Pedro Pitarch «Subsecretaria de coña»

Pisando tierra, hoy traigo un tema de personal que quizás sea una sorpresa para muchos, pero que da una idea fidedigna de cómo están funcionando ciertas cosas en Defensa. Es un tema candente y sangrante. Se refiere al teniente coronel (Tcol) don Antonio Moya Muñoz. Éste ingresó en el Ejército como soldado en 1951 y sucesivamente ascendió a cabo, cabo 1º y sargento. Ya casado y con varios hijos logró ingresar en la Academia Auxiliar Militar (Villaverde). Después de dos años de estudios allí, pasó otros dos en la Academia de Infantería de Toledo, integrándose en la XXIII Promoción de la Academia General Militar (AGM); los cuatro años fueron en régimen de internado. Se retiró en 1997. A ese enorme esfuerzo personal y familiar, empezando su carrera desde el empleo más bajo, se unen unos méritos militares excepcionales. Tiene “Valor acreditado” (a la gran mayoría solo se nos “supone”), y es de los poquísimos militares vivos poseedores de dos (2) Cruces Rojas del Mérito Militar. Las ganó en el África Occidental Española, encuadrado en las legendarias unidades nómadas, en las operaciones contra las bandas irregulares armadas que, tras la independencia de Marruecos en 1956, no quisieron encuadrarse en el nuevo Ejército Real marroquí. Fueron recompensas por dos hechos de armas distintos: uno, como cabo 1º, en 1957; y el otro, como sargento, en 1958. Dos cruces rojas especialmente meritorias, teniendo en cuenta la “rareza” de ganar tales recompensas siendo clase de tropa y suboficial.

A sus 83 años, el Tcol Moya no tira la toalla. Mantiene una ilusión profesional envidiable y aspira a obtener el empleo de coronel honorífico. Pretensión reglada en el artículo 24 de la Ley 39/2007, de la carrera militar (LCM). Allí se prescribe, en resumen, que los empleos con carácter honorífico: serán concedidos por el consejo de ministros a propuesta del de defensa; serán para casos de méritos excepcionales o circunstancias especiales; se darán a iniciativa motivada del respectivo Jefe de Estado Mayor con el informe favorable del respectivo consejo superior; tales empleos ni llevarán beneficio económico de naturaleza alguna ni serán considerados a efectos de derechos pasivos. Por eso, el Tcol Moya por instancia de 23 de octubre de 2014 (¡hace ya un año!), dirigida al General Jefe de Estado Mayor del Ejército (JEME), suplicaba le fuera concedido el ascenso a coronel honorífico. El Mando de Personal, abrió el correspondiente expediente. Una junta especializada analizó y valoró los méritos y circunstancias del interesado, y elevó una propuesta positiva a la concesión. El caso pasó al Consejo Superior del Ejército (CSE) que lo informó favorablemente. Finalmente, el JEME envió, en marzo de 2015, la correspondiente propuesta motivada al ministerio de defensa.

En el órgano central el asunto pareció evaporarse. Me interesé por él a petición del Tcol Moya en mi actual calidad de “primeraco” (más antiguo) de la XXIII promoción de Infantería. Averigüé que el expediente dormía, ¡hace ya siete meses!, en los dominios del general Alguacil, el gris director del gabinete técnico de la subsecretaria (SUBDEF) doña Irene Domínguez-Alcahud. Telefoneé a ese general de brigada, quien me confirmó que él tenía parado el expediente “por orden de la Subsecretaria”, me pareció entender porque ella “había decidido la no concesión de ascensos honoríficos a quienes, a pesar de los méritos, hubieran continuado en servicio activo”. Inédita, caprichosa y payasa (con todo respeto a las personas) interpretación de la ley. Le manifesté mi desacuerdo con esa gestión. Subí otro peldaño y me puse en contacto con el JEME, general Domínguez Buj, en mi calidad de “primeraco”, y le relaté el caso. El JEME me atendió amablemente y me aseguró que el trataría de desbloquearlo. Hace días le telefoneé y me dijo que había hablado el tema con la SUBDEF, y que ésta estaba enrocada (este término es mío). Añadió que ni tan siquiera iban a contestar a la petición. Vaya, en castizo, “la callada por respuesta”.

La incompetencia de esta SUBDEF no es un secreto. Ya se ha visto en esta página, por ejemplo, en el tema del asociacionismo o en el de los reservistas. Por no mencionar el justificado chorreo que, el pasado febrero, la echó por escrito un Jefe de Estado Mayor como la copa de un pino, el AJEMA, almirante general Muñoz-Delgado, por las insuficientes prestaciones sanitarias que los afiliados al ISFAS estábamos recibiendo (la colleja del AJEMA sirvió para que se arreglaran las cosas). Este asunto, de eco nacional, se analizó en el post “ATENCIÓN SANITARIA DUDOSA”

Qué lamentable confusión de la SUBDEF entre lo administrativo y lo moral. Yo niego a la Subsecretaria autoridad moral o técnica algunas, para infravalorar los méritos profesionales de un teniente coronel retirado que, a juicio de su Ejército (junta de evaluación, Mando de Personal, CSE y JEME), reúne méritos excepcionales para, de acuerdo con la ley, aspirar a un ascenso de carácter honorífico a coronel. Tampoco es de recibo que, después de todos esos filtros, la SUBDEF no tramite el expediente del Tcol Moya olvidando que la función del cartero es entregar las cartas, no la de decidir qué cartas entrega y cuales envía a la papelera. Soslayando deliberadamente el sensible tema del lugar en que la SUBDEF está dejando con este caso, tanto al JEME como al Consejo Superior del Ejército (compuesto por los tenientes generales), también repruebo la falta de sensibilidad y de respeto de esta dama hacia al Tcol Moya por no contestar, en el sentido que sea, a su razonada y a todas luces fundamentada petición. ¿Es que a ella no le parece mérito excepcional, como dice la LCM, el lucir en el pecho no una sino dos cruces rojas? Porque con una de ellas se venían concediendo esos ascensos honoríficos. ¿O es que estaríamos ante la indecente presunción de que las cruces rojas de operaciones de combate, cuando son ganadas por las clases de tropa o los suboficiales tienen importancia menor?

Desconozco si el ministro de defensa, don Pedro Morenés, conoce el caso. Yo apelo a él para que le eche un vistazo y remedie el desmán. Él —se supone— es el responsable político del ministerio de defensa. Resulta bien difícil de comprender tamaña falta de sensibilidad y de empatía al negar un ascenso honorífico contemplado en la ley, a un veterano de 83 años, en posesión de dos cruces rojas al mérito militar, cuando, además, no conlleva gasto ni retribución adicional alguna. Señor Morenés, ¿no cree usted que tiene una Subsecretaria de coña?

Fuente: Blog