AUME «PASCUA MILITAR, LA OTRA CARA»

El 6 de enero de 2012, apenas unas semanas después de ser nombrado Ministro de Defensa, Pedro Morenés pronunció su primer discurso en una Pascua Militar. En dicho discurso trazó las líneas generales de su actuación futura al mando del ministerio esbozando las ideas de trabajo y de actuaciones en el mismo, marcándose como objetivos la garantía en la preparación y operatividad de las Fuerzas Armadas, la revisión de su estructura orgánica, la definición de las capacidades militares para la realización de ajustes, el perfeccionamiento de la enseñanza militar, la búsqueda de soluciones a la financiación de los programas de armamento  y consolidar la industria de defensa y la obtención y mantenimiento de sistemas que la desarrollen. Al margen de lo implícitamente recogido en esta declaración de intenciones (la realización de ajustes suponía claramente una reducción de efectivos), respecto a las personas que integran las Fuerzas Armadas no refirió ni una sola palabra a pesar de estar en camino la reforma de la Ley de la carrera militar, el desarrollo de la Ley Orgánica de derechos y deberes de los miembros de las Fuerzas Armadas, la reforma de la Ley Orgánica de régimen disciplinario y la reforma de la Ley Orgánica de código penal militar. Ya en su primera intervención en la Comisión de Defensa para explicar las líneas generales de actuación de su ministerio hizo mención de los aspectos relacionados con la enseñanza, la promoción, tropa y marinería y ley de derechos, trasladando la idea de continuismo y de ajustes mediante desarrollos, pero sin tocar las leyes.

Tras cuatro años de ministerio el Ministro de Defensa ha demostrado que su trabajo ha estado enmarcado en la consecución de los objetivos señalados y que por tanto el área de “personal” no ha sido ni su prioridad ni su preocupación.

No se había mencionado la problemática existente que llevaba a la presentación de miles de recursos, por parte de militares que veían truncadas o maltrechas sus carreras profesionales, ni de las reivindicaciones realizadas por las asociaciones profesionales originadas por un inadecuado desarrollo de los derechos y por la alarmante reducción de los mismos, así como tampoco se trasladaba la preocupante situación de la temporalidad que amenaza no solamente los derechos de los trabajadores sino también a la hacienda pública. En todo caso disponía de una Subsecretaría que tendría que lidiar con todo ello, desmarcándose por tanto, como ya hemos comentado, de la política de personal y por ende de los problemas y necesidades de los miembros de las Fuerzas Armadas, dejándolos al albur de la simple gestión administrativa y sin ningún añadido de carácter político.

No vamos a comentar aquí de las oscuras relaciones de una persona que, desde 1996, ha tenido distintas responsabilidades en ministerios de defensa y de interior (entre otros)  alternándolo con periodos en consejos de administración de empresas, casi siempre, relacionadas íntimamente con la defensa. Todo ello desde un continuo movimiento de puertas giratorias que lo mantenían siempre en un mismo área de intereses industria-defensa. La falta de transparencia en este ámbito es de tal envergadura que es difícil poder comentar desde la opacidad.

Los graves problemas profesionales y sociales de los militares han sido puestos de manifiesto únicamente por los propios militares que, desde las asociaciones profesionales, han llevado al único espacio que desde el Ministerio de Defensa se les permite para la participación. El Consejo de Personal de las Fuerzas Armadas (COPERFAS) ha sido el lugar donde dichos problemas han podido tener una cierta visibilidad. Este órgano, creado al amparo de la Ley de derechos, es presidido por el propio Ministro de Defensa -única distinción que le cabe a este germen de representación democrática, ya que ni tan siquiera consta en la estructura orgánica del MINISDEF-. Esta presidencia ha supuesto un gran menosprecio a los militares en general y a sus representantes en dicho COPERFAS, habiendo acudido una sola vez al mismo (el día del pleno constituyente) y no habiendo vuelto ni siquiera para su, en teoría, última sesión de esta legislatura. La impronta ha sido: industria si, militares no. Sólo el caso mediatizado de la capitán Zaida hizo descender al foro de la política de personal (aunque se trataba del ámbito disciplinario y penal) al Ministro de Defensa, para tener una malograda actuación en el Parlamento, como fue por todos conocida.

De nuevo un Ministro de Defensa se ampara en la escasa capacidad de reivindicación y de protesta del ciudadano militar para -fuera de esa posible presión- no dar primacía a los graves problemas profesionales y también de ámbito familiar y social que lo aquejan. Si, además, se cuenta con la aplicación concienzuda del régimen disciplinario, el posible escenario de conflictividad laboral queda totalmente despejado.

Aunque, sobre el papel, aquellas líneas de actuación evidenciaban una falta de actuación en materia de personal y así ha parecido ser en cuanto a un tratamiento político y a su debate sobre el mismo, la realidad ha resultado muy distinta. Se ha realizado política de personal y, en muchos casos, de forma encubierta. Se ha puesto fin a la prolongada y tardía reforma de la Ley de la carrera militar, no dando satisfacción  a casi nadie y haciendo oídos sordos a las aportaciones de las asociaciones. Ha existido un desarrollo normativo adecuando los recortes que las leyes de presupuestos han infligido a los derechos de los ciudadanos militares. Se ha procedido a una reducción drástica de efectivos militares mediante la no renovación de compromisos (contratos temporales de militares) y también mediante la expulsión; en más de diez mil militares se han reducido las Fuerzas Armadas.

Estas actuaciones no son meros retoques o ajustes y si son resultado de la crisis económica y de una política de personal que no termina de ser efectiva. Resulta desconcertante que se produzca una reducción de efectivos cuando España está aumentando su presencia en misiones internacionales, cuando se está exigiendo mayor operatividad y cuando, por los ceses de externalizaciones de servicios, se está procediendo de nuevo a que los militares (concretamente de Tropa y Marinería) se les obligue, dejando a un lado su preparación, a realizar servicios de limpieza y cocina. Y preocupante es que, anticipándose a la gran problemática -que ya se empieza a dar- con motivo del pase a la reserva de especial disponibilidad de aquellos militares temporales que cumplen 45 años, se den órdenes de “animar” a su desvinculación de las Fuerzas Armadas antes de llegar a dicha edad.

Si a todo ello añadimos los problemas que ya se están enquistando, como los relacionados con la promoción, las vacantes, las evaluaciones y calificaciones, la falta de garantías en aplicación de régimen disciplinario -entre otros muchos-, nos encontramos claramente con esa gran desidia que ha existido a la hora de abordar su tratamiento y búsqueda de soluciones.

A las asociaciones profesionales les han sobrado ganas y empeño en el ofrecimiento de salidas, soluciones e iniciativas para atajar cuantos problemas aquejan al militar y que comienzan a ser ya un elemento preocupante en la motivación para llevar a cabo las tareas encomendadas. El COPERFAS surgió como el órgano de participación que ayudara en las políticas de personal. Su desarrollo durante esta legislatura lo ha convertido en un remedo de participación democrática. La falta de proporcionalidad representativa, la no elección de los representantes por medios democráticos, la no vinculación de los acuerdos tomados en el mismo, han supuesto un camino de escaso recorrido del que, una asociación como AUME (la mayoritaria y única con representación transversal) se ha descabalgado en clara oposición a la estructura, funcionamiento y resultados del mismo.

La celebración de la Pascua Militar este 6 de enero de 2016 será (habrá sido -me atrevo a  pronosticar-) más de lo mismo. Un Ministro de Defensa cesante esbozará los “grandes” logros de su ministerio, las grandes cualidades de los miembros de las Fuerzas Armadas y su gran profesionalidad. De la verdadera situación de los ciudadanos militares y sus familias poco o nada. Y para dar credibilidad, para hacer que su palabra cobre peso y legitimidad, se rodeará de un gran número de militares de todos los ejércitos y la Armada y de todas las escalas, como si de una representatividad democrática de las Fuerzas Armadas se tratara (curiosamente no estarán presentes ni representantes del COPERFAS ni de las Asociaciones Profesionales). Todo ello para ocultar que la democracia en este ministerio aún no se ha instalado.

Señor Ministro, interés por la industria: aprobado; interés por los ciudadanos militares: suspenso.

Fuente: AUME