TRANSFORMACIÓN «VERGÜENZONTE»

Pedro_pitarchEn el ministerio de defensa no hay secreto o confidencia que vean prolongada su reserva por más tiempo del que transcurre entre que el que lo sabe lo comparta con otro. Y así no me ha sorprendido que mi amigo Klaus von Horn —el parlamentario alemán que los habituales ya conocen—, supiera los detalles de la “transformación” (JEMAD dixit) de las FAS españolas. Me explica —en tono algo irritado— que lo que se está planeando, según lo ha leído en la red, no merece en conjunto el nombre de transformación. Ni tan siquiera de evolución. Para él no es más que una “lampedusiana” operación de “maquillaje vergüenzonte”(sic). Y ya estamos nuevamente liados con el idioma. Con lo “lampedusiano” no hay problema: cambiar algo para que todo siga igual. Le ruego que se calme y me explique qué es eso de “vergüenzonte”. Y se remonta trescientos años, al primer diccionario de la Real Academia, el Diccionario de Autoridades. Éste definía como «pobre vergonzante» a quien “por su calidad y obligaciones no puede pedir limosna de puerta en puerta, y lo hace de modo que sea con el mayor secreto posible». Veo que el problema sintáctico de Klaus se resuelve en un “maquillaje vergonzante”. Es decir, cosmética pero que no lo parezca.

No entro al trapo. Por respeto al tremendo, esforzado y técnicamente riguroso trabajo realizado por la División de Planes del Estado Mayor del Ejército, me abstengo de entrar entonces en el debate de las brigadas polivalentes. Me remito simplemente a lo ya escrito, en análisis de urgencia, inmediatamente después de la rueda de prensa del JEMAD, el 28 de enero pasado: “REFORMA MILITAR, A QUÉ RESPONDE” . Allí sintetizaba mi visión en una especie de decálogo que, por cierto, se ha confirmado plenamente. Ante mi actitud —en su opinión demasiado resignada—, von Horn intenta plancharme con una bomba de gran calibre: se ha enterado por la red de una sustancial reducción de la presencia militar en el País Vasco. Y le respondo que, aún eso, también lo intuía y, por ello, en el punto tres del decálogo anteriormente mencionado escribía que ”por razones obvias, mi consejo sería que, en ningún caso, se redujera o desapareciera el nivel de cuartel general de brigada que ahora existe en Vitoria”. Consejo que, como es natural en nuestra tierra, me temo ha caído en el más roto de los sacos.
Efectivamente, lo último es que el Cuartel General de la Brigada “Aragón I”, que inicialmente sustituiría en Vitoria al de la actual Brigada “San Marcial”, se va finalmente a Zaragoza. Y von Horn vuelve por sus fueros: “LLo no comprende el Moreno” (esta vez ya renuncio a hacerle ver que no se dice “el Moreno” sino “Sr. Morenés”). Hago cuentas y resulta que de implementarse el nuevo plan significará la desaparición, sin relevo, de la actual Brigada de Infantería “San Marcial” localizada en el País Vasco. Se esfumarán de Araca (Vitoria), como elementos mayores, el Mando (General jefe de la Brigada), el Estado Mayor y la unidad de Cuartel General. Además, se reducirá a la mitad el regimiento Garellano 45 que pierde uno de sus dos batallones, el Flandes, que también migrará de Vitoria a Zaragoza. Quedarían únicamente en el País Vasco, como unidades de combate, dos batallones de infantería, uno en Munguía y otro en San Sebastián, y además sin relación alguna entre ellos, al dejar de depender de Vitoria y pasar a subordinarse respectivamente de otros mandos de brigada distintos y bien alejados: uno en Córdoba y en Badajoz el otro. Esto es solamente la cara cuantitativa. La otra, la cualitativa y de imagen, la desaparición del País Vasco del oficial general con mando sobre las unidades del mismo territorio, no es obviamente un asunto de menor importancia.
Lo que menos parece entender mi amigo alemán es por qué hay que dinamitar, precisamente ahora, la presencia de la gran unidad del Ejército de guarnición en el País Vasco. Klaus —kantiano por origen y escolástico por formación— trata de encontrar infructuosamente alguna razón de fondo para el “desafuero” (sic). Solo se le ocurre que se estuviera utilizando al Ejército como instrumento de trueque con el independentismo vasco, para la desaparición negociada del terrorismo etarra. Klaus, sin piedad, remata con una estocada al corazón, recordándome que la desaparición del Ejército del País Vasco es uno de los principales objetivos proclamados por ETA y sus satélites, en sus cincuenta años de actividad criminal. Pensando en los casi mil asesinados y en las víctimas del terrorismo, tal reflexión, esa potencial negociación, se me antoja tan fría y repugnante que me niego a aceptarla. Y ahora soy yo el irritado. Y así se lo expreso sin ambages. Von Horn, especialmente combativo hoy, insiste en la hipótesis. Me atormenta citando ese reciente esperpento de la “entrega de armas” etarras, ante unos supuestos verificadores internacionales que el parlamentario español, Sr. Martínez Gorriarán, ha calificado agudamente como “payasada mediática subvencionada”. Por último, remacha su discurso pidiéndome que identifique yo otra explicación razonable. Y, la verdad, a mí me cuesta encontrarla. No sé si a los lectores —incluidos los parlamentarios que se asoman por aquí—, les pasará lo mismo.

Podría uno concluir que, teniendo en cuenta que esto de la “transformación” de las FAS no afectaría mucho a la Armada ni al Ejército del Aire, parece que el único resultado de sustancia del invento sea debilitar grandemente la presencia del estado en el País Vasco. Aún entendiendo las razones técnicas y de ahorro que ello significaría, esto no es un asunto “comercial”. Es una grave decisión política. Tanto que, en mi humilde opinión, antes de tocar el “statu quo” militar en el País Vasco, antes de desmantelar definitivamente la Brigada “San Marcial”, sería incluso preferible hacerlo con una de las dos de Madrid. O mejor, fusionar las dos en una, dando lugar a la más genuina brigada polivalente que uno pudiera concebir. El tema, en cualquier caso, transciende el nivel de responsabilidad del JEME, del JEMAD e, incluso, de “el Moreno” (en argot von Horn). Es una cuestión que no debería despacharse simplemente ni con una Orden Ministerial ni con un Real Decreto “de trámite”. Invito y recomiendo leal y respetuosamente al presidente del gobierno, Sr. Rajoy, a meditar seriamente sobre ello. Así como a decidir si está o no dispuesto a cargar sobre sus espaldas con la histórica responsabilidad de que, bajo su gobierno, se haya regalado a ETA, —que no olvidemos que todavía existe —, el más buscado de sus objetivos políticos: la definitiva voladura de una presencia militar operativamente coherente en el País Vasco.
Fuente  :Pitarch