ese rol en plenitud es Pedro Sánchez—, supongo que aquél salió por tan estridente registro por dos potenciales razones. Una, pensando que Pedro Sánchez, que en este envite se juega su carrera política, se comería el sapo y comulgaría con esa rueda. Y la otra, si el PSOE no tragara, que eso llevaría a nuevas elecciones generales de las que, según encuestas, Podemos saldría reforzado y el PSOE quedaría hecho una braga. Debo añadir que nada me importaría que el dúo Picapiedra, Pedro y Pablo, se estrellara en su viaje, si no fuera porque en el autobús que conducirían iríamos de pasajeros los demás. En todo caso, es un sibilino plan sin duda.
Todos esos contubernios están en el aire. Pero, como he prometido, muevo ficha. Empecemos por Mariano Rajoy. Éste está bastante tostado políticamente. El tema de la corrupción (Bárcenas, Rato, etc), su razonable negativa a presentarse a la investidura, así como el gran rechazo que suscita personalmente en las otras formaciones políticas, hacen muy difícil que pudiera encabezar el gobierno de la XI legislatura. Como es una persona reflexiva, intuyo que él así debe valorarlo. En consecuencia, don Mariano no será el próximo presidente del gobierno. ¿Y entonces por qué no renuncia ya? Porque quedándose en reserva —echándole el aliento en el cogote a Pedro Sánchez—, le niega a éste el halo de salvador de la situación y, consiguientemente, ataja la coartada de una inevitable necesidad de contar con Podemos y nacionalistas/independentistas para formar gobierno.
En mi previsión, don Mariano no renunciará definitivamente a su candidatura a la presidencia hasta que, en su caso, Pedro Sánchez haya fracasado en su intención de formar gobierno. Pedro Sánchez, después de la nueva ronda real de audiencias, podría aceptar el encargo de presentar su candidatura si, previo placet de los barones del PSOE, hubiese logrado un acuerdo con Pablo Iglesias. Sin esas dos condiciones, placet y acuerdo con el diablo, tendrá que declinar también la propuesta real, o arriesgarse a la explosión de su partido. Por ello, en la próxima semana, intentará por todos los medios a su alcance que Rajoy renuncie a su candidatura “en diferido”. Pero me temo que el “gallegazo” ni se inmutará.
Mientras tanto, y resumiendo, Pablo Iglesias, ya con sus cartas sobre la mesa, continuará con su campaña electoral, de la que no se ha apeado desde hace un año, con el horizonte de las nuevas generales. Y Albert Rivera, el líder de Ciudadanos, intentará ofrecer sus buenos oficios entre don Mariano y don Pedro, para desatascar la situación y llevar el proceso hacia un gobierno aceptable para la mayoría. De ahí podría salir una tercera y restringida ronda real de consultas, de la que finalmente nacería un candidato a la presidencia que no sería ni Rajoy ni Sánchez, y que podría ser investido en segunda votación (mayoría simple) con los votos de PP y Ciudadanos y la abstención del PSOE. Llámese Feijóo, Alonso o incluso Rivera, o cualquier otro tapado del PP.
En conclusión, y en mi visión, ni Gobierno Picapiedra ni elecciones anticipadas. Y colorín colorado…
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