Juan Chicharro «Desconcierto general»

Son numerosos los análisis que en estos momentos se desarrollan por doquier sobre el ataque que se ha producido en París la semana pasada; el denominado Estado Islámico ha atacado brutalmente el corazón de Europa. Antes, bajo otra acepción, Al Qaeda, lo había hecho en Nueva York, Londres, Casablanca, Kenia,… etc (lo siento, omito Madrid). Mismos perros con distintos collares. Todo el mundo habla de la nueva guerra que libra occidente contra el fanatismo islámico asombrado de las nuevas técnicas, o tácticas de terror, que se están empleando. No veo sin embargo nada novedoso en cuanto está sucediendo, toda vez que cuando uno de los contendientes –en este caso una facción realmente satánica del Islam– no puede hacer frente con los mismos medios a su adversario, ha utilizado siempre tácticas y técnicas que una vez se llamaron acciones de guerrillas, otras veces terroristas y hoy de una forma eufemística guerras asimétricas. Ya digo que no encuentro nada nuevo en cuanto estoy viendo salvo que, a diferencia de otras ocasiones, la globalidad del mundo de hoy ocasiona que la guerra se desarrolle a lo largo y ancho de todo el planeta, especialmente en lo que denominamos occidente. El Islam violento lleva combatiendo contra nuestra vieja Europa –y su extensión norteamericana- más de 1000 años. Está en su ADN y se mantiene incólume.

Hace ya 20 años discutía con una de las intérpretes serbias que teníamos incrustada en nuestras unidades desplegadas en Bosnia a propósito de la guerra que todavía latía por aquellos lares. Le decía yo que, por fin, la guerra en los Balcanes se acababa. Me sorprendió cuando, con resignación, me respondía que aquello no era sino un paréntesis momentáneo, que llevaban cientos de años frenando la expansión musulmana, que los EEUU y Europa no comprendían nada, y que pasado el momento de calma la guerra volvería. Hace apenas unas semanas me acordé de su reflexión y de su pesimismo cuando el Obispo de Hungría, Laszlo Kiss Riga, declaraba que occidente se equivocaba en su actitud respecto a los refugiados; que nos encontrábamos ante una nueva invasión, toda vez que una gran mayoría de ellos entraban en Europa al grito de “Alá es grande” y que, pese a la hospitalidad europea, a la larga, no buscarían otra cosa que la destrucción de los valores cristianos y nuestra civilización. Resulta enriquecedor leer al premio Nobel Ivo Andrich y su explicación del avance musulmán por el Este de Europa en su magnífico libro “Un puente sobre el río Drina”.

A principios del siglo XVI, Europa -con importante participación española- paró a los turcos en Viena en su intento de expandirse por el este y 600 años antes, en Poitiers, Carlos Martel había logrado lo mismo evitando con su victoria la expansión islámica hacia el norte, preservando el cristianismo en Europa. La península ibérica ya había caído y nos llevó a los españoles 764 años recuperar la integridad perdida entonces. Ya han pasado más de 1000 años y hoy en pleno siglo XXI por extraño e insólito que parezca la lucha continúa si bien con métodos y medios distintos. Martel detuvo la invasión musulmana en Poitiers y hoy, Francia, los tiene en su propia casa golpeándolos una y otra vez.

Sí, estamos en guerra; la misma que -con intervalos- el Islam fanático nos declaró hace más de 1000 años y en la que prosigue, inexorable y cruel. Y lo hace empleando las únicas técnicas y tácticas que ahora puede utilizar: el terror sistemático una y otra vez. Ayer, fue en París pero mañana será en otro sitio. Sólo una conciencia clara de cuanto he expuesto puede preservarnos de la destrucción de nuestra forma de vida. Y de nuevo, a los que aún se preguntan si volverá a ocurrir, hay que responderles de la misma manera: sí, sin duda alguna. La pregunta no es si volverá a ocurrir, sino dónde, cuándo, cuántas veces, y esa debe ser la mayor preocupación de todos nuestros esfuerzos de defensa. De todo cuanto he leído estos días destaco lo que un comandante del ejército de tierra nos expone en un magnífico artículo, en un ya cada vez más conocido BLOG llamado Dávila que se extiende en las redes sociales, en el que nos indica que, “una vez aceptada la situación e identificado a nuestro enemigo hay que ponerse manos a la obra. Y de nuevo nos encontramos con el problema del ‘buenismo’, pues para combatirlos eficazmente serán necesarias una implicación, a la que nadie actualmente está dispuesto, y una determinación que hoy por hoy nadie tiene, pues aún con las víctimas del ataque en el suelo hay quien continua negando la realidad, sabiendo, eso sí, que ni aún dándose ambos supuestos lograremos atajar el desafío concreto a nuestra seguridad.
Hay que aceptar que la lucha será larga y que nunca lograremos la seguridad completa, que nos golpearán y que sufriremos bajas. Pero eso no debe frenarnos. El miedo es el mayor enemigo de la libertad, y no podemos dejar que nos atenace”. Cuánta verdad hay en todo esto.

Hace ya más de dos años y medio alertaba yo en esta misma columna del peligro que suponía la existencia de elementos incontrolados e infiltrados en nuestra sociedad con un alto grado de fanatismo, dispuestos a todo por la lucha de la causa islámica. Se los conoce como “lobos solitarios”; individuos no controlados que en un determinado momento pueden actuar con libertad de movimientos y causar daños impensables; pero el lector sabe que los lobos no actúan nunca en solitario sino todo lo contrario. Lo hacen en manada y bien dirigidos por su líder. Sin duda el “modus operandi” de los grupos terroristas es similar y bien se cuidan los dirigentes de la manada de no ser localizados con facilidad.

Hoy han aparecido en París y mañana lo harán en cualquier otro sitio, como ya decía. No es alarmismo, sólo pretendo que tome usted conciencia de cuál es la verdadera situación, con independencia de las declaraciones tranquilizadoras que oiga en los grandes medios de comunicación. Recuerdo ahora esa certera cita de Claud Cockburn que decía, más o menos, “nunca te creas nada hasta que haya sido oficialmente desmentido”. Esta dura realidad será negada por ciertos gobernantes, como un mantra inconsciente.

Por todo ello, Europa tiene que recuperar la iniciativa sin complejos y tomar decisiones y acciones no condicionadas por las del enemigo. En realidad, el arte de la guerra trata básicamente de eso. Y algo de lo que debemos ser conscientes es que, por ahora, somos nosotros -Occidente- quien ocupa posiciones defensivas, y eso nunca es positivo.

Desconcierto general, es como titulo este artículo y lo hago porque es precisamente la situación en la que nos encontramos y buena prueba de ello es lo que observo en cuantos comentarios o análisis se producen en los medios, algo que, unido a la actitud de algunos líderes antisistema, y otros, contribuye a uno de los objetivos buscados por el terror: el desconcierto total. Y no puedo por menos, al leer las opiniones de este último partido, que recordar que España fue invadida y ocupada por el Islam merced a muchas cosas pero también a la de la traición de algunos de sus dirigentes de entonces. Hoy, también los tenemos aquí y el espíritu del Conde Don Julián y el obispo Oppas campan de nuevo por esta España con vestimenta podemita.