VUELVE IRAK

PitarchEsto se complica. El diario El País vuelve a la carga, en su número de ayer, sobre las presuntas torturas a cargo de soldados españoles en Irak. El asunto tiene relación directa con el vídeo publicado por el mismo periódico el 17 de marzo pasado y que fue remitido por el Ejército de Tierra al juzgado militar para la debida investigación judicial. En su momento, se trató la cuestión en el post “QUE TE LEVANTES”

El extenso artículo es tremendo. El testimonio aportado por el soldado “Charlie”, quien según se afirma estuvo en Irak entre agosto y diciembre de 2003, pone en cuestión muchas cosas. Y no solo por lo que se relata en relación con la actividad militar española en Irak, sino también por lo que narra de la fase de instrucción preparatoria para la misión allí. Se habla de severos castigos físicos, de arrestos colectivos, de permanente maltrato de obra (el sargento “me daba patadas en la cabeza” cuando me confundía conduciendo el blindado por el campo). Y esas reprobables técnicas heterodoxas de instrucción (por llamarlas de alguna forma) superan lo imaginable, cuando se mencionan prácticas de interrogatorios durante las cuales a los “presos” (compañeros de unidad) se les maltrata de obra, se les insulta, se les humilla y se les tortura ante “el jolgorio” de los demás. Todo ello presuntamente y de acuerdo con el artículo de EL País. Ya en zona de operaciones, el episodio en el que se describe la detención y el maltrato a dos empresarios locales, a los que se les confundió con insurgentes, es también demoledor. Adjetivo que se puede también aplicar al trato a prisioneros, lo que parece avalar lo que ya se conoció por el vídeo anteriormente mencionado.
En un análisis de urgencia, todo esto me sugiere un par de reflexiones de fondo. La primera es que siendo posible todo lo descrito, ello no responde a una cultura institucional. Habiendo sido responsable de la preparación de la fuerza del Ejército durante dos años, certifico que hechos como los descritos no responden a manual alguno de instrucción de las unidades. Especialmente en lo que se refiere a los presuntos abusos de poder y extralimitación en el ejercicio del mando que parecen deducirse del relato del soldado “Charlie”. Ello llega al paroxismo cuando se refiere al trato dado a los propios compañeros y subordinados. Sorprende que el periodista —quien es seguramente el mayor experto español de su gremio en cuestiones de defensa, y que por tanto debe saber que hechos aislados como los descritos, por reprobables que sean, pueden siempre producirse—, parezca dar a entender en su artículo que lo relatado podría ser una práctica extendida en el Ejército (o al menos en algunas unidades del ET).
En cualquier caso —y sería la segunda reflexión de fondo—, es claro que los militares ni son los ángeles que algunos pretenden, ni son los villanos que a muchos les gustaría que fueran. En el Ejército hay de todo. Como en el resto de la sociedad. Entre otros, son el código ético, la preparación, la instrucción bien concebida y ejecutada, la disciplina y la organización militar los elementos que moderan, encauzan y evitan el desbordamiento de emociones y la vesania del ser humano, en condiciones límite o de ausencia de control superior. No obstante, en la hipótesis del fallo, en el acaecimiento de episodios como los relatados en el artículo — que nunca debieran producirse, si es que se produjeron—, el talante del Ejército español debería haber quedar evidenciado, en su caso, por la propia diligencia en aclararlos ya “in situ”. Así como en la exigencia a tope de las correspondientes responsabilidades disciplinarias o penales cuando supuestamente se produjeran. Que nos enteremos ahora de lo que podría haber sucedido hace 10 años no es de recibo. Alguien debería aclararlo.
El artículo de El País se publica en un momento extraño. Cuando el ambiente militar está algo enrarecido. Últimamente se han producido, por parte de personal sujeto al fuero militar, impropios o inoportunos editoriales y declaraciones públicas o a los medios de comunicación. Han sido atajados. En mi opinión, este artículo de El País del día 12 demanda un posicionamiento claro por parte de la cabeza del Ejército. También parece conveniente recordar al periodista y a su grupo editorial que hoy no vale todo. El culo del Ejército no debería ser utilizado como receptor de las patadas que posiblemente tendrían otros destinatarios.
Fuente: pitarch