Luis G. Segura » Matanza en París, ¿y ahora qué?»

El viernes se produjeron unos atentados que, como sucedió el 11 de septiembre de 2001, muy posiblemente nos lleven a tomar decisiones muy importantes en las próximas fechas.

Tras los atentados del 11-S se atacaron, conquistaron y abandonaron Irak y Afganistán (esta última todavía cuenta con fuerzas multinacionales para adiestramiento).

Afganistán e Irak

Los objetivos en Afganistán eran matar a Osama Bin Laden, terminar con Al Qaeda y evitar que Afganistán fuese refugio para terroristas. Bin Laden murió en Pakistán, Al Qaeda y otros grupos terroristas siguen existiendo y Afganistán está a punto de convertirse en un estado fallido (si no lo es ya), lo que le convierte en un escenario ideal para cualquier organización terrorista.

Lo que pretendía conseguirse en Irak era proteger a Estados Unidos y sus aliados de las armas de destrucción masiva, desarrollar la democracia y terminar con la vulneración de los derechos humanos. Jamás se encontraron armas de destrucción masiva, Irak no está ni cerca de ser una democracia y la vulneración de los derechos humanos es diaria y en enormes proporciones en esta región del mundo. Lo que sí se ha conseguido en Irak es que la cifra de producción de petróleo alcance registros históricos.

Entre ambas intervenciones han fallecido más de un millón de personas en la cifra más optimista y hay estimaciones que sugieren dos millones o más de fallecidos.

El Estado Islámico

Como consecuencia de ambas y de la actuación de diferentes servicios de inteligencia (Estados Unidos, Turquía o Arabia Saudita), que pretendían derrocar a Bashar al-Assad en Siria, surgió el Estado Islámico y su enorme amenaza compuesta por 50.000 combatientes en una de las zonas más desérticas y llanas del mundo. Un estado que se financia vendiendo petróleo unos 30 dólares por debajo de su precio de mercado, lo que le permite obtener hasta 2.000 millones de dólares anuales.
Militarmente hablando, terminar con el Estado Islámico, que carece de armamento pesado o defensas antiaéreas, sería cuestión de días (aunque causaría enormes bajas civiles). Máxime teniendo casi todas las naciones en su contra. Económicamente hablando, dado que se ubica en una zona muy fácil de bloquear por su localización geográfica (llana e interior) y se financian vendiendo petróleo que exportan mediante transporte terrestre, sería cuestión de meses. ¿Cómo puede ser posible que siga existiendo?

ACNUR calcula que, entre la aparición del Estado Islámico y las guerras de Irak y Afganistán, este año habrá a las puertas de Europa unos dos millones de refugiados. Ya han sido varios los trastornados, no soy capaz de encontrar otra denominación, que han llamado la atención sobre el peligro que suponen estos refugiados o su relación con los atentados terroristas cuando lo cierto es que fueron sus primeras víctimas.

Los mensajes de los políticos y los medios de comunicación tras los atentados de París

Los mensajes que se están vertiendo en las últimas horas, en connivencia con los medios de comunicación, nos invitan a actuar desde la óptica policial y militar basándose en mensajes agresivos y poniendo en funcionamiento la fábrica del miedo con una palabra mágica: seguridad.

Por ejemplo, titulares del diario El Mundo: “Ganaremos al terror” (Mariano Rajoy), “los atentados son un acto de guerra del Estado Islámico” (Hollande), “necesitamos a los rusos porque estamos en guerra” (Sarkozy), “el terror del ISIS exige una guerra sin cuartel”, “lo que el terror nunca podrá lograr”, “¿es la angustia el precio de la libertad?”, “exageremos la amenaza, la realidad siempre la supera”, “Donald Trump vincula a los refugiados sirios con los atentados de París”… Las imágenes que acompañan a estos titulares también reclaman soluciones policiales y armadas (un policía aparece en una de las fotografías y un arma es empuñada en otra).
Estos mensajes contrastan con el perfil mucho más aséptico y desapasionado de las informaciones que recibimos sobre los atentados terroristas del Estado Islámico en Líbano. Estos ocasionaron, el mismo día de la tragedia en París, 40 muertos y más de 200 heridos. Es más, dicho atentado no aparece hoy, dos días después, ni en la portada digital de El Mundo ni en su sección internacional. El suceso ya no existe, no ha ocurrido.
Análisis y responsabilidad de las decisiones tomadas

Las decisiones tomadas en los últimos quince años en Irak y Afganistán (y todo Oriente Medio) han supuesto una continuación de los errores cometidos en Oriente Medio durante decenas de años y lo que debemos evitar es que los atentados producidos en París pudieran continuar esta tendencia.

Hay que tener muy claro que si el trío de las Azores (Bush, Blair y Aznar) no es juzgado, ello se debe a que Occidente domina el mundo y escribe a su antojo la historia, pero aquella mentira, la de las armas de destrucción masiva, es uno de los detonantes de lo que hoy sucede.

Cambiar la política exterior

Ha llegado la hora de recapacitar sobre la geopolítica que estamos implementando en gran parte del mundo. Es relativamente sencillo, aunque con un alto coste en muchos sentidos, terminar con el Estado Islámico. La solución, en contra de lo que la mayoría de los mensajes nos sugieren, no se debe afrontar en una primera fase en términos militares (por lo menos, no de forma exclusiva), sino más bien en una serie de medidas que asfixien económicamente a este estado o lo que sea.

Tanto si se decide intervenir militarmente como si ello no se produce, lo que sí es cierto es que es necesario replantear nuestra política y no olvidar nuestra responsabilidad. El terrorismo no surge de forma espontánea sino que requiere de una serie de componentes y, por supuesto, el terrorismo es una actividad muy lucrativa en términos económicos y electorales para demasiados grupos de poder (¿a quién le vende el Estado Islámico el petróleo? ¿cuántos gobiernos han visto mejorar sus encuestas después de un atentado?).

Menos intervenciones militares y mayor desarrollo de la región

Sin dejar a un lado que puntualmente pueda ser necesario realizar una intervención militar, esta debe ser parte de un plan global para el desarrollo de la región. Está demostrado que el desarrollo es la mejor arma contra las ideas radicales y el mayor enemigo de los grupos terroristas, aunque para las petroleras sea un negocio más redondo comprar barriles de petróleo a los terroristas que campan a sus anchas en estados fallidos (con apetitosos descuentos de 30 dólares por barril) que hacerlo a empresas respaldadas por un estado y una legalidad.

Volver a basar nuestra respuesta a una matanza, como ya hicimos cuando se produjeron los atentados del 11-S, en términos policiales o militares no solucionará el problema y terminará generando otro París.

España acumula en estos quince años compras de armamento por valor de 40.000 millones de euros (que debemos y no podemos pagar): carros de combate, fragatas, aviones de transporte y combate, drones, vehículos blindados, etc. Ya no es que el avión no vuele, el submarino no flote o el carro de combate no dispare, que también, lo verdaderamente preocupante es cómo podemos defender con esas armas a los ciudadanos de la actual amenaza terrorista (si es que es tan terrible como se plantea): ¿con los carros de combate?

Es obvio que no, es obvio que tener la séptima industria militar del mundo (pasando de 200 en 2001 a 8.800 millones de euros en 2014) no favorece en nada la defensa ante esta amenaza.

Punto de inflexión

Es el momento de reflexionar sobre el papel de las organizaciones supranacionales (ONU, UE, OTAN, etc.) en el mundo y decidir si cambiamos o continuamos formando parte de sus decisiones o sus estructuras, si es necesario cambiar el papel de España dentro de las mismas.

La Unión Europea, la ONU, la OTAN y todos los ciudadanos hemos permanecido al margen de lo que sucedía en Siria porque no nos han informado y porque nos ha importado un carajo. En la actualidad, seguimos ignorando lo que sucede entre Israel y Palestina sin exigir que una fuerza multinacional detenga, ya no digo retrotraiga, sino detenga la situación. No debatimos con seriedad si es adecuado o no abandonar Afganistán en las condiciones en las que se encuentra. No exigimos a nuestro Rey ni a nuestros gobernantes que dejen de hacerse fotografías en países tan terribles y perniciosos como Arabia Saudita (muy conectado al Estado Islámico). En su momento, votamos a un mentiroso (Aznar) que entró en Irak y después a un frívolo (Zapatero) que nos sacó del país de forma irresponsable al mismo tiempo que fomentaba el crecimiento de la industria armamentista.

Las empresas que se dedican a producir armas junto a las petroleras son las grandes beneficiadas de la existencia del Estado Islámico y lo hacen en connivencia con nuestros gobiernos. Si actuamos sobre ellas será mucho más fácil solucionar la situación en Irak y Siria, lo que debilitaría al terrorismo. Aunque quizás tengamos que replantearnos que para actuar sobre dichas empresas sea necesario hacerlo antes sobre nuestros gobiernos.

Un hecho que refleja el conflicto de intereses es que son empresas norteamericanas las que compran gran parte del petróleo que controla el Estado Islámico.
Es casi imposible evitar que matanzas como la que tuvo lugar en París se repitan, decir lo contrario sería caer en la demagogia, pero lo cierto es que reducir el número de estas tragedias es posible. Ya sabemos que la fuerza de las armas o la cesión de libertad a cambio de una supuesta mayor seguridad no son la respuesta adecuada porque los últimos quince años no han evitado este y otros muchos atentados. La solución es mucho más sencilla aunque menos lucrativa para algunos: desarrollo.