Las Fuerzas Armadas Españolas cuentan a dia de hoy con 38 efectivos de Tropa y Marinería en dicha situación, que reciben una asignación mensual de 610 € al mes, por estar preparados para actuar en caso de que el Gobierno determine su necesidad. También hay 4 oficiales que han pasado a dicha situación en los dos últimos años, que cobran en torno a 1200 € al mes, a la espera de ser activados. Cada uno de estos ex-soldados cobra dicha pensión en atención a los años de servicios prestados y a la posibilidad de ser activados en caso de que el Gobierno los precise, al igual que hace con los Reservistas Voluntarios y con los Obligatorios en caso de crisis, todo ello regulado por el Real Decreto 383/2011, de 18 de marzo.
En estos tiempos de crisis parece ser que el Gobierno no ha considerado el coste que conlleva la activación de este tipo de efectivos, que una vez desencuadrados de sus unidades, pierden la formación rápidamente a causa de la actualización constante de conocimientos que conlleva la profesión militar. Estos efectivos que no son considerados militares mientras no permanecen activos, deben descontar de dicha paga su cuota de ISFAS si desean seguir unidos a la Sanidad Militar por importe de unos 60 euros aproximadamente, además de pagarse de su bolsillo el abono de los Derechos Pasivos; aproximadamente otros 30 euros; a los que tuviesen derecho para gozar de pensión a los 65 años, fecha en la que son licenciados y pasan al Régimen General de la Seguridad Social, en el caso de que no hubiesen podido obtener un empleo tras su cese en las Fuerzas Armadas.
Como quiera que fuese para el año 2020 existirán en España un total de 5.958 efectivos en dicha situación con un coste mensual de aproximadamente 3,5 millones de euros, lo que anualmente se traduce en una asignación de 43,6 millones de euros para personal que permanece en sus domicilios a la espera de ser activados por el Gobierno de turno, mientras otro soldado ocupa su lugar. Este personal altamente cualificado y experimentado, supone un gasto ingente de recursos que las Fuerzas Armadas no deberían despreciar y del que sin embargo están dispuestos a prescindir, a causa de su edad. En otros ejércitos de nuestro entorno como los Korps Mariniers de la Armada Holandesa o los Royal Marines Britanicos , existen soldados pasados los cuarentena años sirviendo en sus unidades sin mayor problema, porque finalmente se demuestra que la edad no es el factor determinante a la hora de desempeñar cometidos militares.
¿Entonces de donde vienen los recelos de nuestros gobernantes a disponer de soldados experimentados y ya formados? La creencia dentro de las Fuerzas Armadas y por parte de las Asociaciones Profesionales como la AMTM, es que los mandos que dirigen las actuales Fuerzas Armadas, viven anclados en el viejo concepto de un «ejercito de levas«, por lo que a día de hoy tras una década desde el final del S.M.O. – Servicio Militar Obligatorio, en España siguen pensando en disponer de soldados adolestentes que a pesar de la falta de formación y experiencia , sean jovenes. La realidad sin embargo se impone y en la mayoría de los despliegues a los que acude el ejercito español en el exterior están compuestos por personal experimentado, que ha participado en mas de una misión internacional y que su edad media ronda entre los 30 y 40 años. No es que el personal recién incorporado sea menos valioso para el desempeño de dichas funciones, es que la mayoría del personal que acude a esas misiones internacionales ya ha desempeñado sus cometidos en misiones de la ONU, de la OTAN o de la Unión Europea anteriormente y poseen un alto grado de experiencia, que para el mando; que no el generalato; en el teatro de operaciones se hace vital. Por lo que podemos destacar que el modelo actual de reservismo no funciona. Y los números constatan el desperdicio de recursos en formación, vestuario, manutención y alojamiento que van a ser dilapidados y nuevamente empleados en sustituir a estos profesionales por otros. Alimentando un ciclo, a una mas que redimensionada red de Escuelas Militares, que parece ser finalmente el objetivo final de este sistema, que ocasiona un gasto sin fin y que cualquier empresa ya le habrían costado el puesto al Responsable de Recursos Humanos.
J.R.D.