Pedro Pitarch»CONVIVENCIA EN LIBERTAD»

Ya en el umbral de septiembre toca una reflexión de fondo. En “CUANDO LLEGUE SEPTIEMBRE”, muchos comentarios reflejaron una profunda preocupación, cuando no pesimismo, por el escenario político español de nuestros días. Tiene su lógica cuando el último cuatrimestre viene cargado de incertidumbres esenciales. Encuentro el detonante de tanto escepticismo (“pozo del desánimo”, según Miguel) en la profunda crisis que nos atenazó a partir de 2008, y de la no acabamos de salir. De raíz inicialmente económico-financiera, irremediablemente y por mera simpatía contagió inmediatamente a los ámbitos político y social. Por ello, en mitad de la crisis, yo escribía que no sabía qué vendría después, aunque aventuraba que el panorama nacional post-crisis sería muy diferente al anterior a 2008. Y ahí es donde justamente estamos. En un momento de la Historia de España particularmente complejo, en el que a una incipiente recuperación económica, se une paradójicamente un empeoramiento pernicioso del escenario político que está amenazando la convivencia de los españoles.

El mayor problema de España está en Cataluña. Se va haciendo cada vez más presente conforme nos acercamos al 27S, fecha de las elecciones autonómicas anticipadas. Encabezados por el presidente de la Generalidad, don Artur Mas, los separatistas radicales catalanes pretenden, seguramente en fraude de ley, forzar al conjunto del pueblo español al “trágala” de convertir esas elecciones en un plebiscito por la secesión. Un disparate y un fraude al electorado catalán, además de una insuperable prueba de deslealtad institucional del señor Mas, representante ordinario del estado en esa Comunidad. Es innegablemente un fenomenal reto al estado de derecho. Pero al introducir palos entre las ruedas del carro político nacional, el president pierde legitimidad democrática a la vez que legitima, ante nacionales y extranjeros, la firme autodefensa del Estado empleando los medios legales a su alcance. Incluyendo, naturalmente, el uso de la fuerza; no necesariamente la militar, que es siempre el último recurso. Tan duro como simple. Pero el agua no llegará tan lejos. Especialmente si la ciudadanía acude en masa a las urnas, y vota más con la cabeza que con las vísceras. En resumen, creo que el 27S va a ser el canto del cisne del molt honorable, en su alocada huida hacia delante. El 28N el problema bien podría ser cómo gestionar la frustración de los independentistas y sus compañeros de viaje.

Desde tiempos inmemoriales no hay españolito que, a lo largo de su vida (digamos 70 años), no se haya encontrado en algún momento al borde del precipicio, presenciando y/o sufriendo la desgracia de una guerra interna, y/o la zozobra de una extrema inestabilidad político-social. Por eso, y cabalgando sobre los comentarios de algunos cabales, yo pregunto: ¿qué tiene de peculiar España o tendrán de particular los españoles para que no podamos darnos reposo? Situación en la que nuevamente nos encontramos. “El problema es de fondo”y “España está en crisis de identidad” nos advierte Enrique en el debate del post anterior. Afirma que el edificio del estado se tambalea y si esto es así —concluye—, es porque “el cimiento es imperfecto y si éste no se repara, el edificio y su ornamentación se resquebrajará y se estropeará, y de los que estén dentro algunos no saldrán ilesos”. Interpreto que Enrique está pidiendo reformas constitucionales. No especifica, sin embargo, en qué dirección. Y este es un dato fundamental del problema. Algo de plena actualidad. En cualquiera de los casos, particularmente pienso que éste no es el momento más oportuno para abordar una reforma constitucional (me remito al post “AHORA NO”, del 9 de agosto pasado http://elblogdepitarch.blogspot.com.es/2015/08/ahora-no.html ). Porque abierto, en su caso, un periodo de mejora y desarrollo del edificio constitucional sin un previo y amplio consenso político sobre los objetivos, podríamos descubrir cuando fuera muy tarde la imposibilidad de reformar el edificio sin, al mismo tiempo, provocar su derrumbe. Entonces sí que tendríamos un problema abismal. Mejor, en la próxima legislatura, abordar desarrollos constitucionales por vía legislativa. Vía que todavía no se ha explotado en toda su profundidad.

Quintamala coincide con Enrique en que “algo se tambalea en el sistema de convivencia de los que aún pretendemos llamarnos españoles”. Aquél ve la bola agrandándose paulatinamente, hasta tal punto que le lleva a acariciar “ideas tan simples como hacer las maletas e irme a cualquier parte en donde deje de ver y oír el (inquietante y) machacón sonete que percibo”. Una formulación similar a la expresada, en varios momentos del pasado, por un general (y a pesar de ello megacabal), quien sí concreta un buen destino: los Países Bajos (bella tierra de la que soy “oriundo consorte”). Quintamala se pregunta por su propia responsabilidad, por “omisión, pasividad, o dejación”, en la llegada a la degradada situación actual. Una preocupación, que yo traslado ahora como pregunta al lector, aunque piense que puede estar muy extendida. Me temo que, aunque no se explicite, en el fondo está la percepción del riesgo máximo: la caída en cadena de las fichas del dominó. Detrás de Cataluña podrían hipotéticamente aparecer en la cola independentista otras CC AA, como El País Vasco, Galicia y así hasta llegar tal vez al cantón de Nertobriga Concordia Iulia (siglo I antes de C.), conocida hoy por Fregenal de la Sierra. Ello sin contar la infame pretensión expresada por el consejero de justicia de la Generalidad, señor Gordó, de anexionar a una supuesta república catalana, el País Valenciano, Aragón y Baleares. Y, en andalusí castizo, ¿“poyaque” no exportar el modelo al resto de Europa? ¡Qué locura, Señor! ¿Acaso es que España es un país artificial? ¿Cuál es el límite de tanto desvarío? ¿O es que no hay límite?

Animo a los lectores, de Cataluña y del resto de España, a entrar en septiembre con la moral alta, la vista al frente y el paso firme. A que se den una “pensada” sobre lo expresado. Asimismo les sugiero que después compartan (en comentarios) sus opiniones sobre ello. Abro el fuego con la íntima convicción de que sí existe un límite: la sagrada unidad de España. El pueblo español y España estamos vivos. El 27S lo comprobaremos. Frente a los que quieren derrumbar la convivencia de los españoles, somos una inmensa mayoría los que sabemos, pensamos o intuimos que nos jugamos la libertad. La convivencia de los españoles en libertad.

Fuente: Blog